El morro del alcalde
Mucho traj¨ªn se levant¨® hace unos d¨ªas con las bizarras declaraciones p¨²blicas del alcalde de Valladolid sobre los "morritos" (as¨ª dijo) de Leire Paj¨ªn y sus fantas¨ªas sobre ellos, aunque en la frase anterior de tan estupendo discurso asegur¨® que la nueva ministra iba "a dedicarse a repartir miles de condones [as¨ª dijo] por ah¨ª", por lo que bien puede entenderse que ese se?or algo entrado en a?os fantasea sobre oportunidades sexuales que ya no volver¨¢n (salvo que las abone en caja) y siempre que se prescinda de los preservativos. Es, desde luego, una declaraci¨®n que en s¨ª misma muestra el desd¨¦n de los populares (o de algunos populares, alguno de ellos alcalde de la cat¨®lica Valladolid) hacia las pol¨ªticas de igualdad y de buenas pr¨¢cticas en las relaciones sexuales, pero este deleznable incidente saca a la luz otras muchas reflexiones a partir de las condiciones de posibilidad de su desverg¨¹enza f¨¢lica.
Para su suerte, la mayor¨ªa de mujeres en su vida de a diario ignora lo que los varones son capaces de insinuar, sugerir o afirmar sobre su anatom¨ªa femenina y de los estragos presuntamente placenteros que har¨ªan con ella si tuvieran ocasi¨®n ajena a todo riesgo. Y lo ignoran porque los varones en pandilla manifiestan sin tapujos lo que rara vez se atrever¨ªan a decir si hubiera una mujer delante. Lo p¨²blico y lo privado, s¨ª, y la hasta ahora inevitable hipocres¨ªa subyacente. No creo exagerar si digo que se trata precisamente de un discurso secreto para las mujeres que no alcanzan a escucharlo, a sufrirlo en su presencia. Por ejemplo, entre mis muchos amigos, solamente dos, que yo recuerde, se han abstenido desde siempre de hacer comentarios sexistas, vejatorios, o antifeministas sobre las mujeres. No estoy seguro de no comportarme ahora como un chivato, pero no me importa. En las barras nocturnas de bar, en las partidas de domin¨®, de paseo al atardecer por las calles, viendo pasar a algunas mujeres, nunca faltan observaciones del tipo de "Con esos labios me la chupar¨ªa que ni dios", "pero ?has visto ese culo?", o bien "con ese par de tetas yo jugar¨ªa al billar, y la meter¨ªa en el agujero a la primera", y dem¨¢s expresiones de ese tipo que quiz¨¢s no formular¨ªan caso de ir de paseo con esposa e hijos. Pero lo piensan. Y lo dicen entre varones, esa pandilla gen¨¦rica de obsesivos.
Una vez tuve una peque?a trifulca con una feminista de post¨ªn porque le dije que yo agradec¨ªa que las mujeres acogieran en su anatom¨ªa algunas zonas de cierta importancia de las que yo carezco. Nunca lo hubiera dicho, porque entonces aludi¨® al autoerotismo, ignoro todav¨ªa si al suyo o al que, con cierto error, me supon¨ªa. Pero eso es lo de menos. Lo que importa es que los varones, por muy alcaldes que sean, comprendan que los atributos femeninos, reales o imaginarios, son propiedad de quien los ostenta, y nunca pretexto de fantasiosas ilusiones despectivas.
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