Intercambio de cromos y otros vicios
DEFENSORA DEL LECTOR. El control pol¨ªtico de la informaci¨®n provoca tensiones entre periodistas. Profesionales de gabinetes de comunicaci¨®n proponen normas ¨¦ticas y de transparencia informativa
El llamado "periodismo de fuentes", aquel que se ejerce desde los gabinetes de comunicaci¨®n de organismos p¨²blicos y privados, cuenta cada vez con m¨¢s profesionales y tiene cada vez m¨¢s influencia en la determinaci¨®n de la agenda informativa, pero una parte de sus profesionales se siente inc¨®moda con el papel que a veces ha de jugar. El periodismo de fuentes necesita repensar su funci¨®n y garantizar el cumplimiento de las normas ¨¦ticas del periodismo. Esa es la idea con la que se cerr¨® el debate Gabinetes de comunicaci¨®n, ?periodistas o publicistas?, celebrado el lunes en el Colegio de Periodistas de Catalu?a, del que hoy quiero hablarles porque las inquietudes all¨ª expresadas tienen mucho que ver con la calidad de la informaci¨®n que ustedes, los lectores, reciben.
Espa?a figura entre los pa¨ªses de la UE con menos transparencia informativa
La necesidad de dar respuesta a las demandas informativas y hacer frente a la presi¨®n, siempre apremiante, de un n¨²mero cada vez mayor de medios llev¨® a los responsables pol¨ªticos de las instituciones p¨²blicas y a los gestores de las grandes corporaciones privadas a canalizar la informaci¨®n a trav¨¦s de gabinetes de prensa. Poco a poco, sin embargo, se ha ido imponiendo la tendencia a transformar esos gabinetes de comunicaci¨®n en instrumentos de control pol¨ªtico de la informaci¨®n.
Algunos periodistas de gabinete se encuentran c¨®modos en su papel de controladores, pero otros, como pudo verse en el citado debate, acusan el malestar que les produce encontrarse en medio de un fuego cruzado de presiones antag¨®nicas: por un lado, la que ejercen los responsables pol¨ªticos o gerenciales de la instituci¨®n en la que trabajan, que exigen no solo un f¨¦rreo control de la informaci¨®n, sino unos determinados resultados de presencia medi¨¢tica; y, por el otro, la que reciben de los periodistas de los medios, cada vez m¨¢s enervados por las dificultades que tienen para acceder a la informaci¨®n, incluida aquella que por imperativo legal deber¨ªan estar a disposici¨®n de cualquier ciudadano.
En mi art¨ªculo Pol¨ªticos que no aman a los periodistas, publicado hace un a?o, les expliqu¨¦ el malestar de los periodistas de los medios, incluidos por supuesto los de EL PA?S, por el creciente control pol¨ªtico de la informaci¨®n p¨²blica. Las relaciones entre periodistas y pol¨ªticos no han mejorado. Cada vez se convocan m¨¢s comparecencias de pol¨ªticos que no admiten preguntas y la utilizaci¨®n de la informaci¨®n con fines partidistas, de propaganda o de mera intoxicaci¨®n, de la que les habl¨¦ en el art¨ªculo Cerrojazo informativo, es cada vez m¨¢s descarada.
Una de las consecuencias negativas de esa din¨¢mica es un mayor uso -y a veces abuso- de las fuentes an¨®nimas en las informaciones conflictivas, que son muchas. Otra, la tendencia a establecer relaciones viciadas entre los periodistas de ambos lados, lo que en jerga profesional se conoce como "intercambio de cromos".En su versi¨®n amigable, esto viene a ser algo as¨ª como: "T¨² me das la exclusiva y yo le doy a la noticia una cobertura extensa y positiva", y en su versi¨®n conflictiva ser¨ªa: "Puesto que te has portado mal, le dar¨¦ a otro la exclusiva". Disculpen la simplicidad, pero eso es lo que, crudamente, ocurre con frecuencia. Ya les he expuesto el malestar que ello genera entre los periodistas que trabajan en los medios, pues cada vez dependen m¨¢s de la informaci¨®n que controlan estos gabinetes, y si quieren ejercer su independencia, cada vez han de hacer un esfuerzo mayor para poder saltar por encima de las barreras de control. En el debate del Colegio de Periodistas de Catalu?a se puso de manifiesto que esta din¨¢mica tampoco satisface a muchos de los periodistas de los gabinetes de comunicaci¨®n.
Puede parecerles que lo que les cuento forma parte de un debate profesional que deber¨ªa dirimirse por cauces internos. Pero no es solo un debate profesional. Lo que subyace es un debate sobre la calidad de la democracia. En los foros ciudadanos a los que, a menudo, soy invitada, escucho vehementes cr¨ªticas a los medios de comunicaci¨®n y muchas de las cartas que recibo como Defensora del Lector no contienen quejas concretas, sino preocupaci¨®n por la calidad de la informaci¨®n que recibe la ciudadan¨ªa. Y tambi¨¦n por la influencia negativa que ciertas din¨¢micas informativas ejercen sobre la toma de decisiones pol¨ªticas, como se ha puesto de relieve en el tratamiento de la gripe A o en la demanda de reformas penales tras una cobertura sensacionalista y desmesurada de ciertos sucesos. A veces quieren saber por qu¨¦ diferentes peri¨®dicos dan versiones antag¨®nicas de un mismo hecho, y se preguntan cu¨¢l de ellos miente. Y son frecuentes, asimismo, las cartas que expresan una sospecha de partidismo en el enfoque de una informaci¨®n.
Tambi¨¦n algunos pol¨ªticos se encuentran a disgusto con la actual situaci¨®n, especialmente aquellos que abogan por profundizar la democracia con mecanismos de participaci¨®n deliberativa. Consideran que los medios de comunicaci¨®n no contribuyen a un debate informado, sereno y constructivo. Resulta muy esclarecedor observar c¨®mo se nos ve desde el otro lado. Recomiendo el cap¨ªtulo dedicado a los medios de comunicaci¨®n del libro Una agenda imperfecta (Edicions 62), en la que el catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, Josep Maria Vall¨¨s, narra su experiencia en la pol¨ªtica activa como consejero de Justicia del Gobierno catal¨¢n presidido por Pasqual Maragall. No es una imagen reconfortante.
Explica que intent¨® aplicar una pol¨ªtica de "colaborar con los medios sin rendirse", de no entregarse a la "promiscuidad superficial" entre pol¨ªticos y periodistas, a los que considera atados por relaciones de falsa confraternizaci¨®n que a menudo esconden una profunda desconfianza mutua, pero el resultado fue decepcionante. La "sobriedad expresiva" y el trato igualitario que dispens¨® a los medios no fueron recompensados. Y tampoco logr¨® cambiar la relaci¨®n viciada "que genera una dependencia rec¨ªproca malsana, sobre todo para la construcci¨®n de una opini¨®n p¨²blica bien informada".
En su exposici¨®n subyace una amarga cr¨ªtica al mal uso que a veces hace el periodismo del poder que tiene y a la manipulaci¨®n informativa que pueden llegar a ejercer algunos medios con fines partidistas, entre los que se incluye el desgaste pol¨ªtico de un Gobierno. El creciente partidismo de la vida p¨²blica ha tenido su correlato en el alineamiento partidista de algunos medios de comunicaci¨®n, de modo que cada vez resulta m¨¢s dif¨ªcil, y vapuleada, la pretensi¨®n de un periodismo independiente.
?C¨®mo hemos llegado a esta situaci¨®n en la que nadie parece estar satisfecho? ?Es posible un cambio de tendencia? La esperada Ley de Transparencia y Acceso de los Ciudadanos a la Informaci¨®n P¨²blica, promesa electoral del PSOE, deber¨ªa poner fin a la opacidad que sit¨²a a Espa?a entre los pa¨ªses con menos transparencia informativa. Su tramitaci¨®n parlamentaria, sin embargo, est¨¢ paralizada.
La ley puede ayudar a cambiar algunas cosas, pero para revertir la situaci¨®n se requiere adem¨¢s un cambio en los comportamientos. De momento, el Colegio de Periodistas de Catalu?a ha elaborado un manual de buenas pr¨¢cticas para los periodistas de gabinetes de comunicaci¨®n. Se les recuerda que tambi¨¦n ellos est¨¢n obligados a cumplir el C¨®digo Deontol¨®gico de la Profesi¨®n Period¨ªstica, entre cuyas normas figura no dar informaci¨®n falsa o distorsionada. Se considera leg¨ªtimo que un gabinete de prensa ofrezca la versi¨®n de la entidad, que ser¨¢ obviamente una versi¨®n de parte, pero ha de ser veraz.Los c¨®digos deontol¨®gicos son ¨²tiles, porque fomentan las buenas pr¨¢cticas, pero su recorrido es limitado porque la vulneraci¨®n de sus normas queda impune. Por eso en algunos foros de debate comienzan a o¨ªrse voces que reclaman instrumentos m¨¢s coercitivos. Desde el periodismo se considera peligrosa cualquier regulaci¨®n, pues puede afectar a la libertad de informaci¨®n, pero si no somos capaces de autorregularnos, ser¨¢ inevitable que la sociedad quiera obligarnos a hacerlo.
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