El Papa y la pol¨ªtica
Al t¨¦rmino de la ceremonia de la Sagrada Familia, la televisi¨®n ofreci¨® la imagen de una monja, con la mirada extasiada, a la que el Papa cog¨ªa las manos y le dedicaba unas palabras, sin duda, de agradecimiento. Era una de las cuatro mujeres que, ante los 1.100 concelebrantes masculinos, hab¨ªan limpiado el altar despu¨¦s de su consagraci¨®n. Era la imagen de una Iglesia que a estas alturas de la historia sigue manteniendo a las mujeres en un papel subalterno. Quedaba atr¨¢s todo el ritual de la misa y de la consagraci¨®n de la bas¨ªlica, en la que la escena, como siempre, estaba totalmente dominada por decenas de hombres, tocados por la mitra y vestidos de blanco, que componen el poder simb¨®lico y el poder real de una Iglesia absolutamente masculina. Ante eso es dif¨ªcil tomarse en serio cualquier discurso de emancipaci¨®n que de ella emane. ?Qu¨¦ liberaci¨®n puede proponer una instituci¨®n que cuenta con la mujeres solo a la hora de limpiar? Desde esta premisa, es imposible la conciliaci¨®n entre fe y modernidad que tanto preocupa al Pont¨ªfice.
El Papa ha pasado por Barcelona. Los cat¨®licos han tenido un d¨ªa grande, entre la indiferencia de gran parte de la ciudadan¨ªa
El Papa ha pasado por Barcelona con tanta normalidad que es dif¨ªcil encontrarle la noticia. Los cat¨®licos han tenido un d¨ªa grande, entre la indiferencia de gran parte de la ciudadan¨ªa. La Iglesia avanza en su prop¨®sito de culminar la Sagrada Familia, con el aliciente de marcar para siempre la imagen de Barcelona con el sello de la religi¨®n. Y la ciudad ha confirmado lo que ya se sab¨ªa: que es a la vez una sociedad muy secularizada y muy respetuosa. Por lo dem¨¢s, el Papa no ha dicho a los cat¨®licos nada que debieran saber ya: defensa de la familia tradicional, no al aborto, no a la eutanasia, no a la planificaci¨®n de la natalidad, que son t¨®picos recurrentes de la doctrina.
Si esta visita papal se ha politizado no ha sido por las cr¨ªticas laicistas -el laicismo en este pa¨ªs parece estar afectado por el temor de Dios- que han sido escasas y moderadas, sino por el propio Papa y por un sector de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica espa?ola y de algunos medios de comunicaci¨®n afines recelosos de las m¨ªnimas se?ales de autonom¨ªa que ha dado la Iglesia catalana.
En el avi¨®n, camino de Compostela, el Papa busc¨® la pelea pol¨ªtica: "En Espa?a naci¨® una laicidad, un laicismo fuerte y agresivo, como vimos en los a?os treinta (...) esta disputa o, mejor, este choque entre fe y modernidad, tiene lugar de nuevo hoy en Espa?a". Estas frases solo pueden decirse por ignorancia o por mala fe. El Papa debe saber que hace muchos a?os que los espa?oles ya no tienen noticia de lo bien que quemaba el barroco. El Papa debe saber que en la democracia espa?ola actual no se conoce un enfrentamiento violento entre creyentes y no creyentes. Y que es su Iglesia la que ha llevado a la calle cuestiones que concern¨ªan a la moral y las costumbres. Con lo cual, lo que el Papa estaba haciendo era calentar el ambiente, buscar la confrontaci¨®n, para lanzar el mensaje que a ¨¦l le interesa, el que viene repitiendo desde su famoso discurso de Ratisbona. Ah¨ª invit¨® a los creyentes -y no solo los suyos- a volcarse en la escena p¨²blica, a meter de pleno a la religi¨®n en la pol¨ªtica, en confrontaci¨®n con la cultura laica de los estados democr¨¢ticos modernos. Y ahora propone a Espa?a como territorio para esta batalla.
El Gobierno espa?ol, con buen sentido, no ha ca¨ªdo en la provocaci¨®n. Zapatero acaba de aplazar la ley de libertad religiosa que era imprescindible para que Espa?a deje de ser un Estado confesional encubierto. Ha mantenido y reforzado los privilegios de la Iglesia cat¨®lica, llevando su financiaci¨®n con dinero p¨²blico hasta l¨ªmites que ni los Gobiernos del PP hab¨ªan osado. Y el Papa le responde diciendo que estamos en el anticlericalismo de la d¨¦cada de 1930. Saliendo a la calle, la Iglesia no consigui¨® parar ni la ley del aborto ni la de matrimonios homosexuales, pero parece que s¨ª consigui¨® asustar a Zapatero. A los verdaderos poderes -y la Iglesia lo es- no se les pueden dar muestras de debilidad porque son implacables.
Resumen: el exabrupto del Papa sobre el anticlericalismo ha sido el ¨²nico signo de anormalidad en una visita en que todo ha sido perfectamente previsible. Y, sin embargo, es el hecho m¨¢s importante por lo que ten¨ªa de consigna: que la religi¨®n regrese a la pol¨ªtica. Es la obsesi¨®n de Benedicto XVI: su respuesta a la competencia a muerte en el mercado de las almas, que es una de las consecuencias de la globalizaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Opini¨®n
- Benedicto XVI
- Ciudad del Vaticano
- Visitas oficiales
- Contactos oficiales
- Ayuntamientos
- Iglesia Cat¨®lica espa?ola
- Barcelona
- Pol¨ªtica exterior
- Europa occidental
- Administraci¨®n local
- Catalu?a
- Europa
- Relaciones exteriores
- Espa?a
- Pol¨ªtica
- Administraci¨®n p¨²blica
- Papa
- Clero
- Iglesia cat¨®lica
- Cristianismo
- Religi¨®n