La cultura del eructo
"Es lo mismo que igualar una melod¨ªa de Mozart con un eructo". No se pod¨ªa haber expresado mejor que como lo ha hecho la portavoz de la Coordinadora de los Verdes de Madrid, Cristina Garc¨ªa Moreno: el acuerdo para que las competencias de los toros sean traspasadas del Ministerio del Interior al Ministerio de Cultura "es un insulto a la verdadera cultura". Semejante acuerdo ha sido alcanzado entre el ministro del Interior, el autodenominado socialista Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, y un grupo de hombres, autodenominados matadores, a quienes unos trajes y unas corbatas a todas luces falaces no serv¨ªan ni para atenuar el sentido de la primera acepci¨®n de la palabra matador que recoge el diccionario de la RAE ("Que mata") ni para disimular el sentido de la tercera ("Muy feo, extravagante, de mal gusto"), hombres de esos que para las fotos con ministros se plantan muy tiesos ante la c¨¢mara, como si fueran hombres rectos y no matadores, y abren demasiado las piernas, haciendo gala de la chuler¨ªa postural propia de los matadores y no de la presencia de hombres de una pieza que pretenden as¨ª. Generalmente, y para simular una formalidad imposible en un matador, se tapan la entrepierna con las manos enlazadas, a modo de concha protectora y como si se tratara de un gesto preventivo de terribles tormentos, acostumbrados como est¨¢n a que a un individuo que agoniza a sus pies se le corte alegremente el rabo.
"Nos sentimos artistas", dice el matador Manzanares. Como si sentirse algo supusiera autom¨¢ticamente la posesi¨®n de ese algo. Bien, matador Manzanares, t¨² podr¨¢s sentirte lo que quieras o puedas, pero entre lo que uno siente y lo que uno es existe en demasiadas ocasiones el abismo de un delirio: algunos locos se sienten Napole¨®n Bonaparte, y no lo son; algunos asesinos en serie se sienten dios, y tampoco, ?verdad? De dios sab¨¦is mucho los matadores, que siempre and¨¢is besando medallitas, antes de entrar a matar, o elevando los ojos al cielo con unas orejas reci¨¦n cortadas en la mano, unas orejas a¨²n calientes, las orejas de un individuo que agoniza a tus pies. As¨ª que como argumento no nos sirve, Manzanares. Y lo que tiene gracia (bemoles, dir¨ªan los de las piernas abiertas, a¨²n desconociendo que la bemol tiene mucho m¨¢s que ver con Mozart que con el descabello), lo que tiene maldita la gracia es que la impunidad de alguien frente al dolor que le inflige a otro dependa de un simple reflexivo: lo que ¨¦l "se siente" permite que desprecie lo que el otro "siente".
En fin, delirados hay, como dec¨ªamos, en todas partes. Lo delirante es que se les d¨¦ bola, como quien dice. M¨¢xime si se la da un ministro de Interior y, no digamos, una ministra de Cultura. Pero la deriva del Gobierno espa?ol es tal que hasta confunde a Mozart con un eructo. Despu¨¦s del espect¨¢culo de patio tambi¨¦n de luces que el partido autodenominado socialista nos ha dado en Madrid, Jim¨¦nez va, G¨®mez viene, y con la que le est¨¢ cayendo encima al Ejecutivo, incluida la salva de fachas que se le han alzado a la chepa a Zapatero en la parada militar hisp¨¢nica, no se les ocurre mejor idea para aportar algo de brillo a su maltrecha imagen que dedicarse a la gastroenteritis cultural: la pr¨¢ctica pol¨ªtica del reg¨¹eldo. Porque "aunque la tortura se vista de seda, tortura se queda", como se?ala Marta Esteban, presidenta de la plataforma La Tortura No Es Cultura. Porque de seda se visten los matadores para que brille m¨¢s el oro que la sangre, pero la de la arena se queda, espesa, derramada, y no hay brillos que la tapen sino areneros que la barren, y que no son precisamente modelos, aunque se vistan de Loewe o Armani, como Cayetano. S¨¢nchez Drag¨® los represent¨® muy bien en una reciente mascarada goyesca, que se llev¨® a cabo en la plaza de Ronda: fue barrendero de heces.
Todo esto tendr¨ªa mucha gracia (no de la de los bemoles, sino de la otra, de la de re¨ªrnos mucho con determinadas pintas) si no fuera porque las heces que el Gobierno socialista considera cultura y que se barren en la arena proceden del terror y de la diarrea provocada por los sulfatos que les ponen a los toros en el agua para que salgan a la plaza d¨¦biles y desorientados. En la arena, las heces se mezclan con la sangre derramada. La sangre que el Gobierno socialista considera cultura y que se desborda de un cuerpo martirizado para ilustrar a los presentes en el arte de hacer sufrir. No tiene ninguna gracia: supone una involuci¨®n en el desarrollo de este pa¨ªs. Pero adem¨¢s supone ignorar el sentir de una mayor¨ªa ciudadana que no necesita vestirse de comuni¨®n y abrirse de patas para defender la obviedad: que los toros y los caballos padecen indecibles sufrimientos f¨ªsicos y ps¨ªquicos, que torturar a un animal, un herb¨ªvoro, hasta la muerte es un espect¨¢culo indigno. Los antitaurinos no entendemos cu¨¢l es la raz¨®n para hacer este traspaso y muchos taurinos, tampoco.
A m¨ª me da en la nariz (?qu¨¦ peste!) que es un empe?o de la ministra de Cultura, que tiene que dar la cara ante esos amigos taurinos que ven en su mandato una oportunidad de oro y grana. ?Qu¨¦ se puede esperar de alguien que escribe: "Los picadores son mi personaje favorito en esta funci¨®n. Florito, s¨ª. Florito y sus cabestros"? Y Rubalcaba haci¨¦ndose la foto con los matadores. Una funci¨®n, no, esto es un circo romano. Eructo va, eructo viene. Qu¨¦ asco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.