Los cient¨ªficos de la colina
Las dos Espa?as educativas. Una, catecismo en mano, la recordamos bien. La otra, la de Giner de los R¨ªos y los krausistas, fructific¨® en la Junta para la Ampliaci¨®n de Estudios universitarios (JAE) de Jos¨¦ Castillejo, y en iniciativas pedag¨®gicas como la de ?ngel Llorca con el Grupo Escolar Cervantes, cercenadas tras la Guerra Civil. Espect¨¢culos como La colmena cient¨ªfica o El caf¨¦ de Negr¨ªn sirven para hacer memoria y para a?adir combustible al debate sobre la educaci¨®n. Su t¨ªtulo se refiere al caf¨¦ canario que el joven doctor Negr¨ªn, luego presidente de la Rep¨²blica, preparaba en los a?os veinte en su laboratorio de fisiolog¨ªa de la Residencia de Estudiantes, en compa?¨ªa de alumnos como el futuro Nobel Severo Ochoa o Francisco Grande Covi¨¢n.
LA COLMENA CIENT?FICA O EL CAF? DE NEGR?N
Autor: Jos¨¦ Ram¨®n Fern¨¢ndez. Teatro Mar¨ªa Guerrero, sala peque?a. Hasta el 14 de noviembre.
Quiere el t¨®pico que la Residencia, obra de la JAE, sea sobre todo el hogar madrile?o de Lorca, Bu?uel y Dal¨ª, pero all¨ª dict¨® conferencias la crema de la intelectualidad universal, desde Einstein a madame Curie, pasando por Stravinski y Le Corbusier, y funcionaron otros cuatro laboratorios con los que Castillejo, secretario de la JAE, y Santiago Ram¨®n y Cajal, su presidente, pensaban evitar nuestra proverbial fuga de cerebros.
Jos¨¦ Ram¨®n Fern¨¢ndez, que ha escrito el texto para conmemorar el centenario de la Residencia, sortea con fortuna el peligro hagiogr¨¢fico impl¨ªcito en este tipo de encargos y evoca las figuras de Cajal, Unamuno, ?ngel Llorca, Jos¨¦ Moreno Villa y de la maestra Justa Freire con humor y bonhom¨ªa, sin almibararlas. En la puesta en escena de Ernesto Caballero se intuye una tan feliz como poco com¨²n simbiosis entre autor y director: aquel ha permitido a este cortar p¨¢ginas enteras, rebajar el grado de lirismo de ciertos di¨¢logos y eliminar personajes como Curie y Grande Covi¨¢n, para dejar la historia centrada en la compleja y larga relaci¨®n que Negr¨ªn y Ochoa mantuvieron desde los a?os de la dictadura de Primo de Rivera.
El escen¨®grafo Curt Allen Wilmer y Juan G¨®mez-Cornejo, iluminador, consiguen transformar la peque?¨ªsima y poco agraciada sala de la Princesa, antigua cafeter¨ªa del Mar¨ªa Guerrero, en un espacio c¨¢lido y vibrante donde seis actores estupendos dan vida a los residentes, retratados con trazo breve y vigoroso. Cabe saludar la feliz vuelta a la escena de Pedro Oca?a, en el papel de Llorca, y, en especial, la seca retranca, la iron¨ªa y la humanidad que destila el poeta pintor Moreno Villa en la interpretaci¨®n de Jos¨¦ L. Esteban.
El caf¨¦ de Negr¨ªn ofrece con cierto nervio dram¨¢tico una versi¨®n sint¨¦tica de aquellos d¨ªas y una visi¨®n documental idealizada de aquellos hombres: la hora y pocos minutos que dura no deja tiempo para m¨¢s. Algunos residentes tuvieron un destino tr¨¢gico inmediato, otros se exiliaron tras la derrota republicana y otros se amoldaron a lo que vino. Espa?a se qued¨® sin mano izquierda, en espera de reimplante.
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