Entre espigas y amapolas

Es La del Soto del Parral una zarzuela de finales de la d¨¦cada de los veinte del siglo pasado. Sabe a tierra, a tierra segoviana. La imaginativa escenograf¨ªa de Ricardo S¨¢nchez Cuerda y el compacto vestuario de Pedro Moreno lo subrayan insistentemente. El espacio esc¨¦nico es mod¨¦lico: las campanas, las ventanas, el santo, las paredes de barro, el fuego del horno. Amelia Ochandiano mueve los personajes con intencionalidad. Pasa del drama a la comedia con fluidez. Las escenas corales de la consulta y la ronda de enamorados las resuelve con maestr¨ªa y un sentido del humor muy sutil. No vienen a cuento los n¨²meros de revista de las piernas desnudas ni el final con los paraguas de colores. El trabajo teatral es, en cualquier caso, coherente. Rub¨¦n Gimeno dirige con expresividad, con garra. La orquesta suena bien. Y el coro, especialmente el femenino. Antonio Gand¨ªa, Carlos Bergasa y Mar¨ªa Rodr¨ªguez cantaron con gran solvencia ayer. Completaron el reparto la simp¨¢tica pareja c¨®mica formada por Aurora Fr¨ªas y Didier Otaola, y los veteranos Luis ?lvarez y Luis Varela.