M¨¢s madera en las pensiones
El Congreso es un lugar en el que el pensamiento que afirma o niega, que continuamente sentencia a cara o cruz, parece a veces la ¨²nica forma de razonar. "Estos son los Presupuestos del hachazo a quienes ya no tienen con qu¨¦ defenderse: los pensionistas": Mariano Rajoy (PP). Medidas como la congelaci¨®n de pensiones son propias de un Gobierno "dogm¨¢tico y ultraliberal": Joan Herrera (ICV). En medio de ese mar de los sargazos, la vicepresidenta Salgado nadaba ayer a favor de ese recorte (a favor de todos ellos) con un argumento-salvavidas: la necesaria, la implacable austeridad.
El Gobierno vendi¨® esa idea de la congelaci¨®n de pensiones para aplacar a los mercados, y en cambio no ha sabido publicitar que al final quiz¨¢ no haya tal congelaci¨®n: en 2009 los pensionistas ganaron poder adquisitivo; recuperar¨¢n la subida de precios de 2010 y, solo a partir de 2011, se dejar¨¢ notar la tijera. Es probable que no pierdan poder adquisitivo en esta crisis.
Pero el foco est¨¢ en el lugar equivocado. La paga de los pensionistas es importante; lo fundamental es otra cosa. En el primer cap¨ªtulo de esta historia los mercados atacaron, Bruselas aprob¨® el plan de rescate y, a cambio, Zapatero se comprometi¨® a un doloroso ajuste: recortes de gasto (como la citada congelaci¨®n de pensiones), reforma financiera y laboral. Las aguas se han calmado, pero no del todo. Y el Gobierno prepara ya un segundo cap¨ªtulo: reforma de pensiones y de la negociaci¨®n colectiva. M¨¢s madera: medidas tambi¨¦n dolorosas, pero de forma m¨¢s abstracta. No afectan directamente al bolsillo pero, en tiempos de crisis, las reformas no suelen hacerse precisamente para ganar derechos.
La reforma pas¨® por el Congreso casi de puntillas, pero el hecho es que ya est¨¢ ah¨ª. Puede que sea necesaria porque el sistema de pensiones se cre¨® en un momento en el que la esperanza de vida era similar a la edad de jubilaci¨®n, algo que hace v¨¢lido el argumento de Salgado cuando dice que el problema no se ver¨¢ este a?o o el pr¨®ximo, sino m¨¢s adelante. Y a la vez la sospecha de que se hace a traici¨®n, aprovechando el momento de debilidad. Enric S¨°ria dec¨ªa que vivimos en una ¨¦poca f¨¢ustica: diablos y espectros rondan cerca de las revelaciones. El fundamentalismo de la austeridad emerge como la nueva fe. Incluso en algo tan terrenal como la pensi¨®n.
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