Ojos vagos
Hace 10 a?os ?scar Tusquets, el arquitecto que llev¨® a cabo la reforma del Palau de la M¨²sica, public¨® Dios lo ve. En este excelente libro se reflexiona, entre muchas otras cosas, sobre la precisi¨®n en la arquitectura, sobre el trabajo bien hecho, sobre la voluntad art¨ªstica que se expresa en la fachada semioculta del Palau, decorada y trabajada como la principal. El libro habla, en resumen, de hacer las cosas lo mejor que se pueda, para que duren y para que otros las aprovechen. Puede parecer una obviedad, pero eso no quiere decir que sea f¨¢cil: las casas de cristal -como el Palau- son muy fr¨¢giles.
Hace ya algo m¨¢s de un a?o se conoci¨® la noticia del desfalco del Palau. A decir verdad, lo ¨²nico que me ha sorprendido de todo este caso fue una imagen del primer d¨ªa. Se la describo y seguro que la recuerdan: Millet se mete en un coche a toda prisa mientras otro se?or intenta ocultar su rostro a las c¨¢maras con un paraguas y, una vez dentro, Millet se tapa la cara y se acurruca en su asiento. El resto del caso Palau entra dentro de lo posible. Nos puede sorprender la cuant¨ªa, pero lo del desfalco era m¨¢s que probable habida cuenta que Dios miraba hacia otra parte y que los gestores de la cosa p¨²blica y los sonrientes pr¨®ceres miraban hacia donde mandaba don F¨¨lix, que para eso estaban. Pero que se tapase la cara, lo siento, no lo entiendo. Hab¨ªa aparecido en miles de fotos: fotos con ni?os del coro, fotos con ancianitas, fotos con pol¨ªticos de todos los colores, fotos con ¨®rgano al fondo, fotos con casco de obra durante la reforma del Palau, fotos con consejeros de Administraci¨®n...
Dios no lo miraba y quienes ten¨ªa a su alrededor se anudaban esa venda que solo deber¨ªa llevar la justicia
Si era uno de los hombres con m¨¢s p¨ªxeles del mundo y si, adem¨¢s, sab¨ªa que a partir de ese momento ser¨ªa la estrella invitada, ?por qu¨¦ se tap¨® la cara? La ¨²nica explicaci¨®n que se me ocurre es que tuvo un momento de flaqueza, de arrepentimiento fugaz pero verdadero. Como el Ad¨¢n de Massaccio, que hasta donde yo s¨¦ es el primer hombre que se tapa as¨ª la cara en Occidente, pero ni Millet es Ad¨¢n ni la providencia lo ha expulsado de para¨ªso alguno. No, Dios no lo miraba y los hombres que ten¨ªa a su alrededor se anudaban a conciencia esa venda que solo deber¨ªa llevar la justicia. Lo dem¨¢s, cuadra. Al lector le puede parecer que se trata de un art¨ªculo de un g¨¦nero que se basa en hacer le?a del ¨¢rbol ca¨ªdo, pero sucede que el ¨¢rbol no ha ca¨ªdo, sigue en pie. Y esa especie de ¨¢rbol en concreto tiene una salud de hierro. Dicen los entendidos que la superficie de bosque aumenta en Catalu?a a?o tras a?o.
Se entiende todo: me imagino la normalidad a lo Jeckyll y Hyde que adquiere el delito continuado; pienso en la impunidad cotidiana de los d¨ªas de frac y estreno; recuerdo la aparente intrascendencia del tique de caf¨¦ y cruas¨¢n a cargo del Palau; el reconocimiento y los aspavientos ret¨®ricos de diversos articulistas de sala; premios, loas, laureles... Detr¨¢s de tantas fachadas ocultas a los ojos de Dios y a los simples mortales de gallinero, la vida podr¨ªa haber sido maravillosa... Hasta que ese ordenador que todo lo ve y que cuenta lo que le da la gana, Hacienda, se frot¨® los ojos.
Despu¨¦s del esc¨¢ndalo, nada, a cara descubierta, como antes: en la carta de arrepentimiento que remiti¨® al juez confes¨® un pecado venial de tres millones cuando eran m¨¢s de 30. Por un momento, pens¨¦ que alguien m¨¢s se tapar¨ªa la cara, ni que fuese un momento, si alguien estaba bien relacionado era Millet. Pero no, nada. A ellos, Dios ni los ve, ni los mira, ni los aprieta, ni los ahoga.
es escritor.
Francesc Ser¨¦s
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