Un trago gr¨¢cil

Si, atra¨ªdo por el ritual ancestral de la vendimia, se hubiera acercado hace unas semanas a Pazo Bai¨®n -esa bodega de resonancias gansteriles-, hubiera visto c¨®mo una decena de muchachos se afanaban, junto al resto de los vendimiadores, en la selecci¨®n y corte de los racimos. Lo hacen con intensidad. Son antiguos drogodependientes en proceso de rehabilitaci¨®n. A la agitaci¨®n de un trabajo que hace vibrar zonas del subconsciente donde el ciclo de las estaciones queda patente en toda su intensidad, se a?ade la emoci¨®n solidaria. Solo elogios merece la actitud de la Cooperativa Condes de Albarei, que ha firmado un convenio con la Conseller¨ªa de Sanidade y Plan Nacional sobre Drogas. Es la plasmaci¨®n pr¨¢ctica y ejemplarizante de un principio: el dinero de los narcotraficantes para rehabilitar a los drogodependientes.

Claro que el vino no se hace, solo, con buenas intenciones. Hacen falta, sobre todo, excelentes uvas y buen trabajo enol¨®gico. Y eso sobra aqu¨ª. Empezando por el magisterio de Jos¨¦ Hidalgo, uno de los genios de nuestra enolog¨ªa, maestro en el arte de vinificar blancos, ayudado esta vez por Luc¨ªa Carballeira, directora t¨¦cnica de la bodega. Y terminando por un soberbio vi?edo emparrado que abraza y abriga la bodega. El vino lo refleja: aroma intenso, complejo, con las notas fragantes de fruta y flor jugando en sutiles combinaciones arm¨®nicas; el gusto fresco, estilizado, de paladar suave en el que se resuelve el contrapunto dulce-amargo con profunda elegancia.

Un trago sabroso y suculento pero gr¨¢cil, algo dif¨ªcil de conseguir. Y con el que gozamos mientras contribuimos a una interesante iniciativa de reinserci¨®n social