Don Cenizo de la Mancha
Es una de esas historias que enternecen al pueblo llano, cuando hay pueblo llano. Hoy se entrega, con aparente fruici¨®n, al fen¨®meno de una mujer normal, atrapada por el drag¨®n de la tele, a¨²n no digerida, pero que no tardar¨¢ en sumirse en las tranquilas aguas del anonimato. Un distinto acontecimiento, con personajes, antecedentes y peripecias distintas, pero en la l¨ªnea del suspense popular, tuvo en vilo al ciudadano medio.
El asunto se ha desarrollado con poco redoble medi¨¢tico, a la espera de que se confirmara el gran follet¨ªn: se?orito guapo, rico, soltero y noble; la modesta cocinera, el embarazo clandestino y el envoltorio depositado en el torno de la inclusa, o donde fuera. Los a?os pasan y aquel ni?o confiado a la caridad p¨²blica crece con la energ¨ªa que mueve al mundo y son las ganas de vivir, una fuerza tit¨¢nica. No ha conocido a su madre ni sospechado la identidad del padre, pero se desenvuelve con diversa fortuna, sorbiendo una vida con altibajos de diapas¨®n siempre en sordina. Un ni?o corriente en la inmensa legi¨®n an¨®nima, simp¨¢tico y vivaz, que va desarrollando una existencia de tan poco relumbre que lo m¨¢s distinto que acomete es tocar la trompeta, con cierto garbo, y gana nombre propio: Pepe el Trompeta o el Trompetista, pasado por un rosario de oficios que parece desempe?¨® con talante acomodaticio.
Triunfaban los programas de televisi¨®n donde se descubr¨ªa algo no tan obvio: el pasado
Pero -?ay!- triunfaban los programas de televisi¨®n donde se descubr¨ªa algo que en muchos casos no era tan obvio: el pasado. Fascinaba el espacio que condujo Paco Lobat¨®n, con el rom¨¢ntico t¨ªtulo de ?Qui¨¦n sabe d¨®nde?, a la busca de tesoros geneal¨®gicos perdidos. Y la amiga de la amiga de una conocida de la prol¨ªfica cocinera lanz¨® la confesi¨®n, en el lecho de muerte, de una humilde mujer afirmando que el amo Larios la hab¨ªa pre?ado y se desentendi¨® de las consecuencias. El clarinazo de la tele puso en movimiento muchas instancias, entre otras la de una juez de Albacete que de un golpe de mallete quiso aclarar si la extensa finca de Los Llanos podr¨ªa pertenecer al m¨²sico charanguero. No es la m¨¢s grande de la regi¨®n, pero una de las mayores, antiguo y pr¨®digo coto de caza, por donde hab¨ªan pasado las mejores y menos buenas escopetas del mundo. Apenas se plantaba el ma¨ªz suficiente para que comieran las perdices all¨ª acogidas. Se ha dicho que acotaba 11.000 hect¨¢reas; eran algunas m¨¢s y hoy apenas tiene que ver con su pasado casi yermo y cineg¨¦tico. Lo s¨¦ por haber tenido la fortuna de una fraternal amistad con su ¨²ltimo propietario y su esposa, aquel fallecido, con lugar entre los pocos y buenos amigos que le dejan a uno.
El presunto gal¨¢n, Jos¨¦ Larios, era un soltero de oro; contrajo matrimonio con una extraordinaria mujer de la buena sociedad malague?a, pero sin dote, llamada Pilar Pr¨ªes, que ten¨ªa un hijo de precedentes nupcias, mi amigo. El marqu¨¦s nunca tuvo descendencia y prohij¨® al reto?o leg¨ªtimo de su esposa, a la que fue a parar, ¨ªntegra, la cuantiosa herencia, aunque no los t¨ªtulos nobiliarios que emprenden otra ruta sucesoria. Larios muri¨®, en plena madurez y su cuerpo guardado qued¨® en el mausoleo de la iglesia aneja a la finca.
Por estas ¨¦pocas invernales empezaba el tiroteo de los cazadores: aqu¨ª vinieron Nixon, Bush padre, los condes de Par¨ªs, banqueros, pol¨ªticos de relieve, reyes, pr¨ªncipes y fue lugar predilecto del general Franco, hasta que el heredero se separ¨® de su esposa e inici¨® una fruct¨ªfera relaci¨®n con la hermosa e inteligente mujer que le dio tres hijas y muchos a?os de felicidad. Hoy la finca est¨¢ desconocida. Mi amigo, el marqu¨¦s de Pa¨²l, se dedic¨® a ella con vocaci¨®n de labrador, busc¨® y encontr¨® agua, transform¨® el secano en regad¨ªo buena parte e inici¨® lo que la viuda est¨¢ completando, con talento y tes¨®n: la cr¨ªa de ovejas, la fabricaci¨®n industrial de quesos y la aventura de plantar vi?as que ya dan un excelente vino, bajo la denominaci¨®n de Maza Cruz, nombre de uno de los cortijos englobados en sus lindes.
O sea, que se si Pepe el Trompetista, que ya se ve¨ªa poderoso estanciero, hubiera resultado de la estirpe Larios, ser¨ªa propietario de una tierra much¨ªsimo m¨¢s valiosa que en tiempos de su fallido progenitor. A rese?ar el rid¨ªculo que hizo la jueza manchega y el s¨¦quito legal que acariciaba con el deseo aquel premio gordo. Porque, exhumados los restos, el ADN del marqu¨¦s continu¨® siendo est¨¦ril. El Ceniciento sali¨® cenizo.
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