Necesitamos Contacto
Una enfermera me contaba hace poco que durante la noche, cuando la oscuridad y la quietud reinan en el hospital, algunos pacientes demandan atenci¨®n de manera repetida. Aducen diferentes tipos de malestar o necesidades que ella, como las dem¨¢s enfermeras, procura resolver. Sin embargo, su experiencia le dice que detr¨¢s de esos s¨ªntomas se esconde m¨¢s bien la necesidad de contacto. La soledad de la noche favorece que emerjan temores e inquietudes. Entonces, una caricia, una mirada atenta, coger la mano o acercarse a la cabecera de la cama a escuchar surten un efecto calmante inmediato.
Generalmente le damos poca importancia a estas "medicinas" gratuitas, pero establecer un contacto cercano y c¨¢lido con otra persona depara grandes beneficios tanto para la salud f¨ªsica como mental. Diversos estudios demuestran que la ternura y el tacto ayudan a disminuir el estr¨¦s, la ansiedad y el dolor. Bien conocido es el efecto analg¨¦sico que puede tener para un ni?o el beso de su madre. Desde el momento del nacimiento se busca instintivamente ese calor humano. Sin alimento, un beb¨¦ no podr¨ªa sobrevivir, pero sin afecto tampoco. Ya de adultos, adem¨¢s de satisfacer unas necesidades fisiol¨®gicas b¨¢sicas, existe una necesidad igualmente importante: sentir proximidad afectiva.
"Los prejuicios sociales limitan y vetan la comunicaci¨®n, especialmente en lo que concierne al tacto y la proximidad f¨ªsica"
Es posible conectar con otra persona a trav¨¦s de la mirada, la palabra y la escucha, el tacto e incluso el gusto y el olfato. Los sentidos abren una puerta que favorece la comunicaci¨®n. No obstante, a pesar de necesitarlo y desearlo tanto, el contacto profundo y genuino no abunda.
Bienestar compartido
"Todos nacemos del amor.
Es el principio de la existencia y su ¨²nico fin" (Benjamin Disraeli)
Virginia Satir, pionera de la terapia familiar, repet¨ªa a menudo: "El contacto afectivo es a las relaciones como la respiraci¨®n al mantenimiento de la vida". Cualquier tipo de contacto supone un acto de comunicaci¨®n. Esta capacidad de conectarse para enviar y recibir mensajes -con o sin palabras- da forma a nuestras relaciones.
Los neur¨®logos insisten en que los seres humanos, igual que las neuronas, necesitan estar conectados, y que su bienestar depende de las redes de relaciones en las que est¨¢n integrados. Por eso se recomienda mantener intereses compartidos y establecer contacto afectivo con otras personas. Mientras que el aislamiento social se asocia con una mayor incidencia de problemas cardiovasculares, depresi¨®n, dolores musculares y deterioro de la memoria, estudios recientes con pacientes de c¨¢ncer han demostrado que las relaciones afectivas protegen a la hora de afrontar la enfermedad.
El precio del cari?o
"La ¨²nica anormalidad es la incapacidad de amar" (Ana?s Nin)
Una tragedia de nuestra sociedad es la cantidad de personas que est¨¢n solas o se sienten solas sin haberlo elegido. Podemos estar conectados con millones de individuos a la vez, pero escasea el contacto real y cercano. En la era de la comunicaci¨®n faltan herramientas para establecer relaciones en las que se conecte ¨ªntimamente con el otro. A menudo, en la familia se comparte un mismo techo, pero en la pr¨¢ctica se vive de manera separada, sinti¨¦ndose aislado incluso en compa?¨ªa. Gran parte de los conflictos conyugales se debe a una desconexi¨®n entre los miembros de la pareja. Y hay personas que, a pesar de desearlo, no consiguen salvar la distancia que las aleja de los dem¨¢s.
Una carencia cr¨®nica de cercan¨ªa emocional puede desembocar en relaciones en las que se acepta cualquier precio a cambio de cari?o. Otras veces, el hambre de afecto se intenta compensar con sustitutos: compras compulsivas, comida, sexo? Una investigaci¨®n revela que a menudo la mayor motivaci¨®n para mantener relaciones sexuales es lograr un contacto afectivo.
Al contrario de otras necesidades humanas, la necesidad de contacto precisa de la participaci¨®n de otra persona. Pero adem¨¢s existen barreras personales que pueden dificultar esa conexi¨®n. Por un lado, los prejuicios sociales limitan y vetan la comunicaci¨®n, especialmente en lo que concierne al tacto y la proximidad f¨ªsica. Y otro tanto sucede con las propias defensas que a menudo aparecen ante el temor que genera la intimidad.
Una frontera permeable
"Tengo miedo de decirte qui¨¦n soy. Porque si te digo qui¨¦n soy, puede que no te guste c¨®mo soy, y eso es todo lo que tengo"
(John Powell, m¨²sico)
Puede resultar sorprendente: lo que m¨¢s se desea, en este caso la proximidad afectiva, tambi¨¦n atemoriza. Inconscientemente, existe la impresi¨®n de que quien se muestra demasiado abierto corre el riesgo de ser invadido. Es l¨®gico. Al entrar en contacto con otra persona nos mezclamos, aunque solo sea ligeramente. Quiz¨¢ podemos sentir la pena, el dolor o la alegr¨ªa que est¨¢ sintiendo el otro, o algunos de sus pensamientos pueden infiltrarse.
Al entablar contacto es posible sentirse desnudo o vulnerable. Se desvela una parte interna de la personalidad, y existe el temor a la burla o a que el otro utilice la informaci¨®n para controlar o lastimar. Esta tendencia a defender el espacio personal es saludable, salvo cuando se convierte en una barrera que impide conectar con los dem¨¢s. Pero el riesgo tambi¨¦n implica una ganancia. Solo cuando alguien puede mostrarse como es puede conectar realmente con otra persona y enriquecerse de la relaci¨®n. Aunque las fronteras personales deben existir, conviene que no sean r¨ªgidas e inamovibles, sino permeables seg¨²n las circunstancias.
B¨¢lsamo emocional
"Tu misi¨®n no es buscar el amor, sino descubrir todas las barreras
que has creado en tu interior para no verlo" (Jalal ad-din Rumi)
Algunas personas necesitan el contacto. Lo manifiestan en una demanda continua de afecto y en que prefieren estar en compa?¨ªa. Una exacerbada necesidad puede estar asociada a un pasado de carencias afectivas que han dejado un hueco dif¨ªcil de llenar. Puede ser consecuencia de unos primeros v¨ªnculos distantes o ambivalentes con las personas m¨¢s cercanas. O, por el contrario, quiz¨¢ una dedicaci¨®n excesiva provoc¨® que se creciera centrado en las propias necesidades. Como personas precisamos el placer del contacto sin amenaza de intrusi¨®n o abandono a fin de adquirir una sensaci¨®n de seguridad en las futuras relaciones. Sin embargo, apunta Boris Cyrulnik en su libro El amor que nos cura, ciertas relaciones adultas pueden sanar esas heridas emocionales.
No hemos de olvidar que elaboramos una imagen de nosotros mismos a trav¨¦s de la interacci¨®n con los otros seres humanos. Por eso, recibir cari?o, atenci¨®n y aprecio ayuda a sentir que se es merecedor del inter¨¦s y el amor de los dem¨¢s.
El contacto que transforma
"El encuentro entre dos personalidades es como el contacto entre dos sustancias qu¨ªmicas: si hay alguna reacci¨®n,
ambas se transforman" (Carl G. Jung)
Todos disponemos de las herramientas necesarias para establecer un buen contacto: las expresiones faciales, la mirada, los gestos, el cuerpo, la voz? La cuesti¨®n estriba en c¨®mo las utilizamos. Para establecer un buen contacto es muy importante la congruencia. Significa que las palabras reflejan lo que sentimos y pensamos, y las expresiones corporales y faciales tambi¨¦n. Desde esta autenticidad es posible ganar proximidad con los dem¨¢s. Al abrirnos se produce una reacci¨®n expansiva que se mide tanto en el cuerpo como en la sensaci¨®n de relajaci¨®n y calor. Mientras que los sentimientos de hostilidad producen una retracci¨®n.
El beneficio del contacto es sim¨¦trico. Si se da una atenci¨®n afectuosa, procura placer tanto tocar como ser tocado, escuchar como ser escuchado, mirar como ser mirado. Cuando fluye este calor humano, las defensas se aflojan y las personas se sienten m¨¢s libres. Resulta asombroso, por ejemplo, el efecto que puede tener en una pareja dejar a un lado las pugnas para conectar realmente con el otro.
Tenemos a nuestro alcance un recurso econ¨®mico a la par que efectivo: el contacto humano. Las caricias, las palabras, las miradas? no solo aportan consuelo, alivio, ternura, atenci¨®n, afecto, sino que tienen la capacidad de transformarnos, haci¨¦ndonos sentir mejor y enriqueci¨¦ndonos como personas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.