El mago del cerebro
El 13 de septiembre de 1848, el capataz Phineas Gage, un joven muy apuesto, con el pelo oscuro y facciones de modelo, sobrevivi¨® de forma incre¨ªble a?un espantoso accidente. Contaba 25 a?os, y aquel d¨ªa trabajaba en la construcci¨®n de una l¨ªnea de ferrocarril en Cavendish, Vermont (Estados Unidos). Su tarea era peligrosa. Ten¨ªa que nivelar el terreno, para lo cual los operarios taladraban agujeros en la roca, los rellenaban con p¨®lvora y cubr¨ªan con arena. Gage seleccionaba los agujeros para colocar los explosivos y la mecha, y usaba una larga barra de hierro para compactar la mezcla de arena y p¨®lvora. Quiz¨¢ oy¨® algo que lo distrajo moment¨¢neamente, pero lo cierto es que hinc¨® su vara en el siguiente taladro antes de que su ayudante lo rellenase de arena. La chispa consiguiente caus¨® una explosi¨®n y la barra de hierro sali¨® fulminantemente de sus manos. El proyectil, de tres cent¨ªmetros de grosor y 109 de longitud, entr¨® por debajo de su mejilla izquierda, rasg¨® su cerebro como si fuera mantequilla y?escap¨® por la parte superior del cr¨¢neo. Gage se desplom¨® fulminado, mientras que la barra que hab¨ªa atravesado su cabeza ca¨ªa a m¨¢s de veinte metros a sus espaldas. Sus ayudantes, horrorizados, pensaron que hab¨ªa muerto al instante. Se quedaron asombrados cuando comprobaron que el hombre recuperaba la consciencia y ?les hablaba! Logr¨® caminar apoy¨¢ndose en ellos, y fue trasladado en un carro de bueyes hasta su casa. Los testigos narraron que Gage se baj¨® sin ayuda.
El cerebro humano es un misterio dentro de otro, formado por 100.000 millones de neuronas
"La modulaci¨®n de las emociones humanas es producto de la cultura. Es una consecuencia de la conciencia"
"Cuando percibes lo que te sucede, surge el sentimiento. Emocionar es actuar.Sentir es percibir"
"Si destruyes la parte posterior del tallo cerebral, destruyes la conciencia. Puede que nunca salgas de ese estado vegetativo"
El primer practicante, horrorizado al verlo, se qued¨® estupefacto cuando el joven con la cabeza agujereada le dijo tranquilamente que "ahora tendr¨ªa bastante trabajo". Su m¨¦dico personal, John Harlow, cort¨® la hemorragia una hora despu¨¦s y le salv¨® la vida. Gage, un joven responsable, inteligente y muy bien adaptado socialmente, se recuperar¨ªa a los pocos meses. Pod¨ªa caminar y valerse por s¨ª mismo, y conservaba su inteligencia intacta. Se expresaba sin dificultad, y su capacidad de aprendizaje estaba inalterada. Tampoco ten¨ªa problemas con la memoria. La gente susurraba la palabra milagro a su alrededor. Fue una ilusi¨®n. Algo cambi¨®. De ser un hombre responsable y apreciado, se convirti¨® en un sujeto irreverente, caprichoso, irresponsable y sin honor, incapaz de llevar a cabo sus planes. Gage perder¨ªa su empleo y terminar¨ªa cayendo en lo m¨¢s bajo, convirti¨¦ndose por un tiempo en una atracci¨®n de feria del empresario P. T. Barnum, que regentaba un museo de curiosidades humanas en Nueva York. Nunca se desprender¨ªa de la barra de?hierro que le hizo famoso, pero morir¨ªa a?os despu¨¦s entre ataques epil¨¦pticos y la indiferencia.
A los ocho a?os de su muerte, el doctor Harlow sugiri¨® que esa barra hab¨ªa destruido zonas de la corteza cerebral situada en la parte izquierda del l¨®bulo frontal, lo que podr¨ªa explicar el cambio de la personalidad de Gage, un hombre "atrapado entre sus fr¨ªas facultades intelectuales y sus propensiones animales". Era una idea revolucionaria sobre c¨®mo el cerebro manejaba?aspectos superiores de la personalidad humana, pero pas¨® inadvertida. Siglo y medio despu¨¦s, en 1994, el cient¨ªfico Antonio Damasio publicar¨ªa un art¨ªculo crucial en la revista Science, en el que reconstru¨ªa la trayectoria exacta de la barra a trav¨¦s del cr¨¢neo y el cerebro de Gage en una recreaci¨®n tridimensional por ordenador. Damasio mostr¨® que los da?os en estas zonas prefrontales de la corteza eran responsables del manejo de las emociones y el proceso de toma de decisiones. Estos da?os explicar¨ªan de forma precisa el profundo cambio del car¨¢cter de Gage, el paciente m¨¢s famoso de la neurolog¨ªa.
Damasio (Lisboa, 1944) es el neurocient¨ªfico que m¨¢s ha revolucionado el estudio de la base cerebral de las emociones en los ¨²ltimos treinta a?os. Podr¨ªa decirse que es uno de los neurocient¨ªficos m¨¢s globales en un mundo globalizado, con una formaci¨®n human¨ªstica de la que se enorgullece. Siente devoci¨®n por Espinoza y Descartes, grandes pensadores enfrentados -el primero afirm¨® que la materia era divina en s¨ª, mientras que el segundo invent¨® el dualismo entre cuerpo y alma-, y admira a Shakespeare. El cerebro humano es un misterio dentro de otro, formado por 100.000 millones de neuronas, y Damasio piensa, a diferencia de muchos de sus colegas, que siempre ha sido el bosque, y no los ¨¢rboles, lo que cuenta. Hay algo en la dignidad de los seres vivos y en el hombre que le impide pensar que somos, en ¨²ltima instancia, el resultado de un conjunto de reacciones bioqu¨ªmicas entre neuronas por muy sofisticadas que estas sean. El cerebro, dice, es m¨¢s que la suma de todas las partes, un espejo que no solo refleja nuestra individualidad; en ¨¦l cabe una sociedad o hasta la entera humanidad. Son conclusiones a las que Damasio ha llegado despu¨¦s de convertirse en el pionero m¨¢s importante del siglo XX en la investigaci¨®n emocional. "Una gran parte de mi trabajo ha sido convertir el estudio de los sentimientos en algo cient¨ªfico que nos permita comprender mejor el comportamiento humano", explica.
Hace poco menos de un cuarto de siglo, cuando la investigaci¨®n del cerebro estaba sumergida en el racionalismo m¨¢s absoluto, estudiar cient¨ªficamente un sentimiento -la propuesta de Damasio- pod¨ªa levantar m¨¢s de una sonrisa educada. Ahora, las emociones y su base cerebral atraen simposios e investigadores como un im¨¢n. El prestigioso investigador Kerry Ressler, del Instituto M¨¦dico Howard Hughes, en Maryland (Estados Unidos), no duda en calificar a Damasio como "un l¨ªder que recoge la imagen global en neurociencia para permitirnos comprender c¨®mo surgen las funciones m¨¢s complejas", seg¨²n relata a El Pa¨ªs Semanal por correo electr¨®nico.
Damasio habla bajo, con suavidad. No parece alguien dado a enfadarse, pero no hay que confiarse. El d¨ªa amanece cubierto por nubarrones que amenazan tormenta. Damasio ha acudido a Barcelona para presentar su ¨²ltimo libro, Y el cerebro cre¨® al hombre (Destino). Salta a la vista que las entrevistas promocionales le cansan, pero tras deslizarnos felizmente por nuestra primera hora de conversaci¨®n, trato de averiguar qu¨¦ cosas le irritan. Al fin y al cabo, sentirse molesto por algo es una de las emociones humanas m¨¢s comunes. "Hay pocas cosas. Cenar en un restaurante y que a alguien le suene el tel¨¦fono m¨®vil cerca, el sonido. La gente usa cada vez m¨¢s los m¨®viles, y parecen idiotas hablando consigo mismos mientras caminan en la calle. Es algo tan innecesario? hace diez a?os, la gente no los ten¨ªa y viv¨ªa felizmente. Lo hacemos simplemente porque disponemos del aparatito. Hay compa?¨ªas que est¨¢n haciendo un mont¨®n de dinero. Y la cosa va a peor. Algunas aerol¨ªneas ya permiten el uso de tel¨¦fonos celulares en los aviones. Est¨¢s volando, y en el aire, adem¨¢s de soportar el ruido de los motores, tienes que o¨ªr a la gente discutiendo con su suegra sobre los problemas con los hijos".
La ch¨¢chara es lo que m¨¢s disgusta a uno de los maestros de las emociones humanas, que ha trasladado su estudio desde el ¨¢mbito filos¨®fico -una tradici¨®n de siglos- a la neurociencia, mostrando c¨®mo nos emocionamos en las pantallas de los esc¨¢neres, y rastreando los circuitos cerebrales que hay detr¨¢s. Fue precisamente el estudio de las lesiones neurol¨®gicas y la forma en la que afectan al comportamiento en los pacientes -entre ellas, la p¨¦rdida del lenguaje por da?os en el l¨®bulo temporal izquierdo, algo que observ¨® el cient¨ªfico Paul Broca ocho a?os despu¨¦s de la muerte de Gage- lo que llev¨® a Damasio y a su esposa, Hanna, a construir sistem¨¢ticamente una base de datos de enfermos a finales de los a?os setenta en la Universidad de Iowa. "Necesit¨¢bamos un m¨¦todo para adquirir informaci¨®n. Uno de ellos era el estudio de las lesiones neurol¨®gicas en los pacientes". Posteriormente, en las dos d¨¦cadas siguientes, y con las nuevas t¨¦cnicas de imagen cerebral -el esc¨¢ner de emisi¨®n de positrones o la resonancia magn¨¦tica funcional, fabulosas ventanas al cerebro en pleno funcionamiento-, Damasio y su mujer pudieron rastrear los cerebros de voluntarios sanos y establecer comparaciones, investigando el lenguaje, la memoria, la percepci¨®n visual, y c¨®mo se comportaba el cerebro cuando ten¨ªa que tomar una decisi¨®n. Fue aqu¨ª cuando descubrieron la tremenda importancia de las emociones.
?Como ocurri¨®? Hab¨ªa un enfermo en particular que de forma muy ostensible tomaba decisiones muy equivocadas despu¨¦s de sufrir un da?o en el l¨®bulo frontal. Pero era muy inteligente, ten¨ªa muchos conocimientos. Su memoria y lenguaje eran normales. Excepto que sus emocionesno eran normales. As¨ª que eso me dio la idea de que esas emociones an¨®malas pod¨ªan jugar un papel en sus decisiones.
?De qu¨¦ forma se comportaba ese enfermo? Hablabas con ¨¦l y notabas que era muy inteligente. Pero fuera de la conversaci¨®n hac¨ªa locuras, como invertir su dinero en negocios que obviamente se iban a derrumbar, o relacionarse de manera muy extra?a con su esposa. Cuando le tocaba actuar en la vida real, tomaba la decisi¨®n equivocada. Lo que es f¨¢cil para nosotros le llevaba una eternidad. No sent¨ªa ese p¨¢lpito que te dice: "me gusta". Vas a un restaurante, lo ves y piensas: de acuerdo. Ese paciente y otros muchos no lo ve¨ªan as¨ª. Se pierden en preguntas como ?es un buen men¨²? ?Est¨¢ bien de precio? ?Es buena la relaci¨®n entre el men¨² y el precio? ?Est¨¢ muy lejos el restaurante? ?Est¨¢ lleno? ?Vac¨ªo? ?Por qu¨¦ est¨¢ vac¨ªo? Si lo est¨¢, es bueno porque siempre tienes sitio. Pero si est¨¢ vac¨ªo, es porque el restaurante no es bueno? es un proceso interminable de discusi¨®n. Sus da?os se localizaban en una regi¨®n llamada corteza prefrontal ventral medial, el lugar donde las emociones y el proceso intelectual interact¨²an.
Usted ha hecho trizas el clich¨¦ de que para tomar las decisiones adecuadas hay que dejar las emociones a un lado. La l¨®gica del doctor Spock en la serie 'Star trek'. Si tengo que despedir a alguien, hay que ser fr¨ªo. O en una decisi¨®n de?negocio, cuidado con lo que sientes. Que no te afecte. En los negocios necesitas de las emociones para tomar las decisiones adecuadas. Si tienes que despedir a empleados, sabes cu¨¢l es la l¨®gica y la emoci¨®n que te impulsa a hacerlo, y que en el momento no puedes ser un sentimental. Son procesos emocionales e intelectuales. Es cierto que hay determinadas emociones que conviene ocultar. En la Bolsa, cada cierto tiempo hay un crash burs¨¢til, un exceso de miedo que hace que te retires del mercado. Y no es inteligente. Si eres menos miedoso y aguantas, te vas a beneficiar cuando el mercado se recupere. Si controlas el miedo, puedes tomar decisiones ventajosas. Pero si no sientes miedo, no hay forma de saber cu¨¢ndo parar. Y quiz¨¢ llegue un momento en el que tengas que retirarte del mercado,pero no tendr¨¢s esa posibilidad. No es cierto que lo mejor sea no sentir nada. Pero hay ciertas emociones que a corto plazo es mejor no tener, como exceso de miedo.
De acuerdo. ?Podemos educar nuestra respuesta emocional aunque surja de manera visceral? Hasta cierto punto, s¨ª. No puedes aprender a emocionarte, a estar triste, alegre, compasivo, todo eso ya est¨¢ en el cerebro. Pero el grado en el que esas emociones se expresan puede educarse, aprender a modularlas.
Ponga un ejemplo.Si tienes miedo a volar, puedes ir a una escuela que tenga un simulador de vuelo en el que te expongas a las turbulencias, a los despegues y aterrizajes...y si comprendes lo que sucede, aprendes a desensibilizar estas emociones hasta un cierto punto.
Si podemos modular nuestra respuesta emocional, ?cree que es un logro que nos distingue de los animales?Definitivamente. Hay animales muy inteligentes que no pueden modular sus emociones. La modulaci¨®n de las emociones humanas es producto de la cultura. Es una consecuencia de la conciencia. Un buen ejemplo es la violencia. En la sociedad occidental, ahora somos menos violentos que hace sesenta a?os o que cinco siglos. El control de la violencia es el resultado de la modulaci¨®n de las emociones.
En el mundo hay decenas de conflictos armados y las noticias nos inundan con violencia.S¨ª. Pero no hay duda de que hab¨ªa m¨¢s violencia en los tiempos de Enrique VIII que hoy d¨ªa. Y nuestra tolerancia a la violencia va cayendo. En todos los pa¨ªses occidentales, la violencia dom¨¦stica se aceptaba, pero ahora no se tolera. En t¨¦rminos de orientaci¨®n sexual o de raza, se intenta aceptar a gente diferente del resto. Es un fen¨®meno cultural, pero requiere de un control emocional. Lo diferente siempre crea agresi¨®n, pero puedes controlarla.
Usted ha comentado que esa autorregulaci¨®n de la sociedad imita el trabajo que hace el cerebro para conservarnos vivos. Lo llama homeostasis cultural.Hay dos niveles. Uno regula los latidos del coraz¨®n, la circulaci¨®n de la sangre, la presi¨®n sangu¨ªnea, las defensas, la digesti¨®n, el sistema hormonal? y no podemos interferir. La homeostasis nos aleja de estar muy calientes o muy fr¨ªos. Nos proporciona la sensaci¨®n de hambre, por lo que dentro de poco tendremos ganas de almorzar en vez de charlar, o sed. Est¨¢ dada por los genes. Nuestra conciencia no tiene nada que ver. La otra homeostasis es social, nos permite tener justicia, prosperidad, econom¨ªa, partidos pol¨ªticos, medicina y tecnolog¨ªa. Sin conciencia, nunca podr¨ªamos haber creado la homeostasis social. No tendr¨ªamos cultura. Para ello necesitas saber. Y ser consciente. La conciencia nos permite saber, y en su mayor extremo nos da la cultura, que nos mejora como seres humanos. Y todo depende de ciertas partes del cerebro trabajando en conjunto. Algunas est¨¢n en la corteza cerebral, otras se encuentran debajo de ella.
El cerebro esconde celosamente sus misterios. Cuando se alteran los circuitos que controlan el movimiento, surgen los temblores del Parkinson. Si las memorias se destruyen catastr¨®ficamente, el mal de Alzheimer termina borrando la personalidad. La depresi¨®n nos hunde y no sabemos por qu¨¦, pero hay una causa en el cerebro. La esquizofrenia, donde los sue?os se convierten en delirios que invaden lo cotidiano, es una realidad creada por el cerebro. Hay tambi¨¦n un cerebro vicioso que busca el placer y vibra con la recompensa, cuyo estudio descubre por qu¨¦ una persona enganchada a las drogas "no puede controlar el impulso de tomarlas incluso cuando confiesa que ya no producen placer", en palabras que Nora Volkow, del Instituto Nacional de Abuso de Drogas de Estados Unidos, declar¨® en el programa del periodista norteamericano Charlie Rose.
Un cerebro en cuya corteza aparecen milim¨¦tricamente representados los mapas de los sentidos. Y un cerebro que, convenientemente excitado, rescata lo que cre¨ªamos olvidado. A mediados del pasado siglo, el neur¨®logo Wilder Penfield qued¨® asombrado cuando, al estimular una zona del l¨®bulo temporal de uno de sus pacientes epil¨¦pticos, evoc¨® en su cabeza la canci¨®n que su madre le cantaba por Navidad. Tambi¨¦n est¨¢ el cerebro agresivo. En un estudio mucho m¨¢s reciente sobre adolescentes, el psic¨®logo Nicholas Allen, de la Universidad de Melbourne, en Australia, descubri¨® que los muchachos que discut¨ªan con mucha m¨¢s vehemencia con sus padres en sesiones controladas pose¨ªan am¨ªgdalas inequ¨ªvocamente m¨¢s grandes seg¨²n el esc¨¢ner (las am¨ªgdalas son estructuras en forma de almendra y est¨¢n situadas bajo el c¨®rtex). Hay un cerebro intelectual. "De las partes del cerebro que comprendemos, la del lenguaje complejo, que nos permite funcionar a un nivel social m¨¢s alto y transmitir habilidades y educaci¨®n, es la que m¨¢s nos diferencia como humanos", opina Kerry Ressler. Y un cerebro moral, donde caben sentimientos de compasi¨®n, admiraci¨®n y verg¨¹enza. "Los mandamientos no est¨¢n esculpidos en piedra, con referencia a las tablas de la ley de Mois¨¦s, sino en la masa gelatinosa que es?el cerebro", asegura el profesor Francisco Rubia, director del Instituto Multidisciplinar de la Universidad Complutense y miembro de la Real Academia de Medicina. La moral y las emociones aparecen relacionadas. Y Rubia se?ala su probable geograf¨ªa, la corteza cerebral ventromedial de la regi¨®n prefrontal, es decir, el vientre medio de nuestra frente.
Las emociones y la raz¨®n forman una alianza. Damasio y sus colegas examinaron las respuestas de seis personas en cuyos esc¨¢neres cerebrales aparec¨ªan da?os en estas regiones del cerebro por culpa de un tumor o un derrame. ?Ser¨ªa usted capaz de arrojar a alguien por la borda para salvarse a s¨ª mismo o a los dem¨¢s? ?Sacrificar¨ªa a un inocente, un reh¨¦n, con tal de salvar su vida o la de otros? ?Cu¨¢l ser¨ªa su reacci¨®n? La idea de matar a un inocente causa repugnancia. Pero esas seis personas no sent¨ªan compasi¨®n, de acuerdo con el an¨¢lisis de sus respuestas, seg¨²n recoge el estudio que public¨® Nature hace unos tres a?os. Estaban liberados de cualquier influencia emocional a la hora de tomar una decisi¨®n racional.
Damasio asegura que, en condiciones normales, los seres humanos tenemos dos formas de funcionar: o estamos conectados en l¨ªnea y nos emocionamos por lo que vemos y o¨ªmos en el momento, o bien desconectados (off line) cuando rescatamos un recuerdo y colocamos entonces esa memoria en posici¨®n de encendido junto con la emoci¨®n asociada. Al acordarnos de la muerte de un ser querido, el recuerdo trae el dolor. Para entender c¨®mo operan estos dos modos, le propongo un juego. ?Qu¨¦ me suceder¨ªa si, mientras charlamos, alguien liberase encima de la mesa que nos separa una mamba negra, la serpiente m¨¢s venenosa de ?frica? "Tu cerebro percibe el objeto que va a causar la emoci¨®n. Es un objeto competentemente emocional, y va a producir de manera autom¨¢tica, y sin interferencias de tu propia conciencia, una serie de reacciones. Vas a cambiar de postura, a alarmarte, a experimentar cambios en el rostro. El ritmo de tu coraz¨®n se acelera. Hay cambios en tus v¨ªsceras. Tu piel palidece. O te quedas paralizado, o corres. Depender¨¢ de las circunstancias. En tu riego sangu¨ªneo se bombea cortisol para que movilices una gran cantidad de energ¨ªa y correr. El cerebro lo hace de forma autom¨¢tica, no puedes interferir. Y te das cuenta de qu¨¦ ocurre al quedarte de piedra o correr por el miedo a esa serpiente. Todo sucede con mucha rapidez, en menos de un centenar de mil¨¦simas de segundo".
Por eso no se puede predecir si uno saldr¨¢ de estampida o no.Correcto. Si fueras un soldado con entrenamiento de combate, ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil que elijas quedarte quieto o escapar. Has educado el sistema para lo uno o lo otro. Francamente, si tuvi¨¦ramos aqu¨ª una serpiente, no tengo ni idea de lo que me ocurrir¨ªa. Nunca he tenido la experiencia, no s¨¦ si me quedar¨ªa quieto o no. ?Espero salir corriendo!
?Se ha encontrado alguna vez en una situaci¨®n muy peligrosa? En una ocasi¨®n, en un avi¨®n que pens¨¦ que se iba a estrellar. Fue hace treinta a?os. Estaba atado a mi asiento y muy asustado. Pero no pod¨ªa hacer nada, con mi cintur¨®n de seguridad abrochado, y el avi¨®n haciendo todas esas cosas tan divertidas? todo el mundo estaba convencido de que se estrellar¨ªa.
En su libro insiste en diferenciar lo que es una emoci¨®n de un sentimiento. La emoci¨®n es un programa de acciones. El sistema nervioso humano, o cualquier sistema nervioso, se involucra en una serie de acciones para protegerse. Bien mediante la defensa frente a la amenaza, o proporcionando una oportunidad para alimentarse o para el sexo. Evita la muerte y hace cosas beneficiosas. Luego est¨¢ la lectura de esa acci¨®n. Cuando percibes lo que est¨¢ sucediendo en tu cuerpo, cuando tienes esa emoci¨®n, entonces surge el sentimiento. Emocionar es actuar. Sentir es percibir. Ambas cosas est¨¢n relacionadas. Una emoci¨®n en l¨ªneas generales es un sentimiento, pero se refiere a la acci¨®n, mientras que el sentimiento es la percepci¨®n de esa acci¨®n.
?Existe alg¨²n lugar dentro de la geograf¨ªa de nuestro cerebro que nos diga si tenemos madera de h¨¦roe o de villano?Bueno, eso ser¨ªa ciencia-ficci¨®n. Es demasiado complejo. Hay partes del cerebro que procesan aspectos de las emociones de forma muy autom¨¢tica, y otras en las que percibes lo que te est¨¢ pasando. Y luego est¨¢n todos los conocimientos que has adquirido, nuestra conversaci¨®n, que no va por los sistemas autom¨¢ticos. Tenemos toda una cultura construida. Usted y yo tenemos algunas ideas sobre lo que debe ser un h¨¦roe o un cobarde. Y sabes c¨®mo usar ese conocimiento para, o bien dominar tu comportamiento y decidir algo independiente del mecanismo autom¨¢tico, o simplemente pensar que no quieres ser un h¨¦roe y me voy a quedar quieto para salvar la vida. Todas estas cosas se piensan a posteriori. Lo que le digo a mis lectores es que uno no puede entender la conciencia en base a una sola situaci¨®n. El comportamiento humano est¨¢ organizado en capas. Cuando hacemos algo, o alguien nos hace algo, cada capa suscita una reacci¨®n, algunas de las que somos conscientes y otras no. Es una cadena de respuestas y cr¨ªticas.
?En qu¨¦ lugar de nuestro cerebro se hace una lectura de todas estas emociones?Hace unos veinte a?os propuse un lugar, la ¨ªnsula o corteza insular (una estructura situada debajo de la fisura que separa el l¨®bulo frontal y temporal), que hoy es una de las m¨¢s observadas. La ¨ªnsula elabora un retrato de cualquier emoci¨®n que asalta al cuerpo. Otra m¨¢s reciente, de la que no se ha hablado mucho, es el tallo cerebral. Es ah¨ª donde se elaboran los retratos de los sentimientos m¨¢s primarios. Y todo lo que all¨ª sucede es redibujado en la corteza cerebral.
?C¨®mo definir¨ªa la conciencia?Es lo que le permite a uno darse cuenta de s¨ª mismo y de los dem¨¢s. Depende de la mente y del proceso consciente. Es muy importante y complejo en los seres humanos. Implica al lenguaje, a la memoria.
?Se puede hablar de una geograf¨ªa de la conciencia? Esa sugerencia me gusta mucho. Incluso me la plante¨¦ para titular el libro. Si destruyes la parte posterior del tallo cerebral en humanos, destruyes la conciencia. Entras en un estado vegetativo del que quiz¨¢ nunca te recuperes. Es una parte muy importante del cerebro que genera conciencia. Si pierdes algunas partes del enc¨¦falo, o ciertas partes de la corteza cerebral, como la corteza media posterior, vas a perder la conciencia. Son partes muy importantes para construir el sentimiento de s¨ª mismo, de ser consciente, del Yo autobiogr¨¢fico.
?Y de la moral? El avergonzarse, la admiraci¨®n, o la culpa.Todos se localizan en el c¨®rtex prefrontal. Sentimientos como la compasi¨®n o la admiraci¨®n, conectados con el tronco cerebral, producen ese tipo de emociones.
Damasio investiga ahora en la Universidad de California del Sur en Los ?ngeles (Estados Unidos) junto con su mujer, Hanna, a la que conoci¨® cuando cursaba sus estudios en Portugal. En el campus de la Universidad se alza, desde 2006, el Instituto del Cerebro y Creatividad (en ingl¨¦s, Brain and Creativity Institute), donde, armado de la tecnolog¨ªa m¨¢s sofisticada para visualizar el cerebro en pleno funcionamiento, se intentan ubicar el procesamiento de las emociones y dem¨¢s funciones. Muchos quisieron ver en el cerebro una computadora h¨²meda, desde los a?os de los pioneros de la inteligencia artificial (IA) como Marvin Minsky, en los a?os cincuenta. Roboticistas como Hans Moravec siguen apostando por m¨¢quinas emocionales que superar¨¢n alg¨²n d¨ªa al cerebro humano. Para Ressler, la analog¨ªa con el ordenador es "limitada, aunque razonable. Hay similitud en c¨®mo almacenamos los recuerdos y c¨®mo se memorizan en una computadora. A nivel molecular, ambos usan un proceso f¨ªsico". Por supuesto, hay diferencias en la forma en que se comunican las neuronas y c¨®mo piensan los procesadores de silicio. Para el profesor Rubia, "es probable que podamos replicar alg¨²n d¨ªa el cerebro del hombre en una m¨¢quina, no hay que ponerle puertas al campo". Pero los obst¨¢culos no son poca cosa: simular las emociones y c¨®mo estas influyen en el pensamiento racional, algo que "a¨²n no conocemos bien", y dise?ar una m¨¢quina capaz de cambiar sus conexiones con la experiencia, al igual que las redes de neuronas se reorganizan con el tiempo. Damasio, en cambio, se muestra m¨¢s esc¨¦ptico. "Si me preguntas si el cerebro hace c¨¢lculos, te dir¨¦ que s¨ª. Pero ?es como un ordenador digital? No". Ni en su construcci¨®n, ni en la forma en que funcionan, asegura. Hay demasiadas diferencias. La prueba definitiva, de inclinarse uno por la inteligencia artificial, ser¨ªa la construcci¨®n de m¨¢quinas en el futuro capaces de creer en un dios. Al fin y al cabo, ?no es la experiencia religiosa una cuesti¨®n puramente cerebral?, le pregunto a Damasio.
?C¨®mo explicar el hecho de que el 93% de la?humanidad tenga alguna creencia? La construcci¨®n de las religiones es uno de los actos creativos m¨¢s importantes de los seres humanos, como respuesta a situaciones de sufrimiento y dolor, para obtener alivio, y para explicar el universo como una creaci¨®n hermosa. No es sorprendente que haya tanta gente religiosa. Y para un cient¨ªfico es perfectamente posible sentirse de esa manera. El cient¨ªfico acude a la ciencia y tecnolog¨ªa para explicar el mundo, no a la fe. Pero no son cuestiones excluyentes. No se trata de decir que, si eres religioso, es porque no sabes, y por tanto no deber¨ªas serlo. Conozco cient¨ªficos muy buenos y creyentes. Son mundos perfectamente compatibles.
?Quiz¨¢ porque la religi¨®n y la ciencia son actos creativos del cerebro?Sin duda. Y a pesar de ello es posible convivir con los dos. No digo que crea en ambos. Francis Collins es uno de los l¨ªderes del Proyecto Genoma y director de los Institutos Nacionales de la Salud en Estados Unidos. Dirige la agencia federal para la investigaci¨®n en biotecnolog¨ªa. Trabaja en los genes y es un gran creyente, asiste a misa y escribe libros sobre su vida como gen¨¦tico y creyente en Dios.
Einstein sol¨ªa decir que los ateos fan¨¢ticos son incapaces de o¨ªr la m¨²sica de las esferas. ?Era alguien emocional?S¨ª, y practicaba la m¨²sica, tocaba el viol¨ªn. Sol¨ªa explicar que, en su trabajo te¨®rico, cuando se enfrentaba a un problema que necesitaba resolver, lo hac¨ªa en t¨¦rminos de ¨¦xtasis al sentir si algo era correcto o no. O si algo resultaba hermoso, como una ecuaci¨®n.
A usted le encanta releer a Shakespeare. ?Por qu¨¦? Era alguien que estaba incre¨ªblemente alerta a las emociones e incluso a la conciencia. Es el escritor que proporciona una visi¨®n m¨¢s directa del Yo autobiogr¨¢fico. En los soliloquios de Hamlet, cuando habla de s¨ª mismo, sus dudas, c¨®mo se enfrenta a la situaci¨®n de la muerte de su padre y el matrimonio de su madre con su t¨ªo, desvela la parte de uno mismo relacionada con tu propia historia, tus felicidades y penas, los hechos que forman parte de tu biograf¨ªa, d¨®nde naciste, y de qui¨¦n.
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