No queremos una guerra
En la crisis se desconecta lo global y lo local. Cuando pincha la globalizaci¨®n, todo es repliegue. Y v¨ªsceras. Ech¨¦monos a temblar. Las campa?as electorales toman el propio ombligo como centro. Eso es el Tea Party. En esto se puede convertir cualquier campa?a, tambi¨¦n la catalana, si se sobrevuela el mundo real y se instala en la virtualidad de los prejuicios y de las ideas recibidas. Por ejemplo: echar la culpa de la crisis, los recortes, la delincuencia y el lucero del alba al extra?o, a su identidad, su lengua, su religi¨®n, incluso a su rostro. O ech¨¢rsela a Madrid. O a su contrario.
Pincha la globalizaci¨®n y el poder econ¨®mico y pol¨ªtico se desplaza a velocidad de crucero en direcci¨®n a Oriente. Cuanto m¨¢s ensimismada es una campa?a electoral, mejor expresa estos cambios que sit¨²an la pol¨ªtica local de espaldas al mundo. China, Turqu¨ªa o Brasil quedan lejos, demasiado lejos. El mundo bien conectado e interdependiente, por el contrario, no es tan solo potencialmente m¨¢s sabio, sino tambi¨¦n m¨¢s libre. Nos ocupamos m¨¢s unos de los otros y menos de nosotros mismos. No es tan f¨¢cil la t¨¦cnica brutal del cuarto oscuro: se encierra a una poblaci¨®n ind¨®mita en su territorio, sin luz ni taqu¨ªgrafos, y se procede. As¨ª las gasta el nuevo mundo multipolar de arrogantes naciones emergentes y soberanas. Pek¨ªn, en T¨ªbet y Xinjiang; Israel, en Gaza; Rusia, en Chechenia, y ahora, Marruecos, en el S¨¢hara.
Solo faltaba la crisis del S¨¢hara en plena campa?a catalana. De seguir as¨ª, pronto quedar¨¢ amortizado el 'efecto Rubalcaba'
No sabemos nada de lo que sucede all¨ª dentro, donde los saharauis est¨¢n solos con los polic¨ªas y militares marroqu¨ªes. Basta repasar la prensa internacional para darse cuenta de que si no son los periodistas espa?oles los que van al S¨¢hara apenas va nadie. Por eso somos el mismo diablo para las autoridades marroqu¨ªes. Es un conflicto exc¨¦ntrico, peque?o y molesto para la centralidad de la pol¨ªtica europea e internacional. Tambi¨¦n para la centralidad de la pol¨ªtica catalana.
Los j¨®venes saharauis que se han manifestado estos d¨ªas gritan que quieren una guerra. ?Por favor! Querr¨¢n decir que quieren ser derrotados y morir. Han escogido un enemigo temible, que tiene a Washington de su parte. Francia entera es un lobby marroqu¨ª, que nunca fallar¨¢ al monarca alau¨ª. Y Espa?a est¨¢ perfectamente atrapada por un mecanismo de disuasi¨®n de d¨¦bil a fuerte que tiene dos piezas cruciales en Ceuta y Melilla, y una ristra de pol¨ªticas obligatorias en seguridad, inmigraci¨®n, antiterrorismo y narcotr¨¢fico. Mejor habr¨ªan ido las cosas para los saharauis si se hubieran podido apuntar, como los independentistas catalanes, al programa gradualista: con llibertat, amnistia i estatut d'autonomia su combate ser¨ªa el de la democracia marroqu¨ª. Imbatible. Y despu¨¦s ya se ver¨¢, como aqu¨ª.
De momento esta guerra que todav¨ªa no ha empezado se ha cobrado ya algunas bajas. La m¨¢s visible se llama Mohamed VI. Se acab¨® cualquier esperanza. Ahora es candidato a un digno lugar en la galer¨ªa de d¨¦spotas impenitentes al lado de su padre, Has¨¢n II. La segunda se llama Zapatero, y subsidiariamente, Trinidad Jim¨¦nez, la reci¨¦n estrenada ministra de Exteriores: peor, imposible.
Pocos pa¨ªses pueden permitirse el lujo de situar la defensa absoluta de sus principios por encima de sus intereses. E incluso quienes lo hacen es porque apenas los tienen. Nada m¨¢s c¨®modo y simp¨¢tico que criticar la realpolitik desde la oposici¨®n o la irrelevancia. Tan pat¨¦tica como la actuaci¨®n del Gobierno es la del portavoz popular, Esteban Gonz¨¢lez Pons, del brazo de los actores de la ceja, los amigos de siempre del pueblo saharaui. Pero esta nueva pinza no resta patetismo a la reacci¨®n de Zapatero, incapaz de hilvanar una frase matizada, una idea moralmente digna y valiente en la que se condene la actuaci¨®n de este monarca brutal sin hipotecar la comunicaci¨®n y la capacidad de influir sobre Rabat.
Cuesta recuperar la conexi¨®n cuando se corta. Cada crisis se encadena con la siguiente. Y se intensifica el c¨ªrculo vicioso. Vamos a ver la dimensi¨®n del cuarto oscuro y hasta d¨®nde llegan los desperfectos, humanos y pol¨ªticos, en Marruecos y aqu¨ª, en la escena espa?ola. Y en la catalana. De seguir as¨ª, el efecto Rubalcaba quedar¨¢ amortizado en cosa de d¨ªas. Montilla y los socialistas catalanes estar¨¢n mes¨¢ndose los cabellos.
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