Rompeolas de las Espa?as
As¨ª se refiri¨® a Madrid el poeta Antonio Machado: "Madrid, Madrid, ?qu¨¦ bien tu nombre suena / rompeolas de todas las Espa?as! / La tierra se desgarra, el cielo truena, / t¨² sonr¨ªes con plomo en las entra?as". Lo cita el fotohistoriador Publio L¨®pez Mond¨¦jar en su prolija y apasionante introducci¨®n al cat¨¢logo de la exposici¨®n del fot¨®grafo Santos Yubero, que ¨¦l ha comisariado y que se puede disfrutar en la sala de exposiciones Alcal¨¢ 31 de la Comunidad de Madrid. Machado escribi¨® estos versos el 7 de noviembre de 1936, cuando sus amigos Le¨®n Felipe y Rafael Alberti trataban de convencerlo para que abandonara la ciudad, dado el peligro que corr¨ªan su vida y su familia. Por esta ¨²ltima acceder¨¢ finalmente a salir de Madrid, aunque tal movimiento fuera ya in¨²til para su propia vida, que durante dos tristes a?os m¨¢s ir¨ªa consumi¨¦ndose, hasta la extinci¨®n, por un periplo de exilios que concluy¨® en Colliure. Estos versos sobre Madrid encabezaron el art¨ªculo titulado Madrid, baluarte de nuestra guerra de independencia, que se public¨® un a?o despu¨¦s en la revista Hora de Espa?a, donde el poeta celebraba la ciudad y su car¨¢cter al tiempo que se dol¨ªa por su destino.
Discuten dos ancianos riendo, ante una foto de Santos Yubero, si se trata de "los tuyos o los m¨ªos"
Esa ciudad, Madrid, es la que Santos Yubero retrat¨®, recorriendo con sus entonces precarias c¨¢maras el largo periodo de su historia que va de 1925 a 1975, es decir, que comprende gran parte del convulso y crucial siglo XX espa?ol: desde la dictadura de Primo de Rivera hasta la muerte del dictador Franco, pasando por la dictablanda, la Segunda Rep¨²blica, la Guerra Civil, el franquismo puro y duro de la posguerra, la tecnocracia, el desarrollismo y el tardofranquismo. Una ingente tarea que le permitieron sus, a la par, innegables e impresionantes talento y colaboracionismo: en sentido estricto, Santos Yubero colabor¨® con peri¨®dicos y revistas de muy distinto signo pol¨ªtico; del mismo modo, ocup¨® la primera fila del fotoperiodismo franquista, vistiendo, literalmente, el uniforme de corte falangista que el R¨¦gimen impuso a los fot¨®grafos cuando Antonio Machado ya solo era una leyenda. Es, sin embargo, gracias a esa "sorprendente militancia", como la define L¨®pez Mond¨¦jar, que podemos volver ahora la vista al pasado. "Mi abuela siempre me dec¨ªa que debemos conocer la historia para no repetir los errores", evoca Luc¨ªa La¨ªn, comisaria adjunta de la exposici¨®n. Acaba de asistir, regocijada, a la siguiente escena: en la sala de Alcal¨¢ 31, inusualmente llena para la ma?ana de un d¨ªa no festivo, se oyen las risas de dos ancianos que no se conocen entre s¨ª y que, ante la foto de un grupo de civiles durante la guerra, discuten si se trata de "los tuyos o los m¨ªos". Una escena ante la que siento el alivio propio de las heridas ya cerradas y una cierta melancol¨ªa, la del dolor que puede provocar en sus v¨ªctimas el capricho del tiempo. "Mi madre siempre me dec¨ªa que es mejor ser v¨ªctima que verdugo", recuerda Publio despu¨¦s, ante una cerveza que dora a¨²n m¨¢s el sol del oto?o madrile?o, "pero que conviene ser v¨ªctima lo menos posible".
Con el entusiasmo y la generosidad que le caracterizan, lo primero que cuenta Publio es el inter¨¦s por conocer "su nueva ciudad" que la exposici¨®n ha despertado en los bedeles extranjeros de la sala, la pasi¨®n que han mostrado por conocer c¨®mo han ido cambiando el paisaje y el paisanaje madrile?os (incluidos esos lugares que ya no existen, como el Caf¨¦ Negresco o el Front¨®n Recoletos). Son un ecuatoriano, una rumana, no recuerdo: lo que ahora llamamos inmigrantes y el franquismo llamaba productores, cuando eran de aqu¨ª quienes hu¨ªan de la miseria. Santos Yubero los fotografi¨® tambi¨¦n, abrazados a sus familias en los andenes, porque siguiendo su trayectoria profesional (aparte de los momentos que iluminan toda vida social y cotidiana: las actrices, los ni?os, las haza?as deportivas) se puede seguir tambi¨¦n la trayectoria de la miseria espa?ola: la miseria social (cuando el fot¨®grafo nace en 1903, el 60% de la poblaci¨®n era analfabeta); la miseria econ¨®mica (esa indigente con sus hijos en la misma calle de Alcal¨¢ en la que estamos); la miseria pol¨ªtica (la guerra y la dictadura como su m¨¢xima expresi¨®n); la miseria f¨ªsica (¨¦l mismo padeci¨® tuberculosis); la miseria moral (su afici¨®n por la tauromaquia, que comenz¨®, como en muchos, con una fascinaci¨®n por las falsas luces del toreo que esconde un af¨¢n de huida de la precariedad; en su caso, la de su vida en el barrio de Lavapi¨¦s, sin padre, al cuidado de una madre que trabaj¨® duro en el restaurante Casa Lastra de la calle del Olivar). Un entusiasmo, el de Publio, que se torna en desgarro hist¨®rico ante el retrato de G¨®mez de la Serna (cuya mirada destila toda su ¨ªntima derrota: la derrota com¨²n) que Santos Yubero hizo al escritor cuando regres¨® en 1949 a Espa?a desde su voluntario exilio en Buenos Aires. Un entusiasmo que es pasi¨®n literaria ante ese Madrid de Gald¨®s, Valle-Incl¨¢n, Azor¨ªn, P¨ªo Baroja, Jardiel Poncela, Cansinos Assens, que Sagarra y Pla contrapusieron a la moderna Barcelona y C¨¦sar Vallejo consider¨® "la ciudad m¨¢s original del continente". La que tambi¨¦n se asfixi¨® entre los muros de la c¨¢rcel de Yeser¨ªas, de la plaza de toros Monumental de Las Ventas o del palacio de El Pardo. Un entusiasmo que evitar¨¢ el mayor temor de Publio L¨®pez Mond¨¦jar: que la obra de los grandes fot¨®grafos caiga en un descuidado olvido.
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