Taxistas pol¨ªglotas
En a?o y medio se multiplican los conductores y sus nacionalidades
"Son m¨¢quinas, no paran". Miguel, s¨²bdito colombiano, est¨¢ algo resentido con la aparici¨®n de conductores de taxi "de los pa¨ªses del Este". "Trabajan y trabajan y aceptan condiciones muy duras", insiste. En realidad, se refiere a taxistas b¨²lgaros y rumanos. El desplome de la construcci¨®n ha arrojado al sector a m¨¢s de 5.000 trabajadores nuevos de las m¨¢s variadas nacionalidades en un a?o y medio, seg¨²n estimaci¨®n de las asociaciones gremiales.
Los hay de todas las nacionalidades. "Incluso espa?oles de otros sitios", precisa Jos¨¦ Manuel, tocado con un jersey de pico color vino. Y muchos desembarcan desde oficios m¨¢s o menos pr¨®ximos, como conductor de autob¨²s, camionero o repartidor.
La competitividad ha llegado al punto de hacer carreras entre ellos
Algunos de estos asalariados del taxi tienen firmado un n¨²mero de horas pero se les obliga a hacer muchas m¨¢s. "Hasta 15 horas seguidas hacen algunos y casi siempre en los peores turnos, de noche y pag¨¢ndonos nosotros el combustible", se lamenta Florin, rumano. Florin lleva dos a?os en el negocio. Y no consiente que se le fotograf¨ªe. "Ya solo hablar me puede suponer el puesto", murmura cauto. Varios de ellos, de manera an¨®nima, denuncian que se les obliga a firmar el finiquito sin fecha el mismo d¨ªa en el que rubrican su contrato. "Pero eso les pasa a los extranjeros y a los espa?oles, a todos", advierten.Peter, b¨²lgaro, trabaja en la parada de Legazpi por las ma?anas. Sus compa?eros hablan bien de ¨¦l. No tienen queja porque "es simp¨¢tico". Trabaja mucho, "pero es sociable, no como otros que solo se juntan entre ellos".
En varias paradas del centro de la ciudad ha habido conflictos que han llegado a las manos entre los profesionales. "Se montan a veces buenas broncas, pero los que se meten no son los del Este, sino los latinoamericanos, que piensan que algunas zonas son suyas", explica un veterano taxista. Todos menean la cabeza cuando se habla de estas cosas. "Hay de todo", resume Jos¨¦ Ram¨®n, que sobrepasa la cincuentena y lleva ocho a?os metido en su coche con banda vertical roja.
Peter, El Rubio, sabe hablar bien espa?ol. No es el caso de algunos de sus compatriotas que acaban de llegar al sector. "Hay bastantes que no saben ni hablar bien el idioma ni tienen la menor idea del callejero de la ciudad", aprecia un portavoz de la Federaci¨®n Profesional del Taxi. Esta asociaci¨®n se pregunta de manera ret¨®rica "?Qui¨¦n est¨¢ dando los permisos para llevar un taxi?", y adelanta que va a solicitar un examen de espa?ol y otro de conocimientos del mapa de la ciudad, algo que en principio ya existe. "No podemos decir cu¨¢ntos hay en esas condiciones, pero cada vez m¨¢s", aseguran.
Ivo lleva poco tiempo conduciendo un taxi. Tambi¨¦n es b¨²lgaro. Le cuesta expresarse en espa?ol, porque no lleva mucho en el pa¨ªs, pero domina lo suficiente el idioma como para saber que debe llegar a la estaci¨®n de Atocha. No necesita m¨¢s para introducir los datos en su navegador. Cuenta que proviene de "la obra", pero que todo "se qued¨® parado". Apenas le dio tiempo a trabajar en la construcci¨®n. "Me dijeron que all¨ª hab¨ªa trabajo, pero ya cuando llegu¨¦ no hab¨ªa casi nada".
Ivo no es el ¨²nico que usa uno de esos aparatos para guiarse por el laberinto de la ciudad. Manuel, espa?ol, lleva dos meses conduciendo un taxi: "Hay miles de calles en Madrid, es imposible aprend¨¦rselas todas. Yo, aunque me sepa el camino, siempre lo pongo en el navegador por si acaso". Manuel tiene dos hijos peque?os y una hipoteca. "Encontr¨¦ de esto y de esto me met¨ª", resume sin querer entrar en muchos m¨¢s detalles.
Marian, rumano, fuma un pitillo solo. Apoyado en la barandilla, no habla con el resto de sus colegas que hacen corrillos en Atocha. "No voy a decir nada, no me interesa", replica por toda contestaci¨®n al enrarecido ambiente que se ha creado entre estos trabajadores y sus colegas espa?oles. Tampoco opina sobre la crisis.
A Adri¨¢n, tambi¨¦n rumano, s¨ª le gustar¨ªa contar su historia. Quejarse de los abusos, de la actitud hostil de muchos de sus colegas espa?oles o de otras nacionalidades, pero prefiere no hacerlo porque ya le han advertido: "Me han dicho que no hable con peri¨®dicos y me miran mal", explica. ?l lleva cinco a?os como taxista y se expresa perfectamente en espa?ol.
Luis Carlos, brasile?o, lleva cuatro a?os llevando un taxi por las calles de Madrid. Antes era electricista. De tez muy oscura y rasgos faciales diminutos, se junta con los espa?oles m¨¢s j¨®venes de la parada. Todos est¨¢n en la treintena. Su discurso es pesimista. Hablan de crisis "brutal", de verdaderas batallas por la supervivencia. "Nunca hemos estado as¨ª, ahora es muy dif¨ªcil encontrar clientes", subraya.
Hasta tal punto es as¨ª, dicen, que se montan carreras nocturnas, "verdaderos rallyes se organizan en Delicias", seg¨²n uno de los veteranos espa?oles, para adelantarse unos veh¨ªculos a otros y conseguir as¨ª captar al cliente.
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