Un actor
Siempre recordar¨¦ a Manuel Alexandre sentado en el Gij¨®n, con el tique de la consumici¨®n enrollado a modo de peque?o pincel, que mojaba en el rescoldo del caf¨¦, con el que pintaba un desnudo femenino en el papel de la servilleta, levemente escorado sobre el velador. Era la forma de abstraerse de la tertulia cuando se hablaba de problemas que no le interesaban o le tra¨ªan un mal recuerdo o hab¨ªa alg¨²n gafe en la mesa. Llevaba todav¨ªa en los huesos todo el miedo de la Guerra Civil. Ten¨ªa un concepto catastr¨®fico del ser humano, pero si en Espa?a se hubiera celebrado un concurso de recibir aplausos, cron¨®metro en mano, Manuel Alexandre lo habr¨ªa ganado sin ninguna duda, m¨¢s que ning¨²n otro personaje de cualquier rango, clase u oficio. Fue muy amado por tenderos, camioneros, oficinistas, jubilados, amas de casa, presidentes de Gobierno, gente alta y baja, j¨®venes y viejos. Hasta poco antes de morir, algunos en la calle a¨²n le felicitaban por el Premio Nobel al confundirlo con el poeta de su mismo apellido. Manolo Alexandre lo mismo te recitaba sobre la marcha un soneto de Quevedo que te daba ideas para arreglar un grifo o un caldero mientras cruzabas con ¨¦l un paso de cebra. Fue culto, muy le¨ªdo, de costumbres consolidadas. Rafael Azcona dec¨ªa: "Se nota que ya es primavera porque Manolito Alexandre ha dejado la bufanda cruzada y se ha puesto la pescadora". Lo ¨²nico que le hac¨ªa llorar era el recuerdo de las noches de Pasapoga con su amigo Fern¨¢n-G¨®mez y el amor de algunas mujeres. Hab¨ªa aprendido el oficio bajo el bombardeo de Madrid, con toda la vida por delante en pensiones con olor a coliflor, corralas y camerinos hasta que, siendo por antonomasia el actor secundario en 300 pel¨ªculas, consigui¨® ser protagonista en dos de ellas a los 90 a?os, algo que no ha logrado ning¨²n actor del mundo, Hollywood incluido, y que podr¨ªa ser llevado al Guinness. Bati¨® otro r¨¦cord. Fue el ¨²nico en ser atropellado por su propio coche al ponerse delante para detenerlo con las manos en la rampa de un garaje. Dos sucesos por los que puede pasar a la historia. Hab¨ªa que quererle. Cuando llegu¨¦ al Gij¨®n, hace mil a?os, ¨¦l ya estaba all¨ª pintando con el rescoldo del caf¨¦ a la mujer so?ada.
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