Safari con los mayores expertos en leones
Dereck y Beverly Joubert sustituyen los rifles de los cazadores por sofisticados sistemas de filmaci¨®n. La famosa pareja, expertos en leones y leopardos, llevan 30 a?os retratando juntos la fauna africana. 'El Pa¨ªs Semanal' les ha acompa?ado a Kenia en su ¨²ltimo proyecto para National Geographic, una ambiciosa serie documental sobre las migraciones de los animales.
"Le¨®n", dice Dereck Joubert. Beverly asiente y enfoca el potente teleobjetivo hacia donde se?ala su marido. Sin dudar un instante, Moses, el conductor kikuyo, gira la llave del encendido, mete la primera y el todoterreno arranca pegando un brinco. Ah¨ª vamos.
En la ancha sabana de la reserva de Masai Mara no se ve en este momento un le¨®n ni por asomo. Cebras y ?us s¨ª, miles. Y gacelas, impalas, facoceros, b¨²falos, incluso unas elegantes jirafas, dos chacales, y un avestruz macho entregado a su enloquecida danza nupcial. Pero ?leones?, no, definitivamente, por m¨¢s que aprietes los prism¨¢ticos contra los ojos muy abiertos y enrojecidos por el polvo hasta que te duelen. Sin embargo, cuando Moses vuelve a detener el jeep ah¨ª est¨¢ la fiera. Una leona enorme, musculosa, con las fauces entreabiertas como si aspirara con deleite todo el aroma salvaje del Serengueti, que es mucho. ?C¨®mo la has visto?, le pregunto en un susurro -no es cosa de molestar al felino- a Dereck, atento bajo el bonito sombrero que, con la larga melena y la barba, le da un sorprendente aspecto de Bill Cody o de general Custer. En Botsuana le llaman a Dereck radetau, que significa en setsuana "padre de leones". Beverly sonr¨ªe ante la pregunta. "Por la actitud de los dem¨¢s animales", explica pacientemente, " la posici¨®n de los reba?os, la direcci¨®n de las miradas: todo apuntaba hacia el sitio donde estaba semioculta".
"?El peor momento? Cuando nos metimos en un r¨ªo con cocodrilos y se nos par¨® el coche en medio"
"Tratamos siempre de ser imparciales frente a la fiereza de ¨¢frica. Nunca intervenimos"
"Solo quedan 22.000 leones en libertad. necesitan desesperadamente ser protegidos"
"No hay nada cruel en el leopardo o el le¨®n. Destruir el planeta y lo que hay en ¨¦l, Eso s¨ª es cruel"
"Tras EE UU y Alemania, Espa?a es el pa¨ªs con m¨¢s cazadores en ?frica. Escriba contra ello"
Los Joubert (?hay que verles seguir un rastro, interpretar una huella!) se mueven en su terreno y leen como un libro abierto este escenario primigenio de hierba y cielo donde se libra cada minuto desde hace una eternidad el dram¨¢tico juego de la vida y la muerte. No en balde llevan 30 a?os -los mismos que hace que est¨¢n casados- estudiando juntos los animales en su entorno natural y realizando los documentales m¨¢s asombrosos sobre la fauna africana. Solo en el delta del Okavango (Botsuana), su otro predio favorito de estudio, han realizado 23.000 horas de observaci¨®n y han contemplado 2.000 ataques exitosos de leones a presas, por no hablar de la ocasi¨®n en que se les meti¨® un leopardo en el coche, que ya es trance. La pareja son exploradores en residencia de National Geographic -como Zahi Hawass, Jane Goodall, Robert Ballard o los Leakey-, cineastas ganadores de cinco emys por sus maravillosos documentales, y expertos en conservaci¨®n que acaban de lanzar una especie de ONG para grandes felinos, Big Cats, destinada a concienciar al mundo sobre la parad¨®jica fragilidad de esas bestias colmilludas. Tambi¨¦n poseen su propia productora y han lanzado una innovadora empresa de ecoturismo, Great Plains, que trabaja con las comunidades nativas y se esfuerza en generar riqueza para ellas y preservar a la fauna salvaje del estr¨¦s causado por el turismo masivo.
Su trabajo m¨¢s reciente es en la espectacular serie de National Geographic Channel Grandes migraciones, un programa de siete horas sobre los asombrosos desplazamientos de las m¨¢s variadas especies -de mariposas a cachalotes- para asegurarse la supervivencia, y en el que han hecho un conmovedor cap¨ªtulo sobre las cebras atravesando las desoladas llanuras de Makgadigadi. Por ese programa precisamente, que empieza a emitirse el 7 de noviembre, estamos aqu¨ª, en Masai Mara, periodistas y autores de los documentales: para ver en riguroso directo escenas como la de los ?us y cebras cruzando el r¨ªo durante su gran migraci¨®n anual con un ojo en la orilla y otro en los cocodrilos. Como reza el leitmotiv del programa, Move as millions, survive as one.
Los Joubert han vivido aventuras sin cuento y han arrostrado peligros que te ponen los pelos de punta incluso cuando hablan desenfadadamente de ellos a la luz del d¨ªa, as¨ª que no digamos el terror que inspiran esas historias de noche, en el fr¨¢gil campamento de Governor's Camp, donde los guardias han de acompa?arte armados a la tienda a causa de los hoscos hipop¨®tamos y de una manada de elefantes a los que, con lo grande que es Kenia, les ha dado por ramonear aqu¨ª al lado.
"?El peor momento?, Dereck tarda un rato estremecedor en decidirse. "Mmmm. Nos metimos en un r¨ªo con cocodrilos y se nos par¨® el coche en medio. Tuve que tirarme al agua y nadar hasta la orilla para ir a buscar a alguien que nos tirara un cable; cada brazada cre¨ªa notar que unas mand¨ªbulas se cerraban alrededor de mis piernas y me arrastraban al fondo como hemos visto que les suced¨ªa esta ma?ana a las cebras al cruzar el r¨ªo Mara". ?Dios, qu¨¦ horror!, exclamo. "S¨ª, perdimos el equipo, incluida una c¨¢mara muy cara, ?y no ten¨ªamos seguro!". La atractiva Beverly asiente con una sonrisa, y a?ade la ocasi¨®n en que salvaron por los pelos a una amiga del ataque de un le¨®n devorador de hombres en Sud¨¢frica. Y yo recuerdo aquello que explican en su maravilloso libro sobre los leones del Savuti Cazando con la luna (National Geographic, 1997) sobre la vez en que Dereck forceje¨® con un gran macho de melena negra que trataba de arrebatarle un tr¨ªpode. Desde luego, tienes que tenerle mucho aprecio al tr¨ªpode. Beverly no le va a la zaga a su marido: una vez se enfrent¨® a un grupo de hienas que se llevaban su chaqueta favorita, y la recobr¨®, faltar¨ªa m¨¢s. "Disfrutamos mucho de la aventura", apunta el naturalista con su tono de una tranquilidad desconcertante, "la aventura es lo que nos mantiene, sino fuera por la aventura la vida ser¨ªa aburrida".
A todas estas, la leona emboscada se ha incorporado y ha echado a andar con cara de infinito fastidio. Pasa tan cerca del coche abierto que se detiene un momento a escuchar el ruido que producen los clics de las largas c¨¢maras de los Joubert (Dereck empu?a la suya como John Wayne el Winchester, reclin¨¢ndola sobre el antebrazo contrario) y un ruido que la intriga: mis dientes al casta?etear. Intento no mirarla a los ojos, amarillos y maliciosos. Beverly me ha dicho que eso molesta mucho a los leones, como que te les acerques directamente de frente (!). El consejo fundamental de los Joubert sobre el terreno -aqu¨ª queda- es: "Pase lo que pase, no corras". Los leones, recuerdan, "son gatos, a los gatos les encanta perseguir algo que corre y, no lo olvides nunca, los leones corren mucho m¨¢s que t¨²". "De hecho", a?aden, "ante un depredador en ?frica solo corre la comida". Un gu¨ªa sudafricano chistoso me explic¨® una vez que ¨²nicamente puedes correr ante un le¨®n cuando te acompa?a otra persona que es m¨¢s lenta. Los Joubert han aguantado muchas veces a pie firme la carga de un le¨®n. Dicen que los leones van de farol y suelen -la cursiva es m¨ªa- frenar y darse la vuelta.
Llevamos estos d¨ªas una sobredosis de leones, pero uno no se acostumbra. Ayer vimos un grupo que devoraba a un ?u en una org¨ªa de sangre y v¨ªsceras punteada por el ruido de los huesos al masticarlos y el ansioso aletear de los buitres y marab¨²es. Y tambi¨¦n a un gran macho y a una hembra a lo suyo entre grandes ronroneos y rugidos y versiones leoninas de "no pares, Manolo" y "mi n¨²mero favorito es el cinco". "Los leones desaparecen", alertan los Joubert. "La situaci¨®n de los grandes felinos en ?frica es dr¨¢stica: hay grandes posibilidades de que no quede ni uno en diez a?os, que todos, leones, leopardos y guepardos, hayan desaparecido en 2022". Estamos hablando ahora al atardecer en el campamento junto al r¨ªo. Una mangosta trata de apoderarse de nuestros cacahuetes y un espectacular turaco despliega sus alas carmes¨ª contra el muro verde de los ¨¢rboles. "Solo quedan 22.000 leones en libertad. Y sin leones no hay ?frica. No solo por su posici¨®n esencial en la pir¨¢mide de la vida salvaje sino porque el turismo caer¨ªa sin ellos y provocar¨ªa la bancarrota en muchos pa¨ªses. Son tan majestuosos e ic¨®nicos, llenan tanto nuestra imaginaci¨®n, nuestra psique y nuestros sue?os, que la gente cree que nunca desaparecer¨¢n. Y sin embargo, est¨¢n mermando r¨¢pidamente, necesitan desesperadamente ser protegidos...".
Los Joubert muestran una tristeza desoladora, que dif¨ªcilmente compartir¨ªa el ?u al que le han taladrado la traquea esta ma?ana los reyes de la selva. La pareja denuncia el peligro que supone para los leones la penetraci¨®n de China en ?frica: "Los chinos empiezan a llevarse huesos de le¨®n que se emplean ya como sustitutivo de los de tigre, muy dif¨ªciles de conseguir, en la medicina tradicional; sabemos que algunos restos de le¨®n viajan en valija diplom¨¢tica".
"Nosotros empezamos con los leones", dicen los Joubert, "por ellos nos fuimos al bush, al campo; si entiendes a los leones entiendes ?frica".
Dereck Joubert (1956) -el apellido viene de una familia francesa de hugonotes que pasaron a Holanda y de all¨ª a Sud¨¢frica-, y Beverly Gibson (1957) son ambos de Johannesburgo. A los dos les viene desde ni?os el inter¨¦s por la naturaleza. Beverly y su hermano gemelo se persegu¨ªan con ara?as. Dereck y ella se conoc¨ªan ya del instituto, m¨¢s tarde se casaron y, siendo a¨²n casi adolescentes, se marcharon a vivir juntos su sue?o de vida salvaje y espacios abiertos. Tras regentar refugios de caza y trabajar en investigaci¨®n de fauna empezaron a centrarse en los leones y pasaron a Botsuana, que ha acabado siendo su segunda patria.
En los parques nacionales botsuanos aprendieron todo de los leones, a menudo de manera temeraria e incluso durmiendo en su veh¨ªculo sin puertas ni techo en medio de la sabana, compartiendo sue?o y ronquidos con los felinos esparcidos alrededor o que jugaban al pilla-pilla (!) en torno al coche y hasta se sub¨ªan al cap¨®. En Savuti reconoc¨ªan por la cara -y les pusieron nombres- a 120 leones, entre ellos el gran Sequela, el Lear leonino de los pantanos del Chobe, y Ntchwaidumela, terror de las hienas.
Les pregunto a los Joubert por los sentimientos ambivalentes que a los humanos nos provocan los leones y en general los grandes felinos, miedo y a la vez una sorprendente fascinaci¨®n. En su apasionante ensayo Hunter and hunted (Cambridge, 2002), el zo¨®logo Hans Kruuk, disc¨ªpulo de Tinbergen y codirector del Serengeti Research Institute in East Africa, se?ala que los grandes felinos nos inspiran el l¨®gico terror porque pueden comernos, pero tambi¨¦n admiraci¨®n porque intuimos algo de nosotros en la imagen m¨¢s depurada del gran depredador. Es decir, que nos podemos identificar tanto con la v¨ªctima como con el cazador. "Los grandes felinos nos han dado caza desde hace tres millones de a?os, pero a la vez nos cautivan por su belleza y su habilidad", reflexiona Dereck. "No somos depredadores naturales, sino presas, pero el tiempo nos ha convertido en superdepredadores y en ese campo ellos son el gran modelo".
La noche africana ha ca¨ªdo repentinamente, como suele. Hablamos de la belleza de los felinos. Beverly la esencializa en los ojos ¨¢mbar del leopardo, "el animal m¨¢s hermoso e inteligente", y al que han dedicado ella y Dereck alguno de sus m¨¢s famosos trabajos (el extraordinario documental El ojo del leopardo, en el que siguieron minuciosamente en Mombo durante tres a?os las peripecias de un ejemplar desde que era un cachorro de ocho d¨ªas). Un bicho cruel, el leopardo, en la filmaci¨®n. Se le ve¨ªa atrapar a un gracioso mono en el que no era dif¨ªcil proyectarse uno mismo. "?Cruel?", hay un tono indignado en la voz de la exploradora. "La crueldad es la del que ejerce la violencia porque s¨ª. No hay nada cruel en el leopardo como no la hay en el le¨®n. Destruir el planeta y lo que hay en ¨¦l, eso s¨ª es cruel".
Hay una cierta inocencia pr¨ªstina en los Joubert. Cuando los sacas de territorio salvaje tienen algo de Cocodrilo Dundee en Nueva York; ellos mismos confiesan que reingresar en la civilizaci¨®n les es muy dif¨ªcil. Pero no son ningunos ingenuos. "Es peligroso pensar que la naturaleza es pura, la naturaleza es compleja, es muy dif¨ªcil moralizar ah¨ª y no debemos proyectar nuestros sentimientos. El le¨®n macho que mata a sus propios cachorros, la leona que despedaza a la cr¨ªa de ?u ante los ojos de su madre... Cuesta no sentirte implicado, pero si antropomorfizamos nos equivocamos. Hay un equilibrio y debemos respetarlo. Nosotros tratamos siempre de ser imparciales ante la fiereza de ?frica, no nos gustan la muerte y el sufrimiento pero observamos y documentamos tratando de no implicarnos emocionalmente, como mudos testigos. Nunca intervenimos, seguimos a rajatabla una pol¨ªtica de no injerencia, de no interferir jam¨¢s. Y eso no es f¨¢cil. Pero hemos visto que inmiscuirnos en la naturaleza causa m¨¢s prejuicios que beneficios".
Cenando una noche junto a los Joubert, entre el barritar de los elefantes, me explican que no tienen hijos porque as¨ª lo han decidido. "Convinimos que no era vida para ni?os, imag¨ªnate, dando botes y corriendo peligro de que te coman", explica Beverly. Creo percibir una nota de melancol¨ªa pero a lo mejor soy yo que llevo dos copas de vino sudafricano y 25.000 ?us de m¨¢s. Hablamos de aquella bonita cr¨ªa de leopardo, Lagadema (en setsuana Luz del cielo, el primer rayo que cae), protagonista de su famoso documental y a la que se apegaron quiz¨¢ demasiado. "Era preciosa", recuerda con un suspiro Beverly.
Para cambiar de tercio les pregunto por el Mundial de f¨²tbol: asistieron a la final y disfrutaron animando a Espa?a. Dereck, que ya empieza a conocer mis gustos, me explica la ocasi¨®n en que film¨® a una pit¨®n zamp¨¢ndose a un ant¨ªlope. Descubro que el explorador es tambi¨¦n bastante mit¨®mano: habla con reverencia de Selous y de Jim Corbett. Pero opina que hoy, cuando se ha reducido a un deporte en el que tipos opulentos incapaces de rastrear un le¨®n lo matan sin ni siquiera bajar del veh¨ªculo solo para colgar un trofeo en una pared, la caza mayor es un disparate. Beverly pone sobre la mesa con amargura los miles de leopardos que se cobran cada a?o con licencia y apunta que Espa?a est¨¢, despu¨¦s de EE UU y Alemania, entre los pa¨ªses con m¨¢s cazadores en ?frica. "Escriba contra ello", anima con rabia. Salimos a ver las estrellas y mientras buscamos la Cruz del Sur, Dereck confiesa que lo que m¨¢s le gusta en el mundo es rastrear, "tiene algo zen, al principio parece que no veas nada, pero luego van apareciendo las huellas, el dibujo cobra sentido". Los Joubert se han centrado en los felinos africanos, aunque una vez estudiaron al tigre siberiano: "Aquel clima no es lo nuestro, con nieve hasta el pecho, Dereck se puso muy enfermo".
Cuando al d¨ªa siguiente salimos juntos en el mismo todoterreno, la intimidad ha aumentado. Hablamos de lecturas inici¨¢ticas, de Bernard Rutley, de Grizmek. Dereck se explaya sobre la vulnerabilidad ecol¨®gica de parques al viejo estilo como el Masai Mara con excesiva presencia de turistas (25 campamentos, 3.000 camas, innumerables veh¨ªculos) y subraya la necesidad de repensarlos. Beverly a?ade la amenaza para todo el Serengeti de la pol¨¦mica carretera proyectada por el Gobierno de Tanzania y que impedir¨ªa el flujo de animales, acabando con la inmemorial migraci¨®n de ?us y cebras que es uno de los grandes espect¨¢culos de la naturaleza. Tales reflexiones las hacen los Joubert mientras esperamos a que una gran manada se decida a cruzar el r¨ªo Mara por el Kiboko Crossing. Los animales dudan y es natural porque las orillas est¨¢n llenas de nauseabundas carro?as de cong¨¦neres muertos en anteriores intentos y de enormes cocodrilos que se relamen. Vamos, yo no cruzar¨ªa ni loco. El tiempo pasa y nadie se mueve. Los Joubert deciden que nos marchemos y vamos lejos, hasta un lugar encantado bajo un imponente ¨¢rbol candelabro (Euphorbia ingens) en Rhino Ridges sobre Paradise Plain. Miramos hacia la sabana punteada de animales que se extiende hasta el infinito. Cualquier sentimiento de aprensi¨®n -no hace mucho vieron una mamba en el campamento y ayer mismo por una imprudencia casi me ataca un guepardo- se disuelve en una gran calma trenzada de eternidad. Lejos quedan nuestras vidas cotidianas, empe?os, desvelos y amores. "?Qu¨¦ lugar!", exclama vehementemente Dereck haciendo eco del sentimiento general. Y todos pensamos lo mismo: que estamos donde debemos estar. ?Oh, ?frica!
La serie 'Grandes migraciones', de National Geographic Channel (Digital +), se estrena el domingo 7 de noviembre a las 21.30.
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