La rutina del horror
Por cada bala que se dispara, se consume una tonelada de papel. Esta aseveraci¨®n, referida a los ej¨¦rcitos napole¨®nicos, sigue plenamente vigente en la era de las videoconferencias e Internet. Las Fuerzas Armadas son maquinarias burocr¨¢ticas obsesionadas con dejarlo todo por escrito: ¨®rdenes, informes, planes, estadillos, partes, instrucciones, directivas, expedientes... cualquier acontecimiento, por nimio que sea, debe reflejarse en un documento que circula a trav¨¦s de la cadena jer¨¢rquica dando pie a una sucesi¨®n interminable de copias. Por eso, quien se sumerja en los 391.832 documentos difundidos por Wikileaks esperando encontrar un relato de haza?as b¨¦licas puede resultar vencido por el aburrimiento. La inmensa mayor¨ªa de los informes tienen car¨¢cter rutinario y relatan incidentes tan poco emocionantes como una redada policial, un robo de combustible o un accidente de tr¨¢fico. Lo que m¨¢s llama la atenci¨®n es que la muerte de unos discapacitados, tiroteados en un control de carretera, reciba el mismo tratamiento que una manifestaci¨®n pac¨ªfica en demanda de trabajo. Los responsables militares de EE UU documentan pormenorizadamente casos de torturas y malos tratos perpetrados por sus aliados de la ICDC (Cuerpo Iraqu¨ª de Defensa Civil), pero no hacen nada. "No es necesaria ninguna investigaci¨®n", se repite machaconamente en las notas. Pasan de largo y siguen su camino como la patrulla que se tropez¨® con un cuerpo mutilado cerca de Hamadi, en el llamado Tri¨¢ngulo Sun¨ª.
Pese a su lenguaje burocr¨¢tico, o precisamente por ello, los Iraq War Logs (Registros de la guerra de Irak) pintan un fresco completo del caos en el que se sumi¨® Irak tras la invasi¨®n estadounidense y la disoluci¨®n del Ej¨¦rcito iraqu¨ª. Ya se sab¨ªa que la guerra sectaria entre sun¨ªes y chi¨ªes, alentada por los brutales atentados de Al Qaeda, alcanz¨® niveles de ferocidad espeluznantes, pero ahora queda probado lo que se sospechaba: que muchos autores de secuestros, torturas y ejecuciones extrajudiciales no eran terroristas disfrazados de soldados, como se dijo entonces, sino soldados aut¨¦nticos encuadrados en el ej¨¦rcito dirigido por el primer ministro, Nuri Al Maliki. Tambi¨¦n se conoc¨ªa el apoyo de Ir¨¢n a las milicias ch¨ªies, a las que pertrech¨® con armas y proporcion¨® instrucci¨®n. Y no sorprende a nadie comprobar la impunidad con la que se mov¨ªan compa?¨ªas privadas de seguridad como Blackwater, subcontratadas por el Pent¨¢gono y ajenas a cualquier tipo de control. Nada de eso es nuevo, pero adquiere una nueva dimensi¨®n.
La informaci¨®n difundida por la p¨¢gina web fundada por Julian Assange obliga a revisar al alza el balance oficial de v¨ªctimas: 109.000 bajas, el 63% de ellas civiles; incluidos 15.000 muertos en incidentes de los que nunca se inform¨®. Una verdadera org¨ªa de sangre ante los ojos de la coalici¨®n internacional.
Eso sin tener en cuenta los informes que detallan cr¨ªmenes directamente atribuidos a las fuerzas de EE UU. Por ejemplo, un helic¨®ptero Apache atac¨® a un grupo de iraqu¨ªes que se hab¨ªa rendido, en flagrante violaci¨®n de la Convenci¨®n de Ginebra, en febrero de 2007. Lo conocido ahora -y las fotos difundidas en su d¨ªa de vejaciones inflingidas por militares estadounidenses a los presos de la c¨¢rcel de Abu Ghraib- pulveriza el ¨²nico argumento que quedaba para justificar la invasi¨®n de Irak una vez se comprob¨® que las armas de destrucci¨®n masiva solo exist¨ªan en la imaginaci¨®n del tr¨ªo de las Azores: derrocar a Sadam Husein, un dictador abominable que atropellaba masivamente los derechos humanos.
Los documentos filtrados abarcan de enero de 2004 a diciembre de 2009. No incluyen, por tanto, la invasi¨®n propiamente dicha, aunque s¨ª los primeros meses de mandato de Obama. Dif¨ªcilmente podr¨¢, sin embargo, responsabilizarse al actual inquilino de la Casa Blanca, que en agosto pasado acuartel¨® las ¨²ltimas unidades de combate de EE UU. A Zapatero le reafirmar¨¢ en su decisi¨®n, tan criticada entonces, de retirar las tropas espa?olas de Irak, nada m¨¢s ganar las elecciones de 2004. Y al primer ministro Al Maliki le deja en una situaci¨®n a¨²n m¨¢s delicada, al frente de un pa¨ªs incapaz de formar Gobierno tras las elecciones de marzo pasado. Aunque quiz¨¢ el m¨¢s preocupado sea el Pent¨¢gono, que ha encontrado en una simple p¨¢gina web -que ya difundi¨® en julio pasado 75.000 archivos secretos sobre Afganist¨¢n- a un enemigo hasta ahora imbatible. Una nueva forma de guerra asim¨¦trica que ning¨²n manual de estrateg¨ªa hab¨ªa previsto.
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