"Hab¨ªa una trama para matarme en Guatemala"
El fiscal Carlos Castresana, pionero contra la corrupci¨®n en Espa?a y azote de Pinochet, ha vuelto a Espa?a despu¨¦s de tres a?os de comisionado de la ONU contra la impunidad en Guatemala. En esta entrevista relata su lucha en aquel pa¨ªs y la brutal campa?a de acoso a la que fue sometido
Logr¨® sentar en el banquillo a Jes¨²s Gil, el todopoderoso presidente del Atl¨¦tico de Madrid y luego alcalde de Marbella, en lo que represent¨® la primera batalla jur¨ªdica contra la corrupci¨®n. Impuls¨® el proceso contra el ex dictador chileno Augusto Pinochet. Intervino decisivamente en el procesamiento del presidente guatemalteco Alfonso Portillo por corrupci¨®n. Ha sido el azote de corruptos y narcotraficantes. Y durante los ¨²ltimos tres a?os ha sido jefe de la Comisi¨®n Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Inici¨® una investigaci¨®n que hace unos d¨ªas culmin¨® con la detenci¨®n en Madrid de Carlos Vielmann, ex ministro de Gobernaci¨®n, por su presunta implicaci¨®n en la ejecuci¨®n extrajudicial de siete presos. Hace un par de meses dej¨® el cargo y volvi¨® a Espa?a, donde ocupa una plaza en la Fiscal¨ªa del Tribunal Supremo. La campa?a de acoso y derribo desatada contra ¨¦l, as¨ª como el serio riesgo que corr¨ªa su vida, fueron el desencadenante de su regreso.
"En la opini¨®n p¨²blica espa?ola hay una excesiva tolerancia con la corrupci¨®n, que es el c¨¢ncer del sistema democr¨¢tico"
"Tengo un documento que se incaut¨® a unos grupos clandestinos que dec¨ªa que yo era incorruptible, lo cual les agradezco"
Carlos Castresana Fern¨¢ndez (Madrid, 1957) cree que Guatemala est¨¢ muy mal, pero que si se organiza debidamente, tiene salvaci¨®n y no es un pa¨ªs condenado a convertirse en un Estado fallido. Cuando ¨¦l lleg¨® all¨ª en 2007 era el flamante comisionado designado por la ONU, pero no ten¨ªa personal, ni sede, ni presupuesto, ni infraestructura. Sus primeros meses de mandato los tuvo que dedicar a poner aquello en pie.
Cuando aterriz¨® de lleno, se dio cuenta de que la situaci¨®n era peor de lo que ¨¦l mismo cre¨ªa: hab¨ªa una corrupci¨®n end¨¦mica, una situaci¨®n casi de colapso del sistema de seguridad y justicia, de forma tal que el 98% de los delitos quedaban impunes. No solo las instituciones eran ineficientes, sino que estaban infiltradas y dome?adas por estructuras criminales muy poderosas que las imped¨ªan funcionar.
En el a?o 1996, tras los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra civil en Guatemala, los grupos que hasta entonces hab¨ªan estado envueltos en la violaci¨®n de derechos humanos, en el tr¨¢fico de armas o de drogas deciden apoderarse de la polic¨ªa y la judicatura para garantizarse su impunidad. Esos grupos, explica hoy Castresana, vienen a decir: "Pongamos nosotros a nuestros peones dentro del sistema judicial para asegurarnos de que ninguna acci¨®n que pueda dirigirse contra nosotros pueda prosperar". Esa infiltraci¨®n, dise?ada y continuada sin oposici¨®n durante una d¨¦cada, afectaba al tejido estatal. Y en esa tesitura aterriz¨® el paracaidista Castresana, con la misi¨®n de poner orden.
-Lo primero que hice fue limpiar la Polic¨ªa Nacional Civil, la fiscal¨ªa general y el organismo judicial. Con la dificultad de que remover a los jueces era m¨¢s dif¨ªcil porque la presidencia de la Rep¨²blica no pod¨ªa incidir en ese sistema. En el primer a?o contribuimos a la destituci¨®n del director y subdirector de la polic¨ªa, que estaban involucrados en la estructura de corrupci¨®n. En 2009 metimos en la c¨¢rcel a los siguientes directores de la polic¨ªa por narcotr¨¢fico. La polic¨ªa era la instituci¨®n que estaba peor. Comprobamos con hechos que toda la c¨²pula del ministerio fiscal estaba involucrada y el propio fiscal era incapaz de hacer frente a la impunidad. Por eso me fui a ver al presidente de la Rep¨²blica y le ped¨ª que lo destituyera. As¨ª, en julio de 2009 fue destituido el fiscal Juan Luis Florido y fue nombrado otro fiscal general, que pidi¨® la renuncia de todos los jefes de las fiscal¨ªas m¨¢s importantes, a la vez que se creaba la fiscal¨ªa especial de la CICIG.
-?Y la judicatura?
-En octubre de 2009 aprovechamos la renovaci¨®n de la Corte Suprema y conseguimos que tres magistrados fueran removidos despu¨¦s de ser electos y que otros tres no llegaran a ser electos. Eso tuvo unos efectos muy ben¨¦ficos: fue un mensaje muy claro para el resto de los jueces ordinarios, que pensaron que si la comisi¨®n internacional era capaz de remover magistrados de la Corte Suprema, podr¨ªan remover a cualquiera. Y hubo un cambio de actitud.
-Su pelea por el nombramiento de jueces y fiscales limpios en Guatemala fue una constante durante su mandato. Otra de estas batalla fue el caso del fiscal general Conrado Reyes, ?no?
-Lo que sucedi¨® es que el presidente de la Rep¨²blica, ?lvaro Colom, nombr¨® inopinadamente en 2010 a una persona que claramente era no id¨®nea. En una semana tuvimos las evidencias de que estaba abriendo la puerta a los sectores m¨¢s corruptos y algunos vinculados al crimen organizado. Ese fue uno de los detonantes de mi renuncia porque yo le hab¨ªa pedido al presidente reiteradamente que no nombrase a esta persona. Despu¨¦s de nombrarla, le ped¨ª con mucha contundencia que le destituyera. El presidente nunca le destituy¨®. En esas condiciones, yo no pod¨ªa seguir trabajando porque mi contraparte principal era el fiscal general. Afortunadamente, mi renuncia sirvi¨® como revulsivo y tres d¨ªas despu¨¦s la Corte de Constitucionalidad destituy¨® a Reyes.
Otro asunto en el que Castresana intervino decisivamente fue en el arresto de Alfonso Portillo, presidente de Guatemala entre 2000 y 2004. Para ello tuvo que conseguir que la fiscal¨ªa federal de Manhattan (Estados Unidos) le acusara de lavado de dinero. "Eso supuso un cambio hist¨®rico en la percepci¨®n que en Guatemala hab¨ªa sobre la administraci¨®n de justicia", recuerda el fiscal espa?ol con orgullo. "Permiti¨® a los guatemaltecos albergar la esperanza de que el sistema de justicia funcione al demostrar que no hay nadie por encima de la ley. Ese era un mensaje que Guatemala necesitaba. Despu¨¦s, el embajador de Guatemala dijo que la CICIG hab¨ªa ense?ado a los guatemaltecos qu¨¦ hizo ganar las presidenciales a Obama: Yes, we can, s¨ª se puede".
El fiscal pudo comprobar el alt¨ªsimo ¨ªndice de criminalidad que padece el pa¨ªs centroamericano. No solo por la delincuencia com¨²n tradicional, sino por las maras, que son aut¨¦nticos ej¨¦rcitos con miles de miembros, menores de edad, que no tienen ning¨²n respeto por la vida, junto con las bandas de crimen organizado locales y transnacionales.
Lo sabe bien Castresana, que explica: "El fen¨®meno delictivo es desbordante y la capacidad del Estado ha quedado rebasada. En ese contexto fue cuando Guatemala acudi¨® a la ONU y le pidi¨® ayuda a la vista de que el resultado de sus tribunales era tan escu¨¢lido como que el 98% de los delitos quedaban impunes. Despu¨¦s de 36 a?os de guerra civil, se estima que hay 300.000 armas de fuego en circulaci¨®n fuera de control. Es una situaci¨®n explosiva".
Pero ah¨ª no acaban los acuciantes problemas del pa¨ªs, azotado por lo que se conoce como limpieza social: la manera brutal y despiadada de eliminar a prostitutas, toxic¨®manos, ni?os de calle, j¨®venes miembros de las maras...
"Hubo un repunte entre 2004 y 2005 muy importante. Pero esto se produc¨ªa y se sigue produciendo. Donde el sistema de justicia no funciona, la tentaci¨®n es tomarse la justicia por propia mano. Y hay un sector muy importante de la sociedad guatemalteca que todav¨ªa hoy bendice esa clase de acciones y dice: como el delincuente va a ser absuelto, mejor mat¨¦mosle y as¨ª nos ahorramos el juicio y nos aseguramos de que no vuelve a hacer da?o. As¨ª se elimina a personas consideradas dispensables en ese contexto aberrante".
Esa especie de escuadrones de la muerte han existido durante todos los Gobiernos desde la firma de los acuerdos de paz... y los sigue habiendo con el actual presidente, Colom, seg¨²n Castresana. Como tampoco se aprecia una disminuci¨®n en esa terrible tragedia que supone el asesinato de mujeres (un promedio de 700 cada a?o), v¨ªctimas de la violencia de g¨¦nero.
-Esa labor suya de limpieza no ser¨ªa pac¨ªfica... Supongo que usted y sus colaboradores sufrir¨ªan amenazas. ?En alg¨²n momento temi¨® por su integridad?
-En alg¨²n momento se computaron hasta 60 incidentes de seguridad de relevancia, aunque ninguno fatal. Lo importante es resaltar la acumulaci¨®n de los adversarios de la CICIG. Cuando nosotros llegamos, cre¨ªan que nos ¨ªbamos a dedicar a hacer estad¨ªsticas, informes... Pero vieron que est¨¢bamos atacando las estructuras criminales. En el ¨²ltimo a?o hicimos 150 capturas de personajes de primer nivel: un ex presidente de la Rep¨²blica, un ministro de Defensa, un ministro de Finanzas, cuatro ministros de Gobernaci¨®n, dos directores generales de la polic¨ªa, dos fiscales generales, tres magistrados de la Corte Suprema... El ¨¦xito en esas investigaciones nos dio un apoyo popular, pero tambi¨¦n una acumulaci¨®n creciente de enemigos en los partidos y los poderes f¨¢cticos. Yo llegu¨¦ a ser un personaje con demasiada controversia y consider¨¦ que mi tarea estaba cumplida y que ayudaba a Naciones Unidas y a Guatemala mejor fuera que dentro. Me granje¨¦ demasiadas animadversiones en los tres poderes del Estado y mi presencia era m¨¢s un estorbo que una figura ¨²til. No me habr¨ªa granjeado tantos enemigos si me hubiera dedicado a hacer estad¨ªsticas; los malos habr¨ªan estado muy contentos.
-?Se sinti¨® usted en peligro?
-S¨ª. En mi ¨²ltima etapa, mi jefe de seguridad lleg¨® a pedirme que saliera del pa¨ªs y dirigiera la comisi¨®n fuera de Guatemala. Hab¨ªa una incipiente organizaci¨®n de un atentado que habr¨ªa culminado con un intento de matarme. Hab¨ªa una trama constituida para matarme.
-Durante su mandato hubo quienes le acusaron de cobrar un sueldo de 25.000 d¨®lares al mes, adem¨¢s de mantener unas relaciones ad¨²lteras con una abogada jamaicana que estaba a sus ¨®rdenes y a la que hab¨ªa colocado.
-Eso era parte del gui¨®n de una campa?a de desprestigio. El problema es que esta campa?a de desgaste no ten¨ªa casi respuesta por parte de quien deber¨ªa haber defendido institucionalmente a la CICIG. Nuestra fuerza era sobre todo moral, de manera que si te desgastan la credibilidad, pues pr¨¢cticamente te desarman. La campa?a fue brutal. Yo hab¨ªa padecido cosas parecidas en Espa?a, pero aqu¨ª eso no incid¨ªa de una manera tan significativa en el trabajo ni en los resultados. All¨ª, en Guatemala, lleg¨® un momento en el que s¨ª afectaba. Era una campa?a de dos individuos de extrema derecha, pero atacaba a uno de los talones de Aquiles de la comisi¨®n de la ONU, que era su credibilidad en cuanto a la neutralidad pol¨ªtica de sus acciones. Eso hac¨ªa inconveniente que yo siguiera.
-?Lo de su supuesta amante ten¨ªa alguna base?
-No, ninguna. Ninguna. Pero si era materialmente imposible... Yo viv¨ªa rodeado permanentemente, durante 24 horas al d¨ªa, de 16 escoltas y no ten¨ªa vida privada. Eso era tan falso como lo que se dec¨ªa de que yo hab¨ªa contratado a alguna colega a la que le hab¨ªa duplicado el sueldo. Yo ni contrato ni pongo los sueldos de otros colegas, sino que los pone Naciones Unidas.
-Dice que intentaron desprestigiarle y matarle. ?No intentaron corromperle?
-No, nunca lo intentaron. Tengo guardado un documento que se incaut¨® a unos grupos clandestinos en el que se dec¨ªa que yo era incorruptible, lo cual les agradezco. Hab¨ªan pensado corromperme. Pero el documento dec¨ªa literalmente: "Descartado; es incorruptible".
-?Qu¨¦ piensa de la justicia universal?
-Creo que es posible aplicar la justicia universal. Los progresos que se van haciendo se tienen que consolidar en periodos muy largos de tiempo. Hay que ser paciente y constante. Lo de Pinochet fue posible en 1998 porque est¨¢bamos en la luna de miel que discurri¨® desde el final de la guerra fr¨ªa hasta los atentados del 11-S. Antes y despu¨¦s de esas fechas habr¨ªa sido imposible. Desde 2001, las circunstancias han vuelto a ser adversas. Sin embargo, desde la llegada del presidente Obama empieza a revertir. Estamos algo mejor que hace unos a?os. Creo que la CICIG es un modelo intermedio entre la justicia estrictamente dom¨¦stica y la justicia internacional pura. La comunidad internacional, desde Naciones Unidas, puede ayudar a un Estado miembro que se encuentre en graves apuros de seguridad y justicia. Una fiscal¨ªa internacional que ayude a la fiscal¨ªa local a traer casos ante los tribunales locales est¨¢ demostr¨¢ndose como un remedio eficaz y no tan invasivo como la justicia puramente internacional, que implica una cierta lesi¨®n a la soberan¨ªa, al llevarse a los inculpados a La Haya.
-?No est¨¢ habiendo en Espa?a un cuestionamiento, un retroceso, en el concepto de justicia internacional?
-La justicia universal ha sido restringida de manera indebida. Una cosa es que la administraci¨®n de los casos deber¨ªa haber sido m¨¢s prudente en ocasiones. Pero la justicia universal es universal por definici¨®n, de manera que reducirla a la existencia de v¨ªctimas de nacionalidad espa?ola significa negar su sustancia. Yo creo que es mucho m¨¢s valorado desde el exterior que desde Espa?a el aporte que Espa?a ha hecho a la justicia internacional desde el caso Pinochet en adelante. El precedente es admirado y reconocido, y yo soy mucho m¨¢s conocido fuera de Espa?a que dentro. Espero todav¨ªa que, al menos por jurisprudencia, se pueda rectificar esa tendencia y que los casos que est¨¢n vivos, que algunos son muy importantes, sigan adelante y seamos una referencia de la justicia del siglo XXI.
Castresana fue pionero en la lucha contra la corrupci¨®n en Espa?a. Ahora que ha vuelto a casa, despu¨¦s de tres a?os de ausencia, se ha encontrado con asuntos como el caso Malaya, el caso G¨¹rtel y otros que salpican a pol¨ªticos e instituciones.
-Viniendo desde fuera se percibe en la vida p¨²blica una crispaci¨®n que no est¨¢ justificada. El pa¨ªs no est¨¢ tan mal. No hay m¨¢s que comparar con Am¨¦rica Latina, donde hay pobreza extrema, falta de futuro... En Espa?a no hay nada de eso. Hay crisis econ¨®mica y problemas pol¨ªticos, s¨ª, pero eso no justifica tanta crispaci¨®n. En la lucha contra la corrupci¨®n se ha mejorado. Desde que yo estaba en la fiscal¨ªa anticorrupci¨®n se han producido avances: todos a los que yo infructuosamente acus¨¦ en Marbella, como pionero en este tema, est¨¢n en la c¨¢rcel multiprocesados. Pero en la opini¨®n p¨²blica percibo una excesiva tolerancia con la corrupci¨®n, que es el c¨¢ncer de cualquier sistema democr¨¢tico. Los ciudadanos deben castigar a sus gobernantes en las urnas, pero no percibo que eso se est¨¦ produciendo. M¨¢s bien al contrario: mientras los servicios p¨²blicos funcionen bien, la conducta de los gobernantes se tolera con un nivel de aceptaci¨®n que no es el procedente.
-?Qu¨¦ se puede hacer?
-Yo creo que hay que hacer pedagog¨ªa y decirles a los ciudadanos: ustedes son los due?os, los pol¨ªticos son solo gestores, y no pueden tolerar esa clase de conducta. ?Queremos parecernos a una rep¨²blica bananera o a un Estado de derecho donde los bolsillos de los gobernantes son de cristal? Yo creo que tenemos que aspirar a que los bolsillos de los gobernantes sean de cristal.
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