La literatura, un viaje sin rumbo fijo
El otro d¨ªa en el Instituto Cervantes de Tokio sostuve un di¨¢logo abierto con el escritor espa?ol Javier Cercas. Su novela Soldados de Salamina me pareci¨® una obra maestra.
Durante la Guerra Civil espa?ola, un comando del Ej¨¦rcito republicano, acorralado en Catalu?a, se dispone a fusilar a un oficial fascista que se encuentra recluido bajo custodia, pero un joven soldado, por cuenta propia, decide liberarlo. La novela sigue los respectivos destinos del soldado y del oficial fascista. Se sabe que la noche anterior al suceso, el soldado se entreten¨ªa bailando un pasodoble.
Los franquistas obtienen una victoria avasalladora, el joven soldado se integra en el exilio a una tropa multinacional del Ej¨¦rcito franc¨¦s y recorre el continente africano. Los soldados an¨®nimos de la peque?a y precaria unidad terminan venciendo mediante una serie de t¨¢cticas de guerrilla al batall¨®n alem¨¢n que ten¨ªa todas las de ganar. Se salva as¨ª la civilizaci¨®n francesa, y el soldado, aunque lesionado, sobrevive las sucesivas campa?as.
?Quieres escribir buenas novelas? Haz entonces como Cervantes: emb¨¢rcate en un puerto
"Erasmo y Cervantes no fueron guerreros heroicos, tan solo soldados an¨®nimos"
Muchos a?os despu¨¦s, convertido en un veterano, recuerda con nostalgia el baile del pasodoble, elemento que enlaza el relato con el pasado remoto.
Cuando preparaba el di¨¢logo con Cercas y revisaba en mi estudio los libros sobre la Guerra Civil espa?ola, me encontr¨¦ de pronto con La misi¨®n de la literatura, el libro de Georges Duhamel traducido por Kazuo Watanabe, y la edici¨®n original en franc¨¦s de Deux Patrons. Hay ah¨ª dos patrones, es decir, dos maestros: Erasmo y Cervantes, a quienes el autor consider¨® como los salvadores de la civilizaci¨®n. Con ambos libros en mis manos, me traslad¨¦ 50 a?os atr¨¢s hasta verme en una cafeter¨ªa subterr¨¢nea, ubicada en el campus de la Universidad de Tokio.
A pesar de que hab¨ªa ingresado en la universidad con el deseo de profundizar en el estudio del humanismo, del que se ocupan con todo detalle los libros del profesor Kazuo Watanabe, durante mi carrera acad¨¦mica no fui capaz de entender sus lecciones. Lo ¨²nico que logr¨¦ hacer fue conseguir en librer¨ªas de viejo los t¨ªtulos que el profesor Watanabe hab¨ªa publicado antes y despu¨¦s de la guerra, y leerlos a solas. Desilusionado con mis estudios, comenc¨¦ a probar suerte en la creaci¨®n literaria.
Una semana despu¨¦s de que uno de mis cuentos apareciera en el n¨²mero especial de un peri¨®dico de la universidad con
motivo del festival estudiantil de mayo, el profesor Watanabe, que se encontraba en la cafeter¨ªa, me detuvo cuando pas¨¦ a su lado y me habl¨® as¨ª:
-Oye, he le¨ªdo ese cuento tuyo en el cual un estudiante mata a un perro. ?Es que piensas convertirte en narrador?
La pregunta me desconcert¨® y no atinaba a responder. Un amigo que me acompa?aba se adelant¨® a contestar rescat¨¢ndome de aquella embarazosa situaci¨®n:
-Qu¨¦ va, profesor, este solo se empe?a en leer lo que usted ha escrito sobre el humanismo. A ver, ah¨ª traes uno de sus libros, ?verdad?
Le mostr¨¦ al profesor La misi¨®n de la literatura y, al tomar el libro entre sus manos, me pregunt¨® qu¨¦ me parec¨ªa.
Le respond¨ª que solo hab¨ªa terminado de leer la primera parte y el ep¨ªlogo a cargo del traductor. El profesor abri¨® el libro y me pareci¨® que se fijaba en las partes que yo hab¨ªa subrayado.
"No se debe permitir el derramamiento de sangre por causa de conflictos religiosos: a partir de esta firme convicci¨®n, Erasmo sigui¨® un camino tortuoso, mientras que Cervantes llev¨® una vida tr¨¢gica al aferrarse a la misma creencia en una ¨¦poca en que era inconcebible demostrar que una personalidad armoniosa y una raz¨®n suficiente eran superiores a la locura y la perversi¨®n. (...) Ni Erasmo ni Cervantes fueron guerreros heroicos sino tan solo soldados an¨®nimos".
Para evitar que el profesor leyera mis notas al margen del libro, me apresur¨¦ a decir:
-Ahora creo entender no solo por qu¨¦ el autor escribi¨® esta obra al a?o siguiente del comienzo de la Guerra Civil espa?ola sino tambi¨¦n por qu¨¦ usted la tradujo un a?o antes de que Jap¨®n entrara en guerra.
El profesor Watanabe me concedi¨® la raz¨®n:
-Georges Duhamel lanz¨® con palabras contundentes un grito de alerta ante la expansi¨®n del fascismo en Europa, pero ?no te parece que el ep¨ªlogo que escrib¨ª es bastante timorato ante la censura y a los dem¨¢s temas que trata el libro? Te recomiendo, m¨¢s bien, que leas con atenci¨®n la segunda parte, si es que quieres seguir escribiendo novelas.
Emocionado, corr¨ª escaleras arriba hacia la salida de la biblioteca y me tumb¨¦ en la hierba a leer el cap¨ªtulo sobre Cervantes. Ah¨ª encontr¨¦ una exhortaci¨®n que Duhamel dirig¨ªa a los j¨®venes que aspiraban a formar parte del mundo literario:
"Entonces, joven, vive la vida ante todo. Bebe abundante leche de la ubre de la vida para nutrir tus futuras creaciones. ?Dices que quieres escribir buenas novelas? Hazme caso entonces y emb¨¢rcate en alg¨²n puerto. Recorre el mundo gan¨¢ndote el sustento con modestas ocupaciones, y soporta la pobreza. No te apresures a tomar la pluma. Som¨¦tete al dolor y al sufrimiento. Aprende con las miles de personas que encuentres a tu paso. Y cuando te doy estos consejos, quiero decir que jam¨¢s trates de esquivar la angustia que te ocasionen los dem¨¢s o las adversidades que tengas que experimentar para hacerlos felices. (...) ?Quieres escribir buenas novelas? ??yeme bien, entonces! Antes que nada, trata de olvidar ese deseo. Emprende un viaje sin pensar en un rumbo fijo. Agudiza la vista, el o¨ªdo, el olfato y el apetito. Espera con el coraz¨®n abierto. Tal como hizo...".
Cervantes, por supuesto. Durante su estad¨ªa en Jap¨®n, ya en la posguerra, Duhamel le obsequi¨® al profesor Watanabe la edici¨®n de lujo del libro original, ilustrada con m¨¢s de 20 dibujos. Un a?o antes de morir, el profesor Watanabe me dej¨® como herencia esa edici¨®n. A lo mejor guardaba alg¨²n remordimiento desde aquel entonces, cuando se enter¨®, a trav¨¦s del amigo que me acompa?aba, que me hab¨ªa deprimido profundamente al leer esa segunda parte. Pero, en realidad, yo tambi¨¦n sab¨ªa que aquella hab¨ªa sido para m¨ª una extraordinaria lecci¨®n.
Traducci¨®n de Ryukichi Terao, con colaboraci¨®n de Ednodio Quintero para el Instituto Cervantes.
Kenzaburo Oe es escritor, premio Nobel de Literatura de 1994.
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