La flor y la espada
El bien m¨¢s querido, mejor no pregonarlo. En El rapto de Lucrecia, Shakespeare cuenta como la insensata apolog¨ªa que el general Lucio Tarquino hizo de su esposa acab¨® excitando algo m¨¢s que la curiosidad de su primo hermano Sexto, hijo de Tarquino el Soberbio, ¨²ltimo rey de Roma, que se empe?¨® en conocerla en el sentido b¨ªblico del verbo. De este poema narrativo y dram¨¢tico a partes iguales hay varias versiones teatrales. La m¨¢s c¨¦lebre, de Andr¨¦ Obey, escrita por encargo de Jacques Copeau para la primera temporada de su Th¨¦?tre du Vieux Colombier, tuvo, entre otras protagonistas c¨¦lebres, a su hija Marie-H¨¦l¨¨ne Dast¨¦ y a la sin par Madeleine Renaud.
Pero por lo general se prefiere poner en escena el poema tal cual Shakespeare lo escribiera: en los ¨²ltimos cinco a?os se ha estrenado en Par¨ªs con Pascal Bongard y V¨¦ronique Sacri; en Buenos Aires, con M¨®nica Maff¨ªa interpretando todos los papeles; en Londres, con Gerard Logan, de la Royal Shakespeare Company, desdobl¨¢ndose en Tarquino y Lucrecia; y tambi¨¦n con Jane Lapotaire en un semimontado con cinco actores de la Royal, compa?¨ªa que anuncia para 2011 una versi¨®n musical con la cabaretera Camille O'Sullivan.
LA VIOLACI?N DE LUCRECIA
Autor: William Shakespeare. Int¨¦rprete: Nuria Espert. Vestuario: Ikerne Jim¨¦nez. Direcci¨®n: Miguel del Arco. Teatro Espa?ol, sala peque?a. Hasta el 19 de noviembre.
Nuria Espert ha escogido la magn¨ªfica traducci¨®n del mexicano Jos¨¦ Luis Rivas V¨¦lez, recortada para redondear la funci¨®n en hora y cuarto, y ha tenido la valent¨ªa de ponerse en manos de un director joven, Miguel del Arco, que cuaja un trabajo m¨¢s que notable. Da la impresi¨®n de que ambos se han entendido estupendamente. La Espert consigue que el dif¨ªcil verso suene natural, claro, casi coloquial: su fraseo es mucho mejor y m¨¢s fluido cuando trabaja con directores espa?oles. Est¨¢ espl¨¦ndida como narradora y en la breve encarnaci¨®n de Junio Bruto con que cierra el espect¨¢culo, clavando el texto sin pesta?ear mientras mira al p¨²blico un tanto acatarrado de la funci¨®n de hoy, que ah¨ª no se atreve ni a respirar. Quiz¨¢ otros pasajes del espect¨¢culo est¨¢n m¨¢s movidos de lo necesario. La actriz, que ha hecho un ejercicio memor¨ªstico extraordinario, puede a¨²n modular m¨¢s, sin rotularlas, sus bien respiradas interpretaciones de Lucrecia y de Tarquino. Sobresalientes el espacio sonoro y la manera en que director, actriz y figurinista resuelven el suicidio de Lucrecia.
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