Un 'Indiana Jones' catal¨¢n persigue a las mariposas de Nabokov
El autor de 'Lolita' fue un renombrado tax¨®nomo y estableci¨® la primera clasificaci¨®n de mariposas azules del Nuevo Mundo. El cient¨ªfico Roger Vila ha recogido el testigo del entom¨®logo-escritor. Recorri¨® Sudam¨¦rica tras los lepid¨®pteros azules para desarrollar las tesis de Nabokov
El viento soplaba fuerte aquella ma?ana en el paso del Agua Negra. Hasta este formidable enclave monta?oso de la frontera argentino-chilena se hab¨ªa desplazado Roger Vila en busca de una mariposa azul: la Pseudolucia penai. Hay veces que para conseguir especies como esta hay que subir a m¨¢s de 4.500 metros de altura. Llegar hasta ellas cuesta, pero Vila es un cient¨ªfico con sombrero de Indiana Jones.
Surcando aquel l¨ªmpido y majestuoso paisaje de hielo, apareci¨® en su camino un ramillete de plantas que a duras penas intentaban asomar entre la nieve. En una de sus hojas, dos mariposas azules copulaban con las alas vencidas por el fuerte viento, agarr¨¢ndose como pod¨ªan a la planta. "Estaban haciendo el amor", describe Vila, bioqu¨ªmico que hizo su doctorado en Harvard, c¨®modamente sentado en una butaca de aires victorianos. Las mariposas azules son algo m¨¢s que un lepid¨®ptero para este catal¨¢n de 37 a?os. Son la pasi¨®n de su vida. El objeto de su gran investigaci¨®n. Siete a?os dedicados a ellas. Una pasi¨®n inspirada por Vlad¨ªmir Nabokov, el autor de Lolita, uno de los grandes de la literatura del siglo XX, y reputado entom¨®logo. "Suya es la primera clasificaci¨®n que se conoce de las mariposas azules del Nuevo Mundo", afirma Vila.
"Nabokov era un gran tax¨®nomo", dice Vila. "Estudiaba los genitales de las mariposas y le dec¨ªan que era un obseso"
Vila, doctor en bioqu¨ªmica, ha secuenciado el ADN de 78 especies de mariposas azules
Seguir los pasos de Nabokov. Intentar demostrar que, efectivamente, como dijo el ruso-norteamericano, las mariposas azules llegaron al Nuevo Mundo atravesando el estrecho de Bering. Utilizar secuencias de ADN para poner a prueba las hip¨®tesis del entom¨®logo que escrib¨ªa art¨ªculos cient¨ªficos como un literato, del literato que diseccionaba personajes cual entom¨®logo.
Han pasado siete a?os. Queda apenas un mes para que Vila publique los resultados de su estudio en la revista cient¨ªfica Proceedings of the Royal Society. Entonces sabremos si Nabokov estaba en lo cierto o no.
Vila saca el puntero l¨¢ser de su bolsillo. Es mi¨¦rcoles por la ma?ana y est¨¢ dando una charla en el patio de columnas del palacio del Marqu¨¦s de Salamanca, sede de la Fundaci¨®n BBVA, en el madrile?o paseo de Recoletos. Se celebra la Jornada Biodiversidad en Acci¨®n, organizada por la fundaci¨®n del banco junto al Instituto de Biolog¨ªa Evolutiva (IBE). Vila ya tiene callo en esto de dar charlas. Mano en el bolsillo de su vaquero marr¨®n, del que cuelga la lengua de un gastado cintur¨®n de cuero, explica con media sonrisa ante una audiencia en la que las corbatas conviven con las botas camperas uno de los proyectos que tiene entre manos: Androconia. Con ¨¦l pretende explicar la qu¨ªmica de los afrodisiacos en las mariposas. El primer factor que entra en juego en la atracci¨®n entre mariposas es la vista, cuenta. Luego, manda la qu¨ªmica. "Como entre los humanos", bromea, y arranca algunas sonrisas en el auditorio. Dentro de poco, viajar¨¢ a Colombia a buscar m¨¢s mariposas.
Explorar, conseguir ejemplares y secuenciar, es decir, extraer la secuencia de ADN. En eso consiste su trabajo. Es decir, necesita el sombrero de Indiana Jones. Pero tambi¨¦n su bata blanca.
Vila aterriz¨® en Harvard en el a?o 2003. Lleg¨® gracias a su persistencia y a la inestimable ayuda de Naomi Pierce, profesora de la prestigiosa universidad norteamericana. Esta eminencia de la entomolog¨ªa lleg¨® incluso a alojar en su casa a ese joven bioqu¨ªmico catal¨¢n que le mandaba lepid¨®pteros desde Barcelona cada vez que ella precisaba nuevas muestras.
Lleg¨® al lugar adecuado en el momento oportuno. Tres tax¨®nomos -un israel¨ª, un h¨²ngaro y un norteamericano- que hab¨ªan tomado las riendas del legado de Nabokov buscaban entom¨®logo. Quer¨ªan comprobar las hip¨®tesis del cient¨ªfico-literato sobre las mariposas azules, las azulitas.
Vila todav¨ªa recuerda la emoci¨®n que sinti¨® al entrar en las que fueron las dependencias de Nabokov en Harvard. "All¨ª estaba su mesa de trabajo, congelada en el tiempo", recuerda con brillo en los ojos en el ¨¢tico de la fundaci¨®n, poco despu¨¦s de su charla. Nabokov trabaj¨® como conservador de la colecci¨®n de mariposas del Museo de Zoolog¨ªa de Harvard en los a?os cuarenta. All¨ª permanece su legado. De hecho, hay varias especies de azulitas bautizadas en su honor. La Pseudolucia Humbert, homenaje al atormentado profesor que mira a la ni?a tumbada en el jard¨ªn; la Pseudolucia Charlotte, en referencia a la madre de ese pecaminoso objeto de deseo de Humbert; las llamadas Nabokovia.
"Nabokov era un gran tax¨®nomo", afirma Vila, que trabaja como investigador ICREA -Instituci¨® Catalana de Recerca i Estudis Avan?ats- en el IBE. "Fue un pionero en morfometr¨ªa [clasificar por la forma]. Miraba las estructuras genit¨¢licas de las mariposas y ese es uno de los caracteres clave de la taxonom¨ªa -ordenaci¨®n jerarquizada-. Hubo co?a, le preguntaban si eso era el fruto de su obsesi¨®n por los genitales, como hab¨ªa escrito Lolita..."
Vila tiene 5.000 mariposas atravesadas por alfileres en su casa. M¨¢s de 13.000, las que le permiten secuenciar el ADN, ba?adas en etanol, en laboratorios. Aprendi¨® a dibujar mariposas antes que a escribir.
A los nueve a?os ya era miembro de la Sociedad Catalana de Lepidopter¨®logos. A los diez ped¨ªa a sus padres que le explicaran algunos de esos complejos art¨ªculos de las publicaciones cient¨ªficas. "En eso, Nabokov y yo somos iguales", dice, "yo he visto fotos suyas en Rusia, vestido de marinerito, estudiando mariposas".
Lo que a este obseso de los lepid¨®pteros le propusieron los tres tax¨®nomos de Harvard fue que dedicara tres a?os de su vida a recorrer Sudam¨¦rica en busca de mariposas azules. Conseguir el m¨¢ximo n¨²mero de especies posible. No hace falta decir cu¨¢l fue su respuesta.
Siete a?os de trabajo y unos cuantos miles de d¨®lares despu¨¦s -Vila no precisa la cifra-, se puede decir que el fruto de su aventura cient¨ªfica es alentador. No se sabe si ha demostrado o no las tesis de Nabokov. Pero ha conseguido secuenciar el ADN de 78 especies distintas de azulitas. Ah¨ª queda eso.
Toda misi¨®n esconde un reto que otorga la dimensi¨®n de excelencia al trabajo realizado. En el proyecto de investigaci¨®n de Vila, el reto pose¨ªa un nombre evocador y refulgente: Eldoradina.
A?o 2006. La fase de exploraci¨®n y obtenci¨®n de ejemplares est¨¢ llegando a su fin. Hab¨ªan conseguido 77 muestras de especies de azulitas. Les faltaba una, la Eldoradina. Tres veces hab¨ªan viajado a Per¨² a buscarla, tres viajes de vuelta con las manos vac¨ªas. Estaban a punto de dar el proceso por concluido -"pues nada, publicaremos sin esta"- cuando aparece la bola extra: "Roger, toma 2.000 d¨®lares, vete dos semanas a Per¨² e int¨¦ntalo una vez m¨¢s. Solo puedes llevarte a una persona", le dijo el se?or Putman, un fil¨¢ntropo millonario.
Rod Eastwood, australiano, uno de los mejores entom¨®logos del mundo, es el elegido. Recorren 4.000 kil¨®metros en coche por Per¨². Encuentran todo g¨¦nero de mariposas. Todas, menos la Eldoradina. "Fue muy duro", recuerda Vila. "Correr a 4.000 y pico metros es muy duro. Al principio te mareas, te quedas exhausto". Cazar mariposas no es sencillo. Hay que tener ese giro de mu?eca sutil. Correr. Saltar. "All¨ª, si corres mucho, te entra el mal de altura".
Se esfuman las dos semanas. ?ltimo d¨ªa. Eastwood y Vila suben a dormir a lo alto de un pueblo minero. A la desesperada. Llegan a los 4.500 metros de altura. Ni una sola Eldoradina.
Cabizbajos bajan camino de Lima. Desde el coche ven un abrevadero de mariposas al borde de la pista forestal. Se bajan a explorar, esperando el milagro. No hay ninguna, pero deciden seguir el rastro del riachuelo, cada uno en una direcci¨®n.
Vila camina. Posada sobre un charco, una azulita. Una Eldoradina. Se acerca lentamente, cazamariposas en mano. Con el sombrero de Indiana Jones bien calado. Siente mariposas en el est¨®mago: "Si fallas y se escapa", piensa, "vuelves a Harvard como un perdedor". ?Vlam! Atrapada.
Atr¨¢s quedan las serpientes que se cruzaron en su camino, los frondosos bosques de bamb¨² brasile?os que tuvo que atravesar cort¨¢ndose las manos, los d¨ªas en que sobreestim¨® sus capacidades de Indiana Jones e hizo pasar un mal momento a sus compa?eros de expedici¨®n por enfrentarse solo a la monta?a.
"Vi las mariposas que Nabokov no pudo ver en Sudam¨¦rica", concluye Roger Vila. "Y he conocido las respuestas a cosas que ¨¦l intu¨ªa".
En septiembre de 2011, si nadie lo remedia, Roger Vila ser¨¢ un parado m¨¢s. Se le acaba el contrato de investigaci¨®n.
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