?Qu¨¦ queda de Obama?
A la espera de los resultados electorales del 2 de noviembre, el presidente dem¨®crata parece haber fracasado en su voluntad de unir a la naci¨®n
Ninguna derrota como la que se avecina puede explicarse ¨²nicamente por el acierto de los vencedores. Obama ha cometido errores que han dado alas a sus enemigos. Es discutible si se trata de fallos de contenido o defectos de comunicaci¨®n, pero es indudable que sus dos primeros a?os de gesti¨®n han dejado insatisfechos tanto a los que votaron por ¨¦l como a los que votaron en contra. La nueva ley sanitaria y la reforma financiera, sus principales logros, palidecieron poco despu¨¦s de su aprobaci¨®n. El presidente ha fracasado en su voluntad de unir a la naci¨®n y ha perdido su conexi¨®n con los ciudadanos.
Como consecuencia, males que son achacables a la Administraci¨®n anterior, como la crisis econ¨®mica o la guerra de Afganist¨¢n, se atribuyen hoy a Obama, a quien, sin embargo, se le niegan m¨¦ritos tan evidentes como los de haber evitado la cat¨¢strofe financiera que se cern¨ªa sobre el pa¨ªs o el de haber restablecido las buenas relaciones de Estados Unidos con sus aliados y sus principales competidores internacionales.
Algunas cosas pod¨ªan haberse hecho de otro modo, y as¨ª parece reconocerlo la Casa Blanca con el relevo de algunos de los principales colaboradores del presidente. La izquierda ha echado en falta m¨¢s agresividad en el plan de est¨ªmulo para crear empleo y m¨¢s valent¨ªa en la reforma sanitaria. La derecha dem¨®crata se lamenta de que Obama haya agrandado la deuda y pretenda subir los impuestos a los ricos. Pero, probablemente, ninguna de esas recomendaciones hubiera servido para evitar que hoy la situaci¨®n fuese la que es. La victoria de Obama desat¨® una reacci¨®n primitiva de rechazo de la Am¨¦rica blanca y conservadora, que pens¨®, con obsesi¨®n paranoica, que una coalici¨®n de las ¨¦lites progresistas educadas y minor¨ªas raciales les estaba robando su patria. "?Devu¨¦lvannos el pa¨ªs!", gritan constantemente en las manifestaciones del Tea Party.
Ante la desorientaci¨®n de la izquierda, incapaz de ofrecerle a sus compatriotas un proyecto claro y convincente en respaldo de Obama, ese conservadurismo rural, con la ayuda de la cadena Fox, monopoliz¨® la opini¨®n p¨²blica con un mensaje sencillo que encuentra ra¨ªces en la sociedad norteamericana: frente al Estado, libertad. En poco tiempo, un 30% de los republicanos cre¨ªan que Obama era musulm¨¢n y, m¨¢s a¨²n, pensaban que Estados Unidos era un pa¨ªs socialista. As¨ª se le pregunt¨® abiertamente a Obama la semana pasada en una comparecencia en la cadena MTV. "Se?or presidente", le dijo una participante, "mi miedo es que vamos hacia el comunismo".
"Eso que usted dice es la prueba de la distorsi¨®n del debate actual", contest¨® t¨ªmidamente Obama. En efecto, esto parece de repente una lucha entre quienes defienden los principios de la revoluci¨®n americana y de su Constituci¨®n contra un grupo de renegados que trabajan para causas extranjeras.
Nadie mejor para pescar en esas aguas que un maestro del juego sucio como Karl Rove, quien el a?o pasado supo poner en marcha la maquinaria para canalizar todo ese rencor y obtener rentabilidad electoral.
Esto no es, sin embargo, el fin de Obama. Pese a haber ca¨ªdo hasta un 45% en las encuestas, el presidente es a¨²n el pol¨ªtico m¨¢s popular del pa¨ªs. Los dos a?os por delante pueden dar todav¨ªa para mucho. Es tiempo suficiente para que Obama reconecte con el p¨²blico y tambi¨¦n para que aparezcan, cuando tenga que decidirse el nombre de un candidato presidencial, divisiones en el campo rival.
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