Historia de una cita
Cuando publiqu¨¦ Casi inocentes, mi cuarta novela, una cita de la Biblia encabezaba el texto: "Este es mi hijo amado, en quien me complazco". La cita se explica por el tema de la novela: la relaci¨®n entre padres e hijos. Registr¨¦ la cita como me hab¨ªan ense?ado en el colegio de jesuitas: "Mt. 17, 5". Mt. era el Evangelio de San Mateo, 17 el cap¨ªtulo y 5 el vers¨ªculo. La sorpresa lleg¨® con las pruebas de imprenta: hab¨ªan sustituido "Mt." por "Mateo". Llam¨¦ a la editorial y exig¨ª que se cambiara: los libros de la Biblia se citan como yo lo hab¨ªa hecho y el que no lo supiera merec¨ªa un cursillo de primaria. Claro que, imagin¨¦, en primaria ya no se ense?a a citar los libros de la Biblia, y seguro que esa ignorancia representa, para ciertos docentes sindicados, una conquista cultural. Logr¨¦ que en la primera edici¨®n se mantuviera la cita como yo la hab¨ªa escrito, pero pas¨® el tiempo y se hizo una edici¨®n de bolsillo. En las ediciones de bolsillo, el autor cuenta menos que un espantap¨¢jaros: por eso ahora aparec¨ªa "Mateo 17, 5", presumiendo que vincular Mt. con un Evangelio era una quimera para muchos. Eso bajo la hip¨®tesis de que el t¨¦rmino "Evangelio" no lo fuera tambi¨¦n.
Reflexionaba yo sobre la demolici¨®n de nuestra cultura cuando recib¨ª, tiempo despu¨¦s, la edici¨®n italiana de la novela y all¨¢ aparec¨ªa de nuevo nuestra cita. El texto transcrib¨ªa lealmente las palabras reveladas: "Questo ¨¨ el mio figlio prediletto, nel quale mi sono compiaciuto". Se habla de la nostalgia del lat¨ªn, pero yo, vasco mestizo, la extiendo al italiano. Me fascina que la lengua que me ense?¨® mi madre llegara dos mil a?os atr¨¢s, desde Italia, tra¨ªda por rudos legionarios que quiz¨¢s ni siquiera eran romanos. Aquel hecho extraordinario a¨²n pervive en mi garganta y en mi ordenador. Pero si me hab¨ªa molestado que en la edici¨®n castellana apareciera "Mateo", lo que deparaba la edici¨®n italiana era peor: ?una errata! Y la errata se extend¨ªa: ya no pon¨ªa "Mt. 17, 5", sino "Mc. 1, 11".
Pero me detuve y luego comprend¨ª: "Mc." era la abreviatura del Evangelio de San Marcos. Los tres evangelios sin¨®pticos, los tres textos del Canon excluido el de San Juan, guardan muchas coincidencias textuales. Abr¨ª la Biblia de mi infancia, aquella que pusieron en mis manos los jesuitas hac¨ªa m¨¢s de cuarenta a?os: en efecto, el texto de Marcos 1, 11 coincide con Mateo 17, 5. Escrib¨ª a la traductora de mis libros al italiano, y le pregunt¨¦ el motivo de la broma. Pero ella no hab¨ªa hecho el cambio. Pregunt¨® en la editorial y nadie supo explicarlo. Alguien, en el largo camino de la edici¨®n, se hab¨ªa tomado la molestia de cambiar la referencia de Evangelio, cap¨ªtulo y vers¨ªculo; alguien que conoc¨ªa bien la Biblia, que la conoc¨ªa mejor que yo. Se hab¨ªa prestado a un juego culto, gratuito, casi borgiano, y detr¨¢s de todo esto se esconde una met¨¢fora que a¨²n no soy capaz de descifrar.
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