Obligaciones hist¨®ricas
Los gobiernos, en ocasiones, toman medidas que se consideran impopulares. Las justifican con la frase de que "se han tomado en raz¨®n del inter¨¦s general". Podr¨ªamos citar muchas, algunas bien recientes. La reforma laboral exigida por las circunstancias econ¨®micas en las que nos encontramos y por la presi¨®n de los organismos internacionales podr¨ªa servir como ejemplo. Las subidas de impuestos, otro. Ning¨²n ciudadano las apoya y sabemos que son necesarias para salir de la crisis. Cuesti¨®n distinta es que estas medidas no se articulen adecuadamente por cuanto falta un mecanismo de recaudaci¨®n sobre las grandes fortunas y entidades financieras, como tambi¨¦n porque el impuesto no se establece con car¨¢cter progresivo en funci¨®n de los ingresos. Se impone un tipo impositivo id¨¦ntico para quienes ganan mucho y quienes ganan much¨ªsimo. Son decisiones mejorables pero necesarias.
Sin embargo, hay otras cuestiones que, aun afectando a los intereses generales, si no se acometen por el gobierno con franqueza y con autoridad quedan afectados los valores supremos de una sociedad. Son aquellas en la que los ciudadanos se posicionan uniformemente ante determinados comportamientos, surjan desde dentro de la sociedad o surjan fuera. De sobra sabemos que esto del "clamor de la calle" es susceptible de mil interpretaciones y que son muchas las opiniones interesadas que pretenden extender al conjunto de los ciudadanos lo que no es m¨¢s que actitudes de un grupo. Pero de la misma manera, tambi¨¦n sabemos que existen asuntos en los que la opini¨®n de los ciudadanos est¨¢ fundada en unas profundas convicciones, en sentimientos enraizados por la historia, la cultura y las ideas.
A poca reflexi¨®n que se haga nos tiene que venir a la memoria el compromiso del presidente de Gobierno actual -uno de sus mayores logros- a retirar las tropas de Irak. Los ciudadanos exig¨ªan no participar directa ni indirectamente en una guerra ilegal. Nos retiramos, lo que nos llev¨® a no contar con el favor de EE UU ni poder colocar las piernas encima de una mesa en el rancho de Bush. Atr¨¢s, y para la an¨¦cdota, quedar¨¢n estas piernas haciendo juego con la foto de las Azores. Por el contrario, para la historia y para los ciudadanos, quedar¨¢ una actitud y un Gobierno que cumple su compromiso con las leyes internacionales. Y este es el comportamiento que la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos vuelven a exigir en el caso del S¨¢hara y de los sucesos de El Aai¨²n. Se exige una respuesta fuerte frente a Marruecos.
No cabe duda que una buena colaboraci¨®n entre pa¨ªses vecinos con culturas bien distintas, como es el caso, es necesaria en funci¨®n de razones de Estado. Tambi¨¦n necesaria frente al terrorismo isl¨¢mico y el narcotr¨¢fico sin olvidar los intereses de las ciudades espa?olas de Ceuta y Melilla. Sin embargo, al igual que la guerra de Irak estaba en contra de la legalidad internacional, la actuaci¨®n de Marruecos, ocupando por la fuerza un territorio en contra de la legalidad internacional, exige un comportamiento firme en defensa de la legalidad y de los derechos humanos. M¨¢s obligado si cabe cuando se escuchan rumores fundados de masacres de la poblaci¨®n civil indefensa y la muerte de un ciudadano espa?ol.
Una actitud comprometida con los valores de la paz y con los derechos humanos proteger¨ªan mejor los intereses generales de Espa?a pues estar¨ªamos a favor de la legalidad internacional y en contra del uso irracional e ilegal de la fuerza, haciendo de alguna forma menos doloroso el dolor del pueblo saharaui. Un pueblo, cuyos ni?os y ni?as, recibimos en nuestros hogares de Andaluc¨ªa y que, cada verano, sus ojos nos recuerdan la tragedia de un pueblo y nuestras obligaciones para este pueblo que, por muchas razones, ning¨²n inter¨¦s deber¨ªa hacer olvidar.
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