Luis y sus actores de reparto
Todos los actores con Luis Garc¨ªa Berlanga eran actores de reparto: sus pel¨ªculas, incluso las que ten¨ªan un claro protagonista, eran pel¨ªculas corales. Si pienso en el Cassen de Pl¨¢cido o el Sazatornil de La escopeta nacional, sigo encontrando sus prodigiosas presencias, propias de los personajes secundarios capaces de arrastrar con ellos todo un universo, pero que tienen demasiada gente a su alrededor arrebat¨¢ndoles pedazos de protagonismo.
En los a?os en que le toc¨® trabajar, Berlanga tuvo la suerte de encontrarse con las mejores generaciones de los llamados "actores de reparto" y ellos de encontrarse con Berlanga, en cuyos largometrajes los elev¨® a las mayores cotas de popularidad y excelencia. Nunca hay que entender el t¨¦rmino "secundario" como algo realmente secundario, y mucho menos menor o peyorativo.
Tuvo la suerte de trabajar con la mejor generaci¨®n de secundarios
Reinventaba y perfeccionaba sus filmes en los estudios de doblaje
Thelma Ritter nunca protagoniz¨® una pel¨ªcula y el cin¨¦filo la recordar¨¢ siempre en cada una de las que interpret¨®. Mar¨ªa Luisa Ponte, Julia Caba Alba o Laly Soldevila multiplicaban la calidad y la fuerza de las secuencias donde interven¨ªan y rara vez fueron protagonistas. Bueno, Laly s¨ª, justo en ?Vivan los novios!, de Berlanga, y Duerme, duerme mi amor, de Paco Regueiro, que yo recuerde. Escribo a vuelapluma y seguro que me olvido de muchos t¨ªtulos y nombres importantes.
Las pel¨ªculas de Berlanga no solo han marcado la ¨¦poca de oro del cine espa?ol, sino que encumbr¨® en ellas a los personajes humildes, cotidianos, que luchaban contra la precariedad y la sordidez de su tiempo, y a los de la clase superior que no eran sino el reflejo de los anteriores, pero dotados de mayor picard¨ªa. Todos sus personajes, ricos y pobres, eran hermanos, como Luis Ciges y Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez en la saga de La escopeta nacional. Y para interpretarles cont¨® con actores geniales que han dejado una profunda huella, escrita en los rodillos de los t¨ªtulos finales de cr¨¦dito. Nombres de artistas enormes, escritos en letra peque?a.
Chus Lampreave, Manolo Mor¨¢n, el propio Isbert -carne y voz de secundario, aunque su nombre encabezara repartos, cuando ya era muy mayor-, Elvira Quintill¨¢, Agust¨ªn Gonz¨¢lez, Manuel Alexandre, Luis Ciges y tantos otros. Incluso Sacrist¨¢n, Landa y L¨®pez V¨¢zquez fueron actores de reparto con Berlanga.
De Luis Garc¨ªa Berlanga me apasiona todo, aquello con lo que me identifico y tambi¨¦n con lo que nos separa. No quiero compararme con ¨¦l, por Dios, pero me siento muy cercano a su sentido del humor, a su afici¨®n por Arniches y el sainete en general, a la familia como n¨²cleo dram¨¢tico, al coro de personajes secundarios que en ocasiones importan m¨¢s que los protagonistas. La soledad, como tema eterno. La independecia y la libertad moral que rigi¨® su vida y que yo intento que impregnen la m¨ªa. Sin embargo, somos directores muy distintos, no solo por su genialidad y maestr¨ªa, a partir de hoy eternas. Creo que ambos nos acercamos a un rodaje y al final del proceso cinematogr¨¢fico de un modo casi opuesto. Tambi¨¦n eso me fascina de ¨¦l.
Yo, por ejemplo, odio el doblaje. La oscuridad de las salas de doblaje me provoca crisis de ansiedad, y soy un gran defensor de la interpretaci¨®n visceral, la que surge al escuchar el grito de "?Motor! ?Acci¨®n!". No creo en el doblaje si no es para poner parches. Sin embargo, hay grandes directores para los que el doblaje fue esencial. como Fellini y el propio Berlanga. Tambi¨¦n creo que un gui¨®n f¨¦rreo es la piedra sustancial sobre la que se construye una pel¨ªcula. Para Luis, el gui¨®n era poco menos que el arma con la que un productor fascista se ensa?aba con el director.
Es bien conocida su fobia al sonido directo. Algo l¨®gico porque terminaba las pel¨ªculas en el estudio de doblaje. A veces las reinventaba, y desde luego las perfeccionaba y les daba su forma final. Esto explica su fobia ¨²ltima al gui¨®n. Pens¨¢ndolo bien, su sistema de trabajo era el m¨¢s racional. Uno conoce la historia que quiere contar cuando ha terminado de rodarla. Es justo en ese momento cuando se deber¨ªan escribir los guiones; desgraciadamente no se puede hacer as¨ª. Pero ¨¦l no dejaba de intentarlo. Y lo consegu¨ªa, o casi. El doblaje y la reescritura despu¨¦s del rodaje eran su modo de desarrollar y buscar la perfecci¨®n de cada una de las secuencias que rodaba. Hay quien dice que la b¨²squeda de la perfecci¨®n no es sino una forma de sadismo si en la obra intervienen m¨¢s personas que el "perfeccionista", y en una pel¨ªcula llegan a intervenir al menos cien personas. Berlanga era un perfeccionista incansable. Alfredo Landa le defini¨® como "un hijo puta con ventanas a la calle". A Berlanga le encantaba esta definici¨®n y se identificaba con ella. Puedo imaginarle repitiendo hasta la saciedad cualquiera de aquellos planos secuencia donde entraba y sal¨ªa una pl¨¦yade de maravillosos actores que tal vez no atinaban a ser maravillosos a la vez y en la misma toma.
Ayer domingo, despu¨¦s de haberle despedido en la Academia, de la que fue miembro fundador, pensaba en Berlanga, y en todos los que trabajaron con ¨¦l, y siento una gratitud infinita por sus filmes. Muchos de ellos han muerto, pero sus pel¨ªculas siguen vivas. El paso del tiempo solo les proporciona mayor vigencia.
Babelia
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