El cachete duele, pero no funciona
Los padres a¨²n recurren al castigo f¨ªsico leve para desahogar su impotencia pese a su nula eficacia - Pero ?vale como ¨²ltimo recurso?
Un cachete, una bofetada, un azote, una colleja, un cap¨®n, un zapatillazo... Son t¨¦rminos cl¨¢sicos, con connotaciones no demasiado negativas y que muchos espa?oles tienen asociados a la educaci¨®n de sus hijos. Utilizados de forma muy puntual, como ¨²ltimo recurso, para marcar claramente un l¨ªmite a un ni?o o a un preadolescente, un buen n¨²mero de personas lo ven como algo eficaz.
Otros, entre ellos multitud de pedagogos y psic¨®logos, no est¨¢n de acuerdo; insisten en no criminalizar a los padres que los usan (hay que dejar claro que no estamos hablando de violencia gratuita o de malos tratos graves, como palizas), pero rechazan tajantemente ese comportamiento como herramienta v¨¢lida o adecuada para educar a los ni?os, primero, por reprobable en s¨ª mismo -"Si no lo justificamos en el ¨¢mbito de la pareja, ?por qu¨¦ s¨ª con los ni?os, que est¨¢n indefensos?"- y, segundo, porque no funciona, al menos a largo plazo, asegura el profesor de Psicolog¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Madrid Manuel G¨¢mez Guadix.
"Si no lo justificamos en pareja, ?por qu¨¦ s¨ª con los ni?os?", dicen los expertos
El 60% de los adultos cree eficaz el bofet¨®n "a tiempo". Id¨¦ntica tasa de ni?os lo sufre
El castigo f¨ªsico puede llegar a insensibilizar ante el dolor ajeno
Los especialistas recomiendan evitar la pena corporal, pero poner l¨ªmites
Este profesor ha vuelto a traer el debate al primer plano con un estudio que ha dirigido sobre la prevalencia del castigo f¨ªsico de los menores en el ¨¢mbito familiar. Ha tomado una muestra de 1.067 alumnos universitarios de su campus y les ha preguntado si a la edad de 10 a?os les pegaron alg¨²n cachete: le hab¨ªa ocurrido al 60% de ellos, una cifra absolutamente consistente con el de una encuesta del CIS de 2005, que dijo que en torno al 60% de los adultos cree que "un azote o una bofetada a tiempo puede evitar m¨¢s tarde problemas m¨¢s graves". En otros estudios hechos en Estados Unidos con la misma metodolog¨ªa, dice G¨¢mez, la cifra est¨¢ entre el 23% (para los padres) y el 25% (madres).
La pregunta era, recalca el profesor, sobre cachetes o azotes, quedando fuera cualquier acci¨®n que pueda causar alguna lesi¨®n o marcas. De hecho, se excluy¨® de la muestra a los j¨®venes que hab¨ªan sufrido alg¨²n tipo de violencia m¨¢s grave para no confundir el ¨¢mbito de la investigaci¨®n. Y en este punto aparece otro dato llamativo: el n¨²mero de alumnos excluidos por haber sufrido golpes m¨¢s severos (por ejemplo, del que cumple la amenaza de quitarse el cintur¨®n para dar una reprimenda, agarra por el cuello o da un pu?etazo) fue "una cifra considerable", en torno al "15% del total de la muestra".
Estas ¨²ltimas actitudes s¨ª est¨¢n condenadas y casi nadie las defiende, al menos en voz alta. Pero las otras, la del peque?o cachete cuando la ni?a de seis a?os no deja de gritar y molestar en medio de un restaurante abarrotado, o cuando el ni?o acaba de romper el jarr¨®n de la abuela despu¨¦s de que le dijeran infinidad de veces que en el sal¨®n no se juega a la pelota, esas "est¨¢n ampliamente aceptadas a nivel social", dice G¨¢mez.
Lo que pasa es que los contornos son difusos. ?Cu¨¢ndo ha llegado el l¨ªmite? ?Cu¨¢ndo la hora de utilizar el ¨²ltimo recurso? ?C¨®mo se sabe que no ha sido demasiado? Hay much¨ªsimos matices que conviene tener en cuenta, ya que no es lo mismo el coscorr¨®n puntual que tomarlo como norma cada que vez que se quiera conducir al menor.
Seg¨²n el fil¨®sofo Jos¨¦ Antonio Marina, la br¨²jula es el "sentido com¨²n". "Hay que diferenciar" entre un maltrato f¨ªsico fuera del marco educativo o que, dentro del proceso educativo, de forma puntual y para marcar l¨ªmites, se pueda dar un cachete "siempre en un contexto de cari?o y no en un arrebato de nervios", sobre todo en edades tempranas y para impedir conductas, no para fomentar buenos comportamientos, dice el responsable de la Universidad de Padres.
El juez de menores de Granada Emilio Calatayud ha dicho en numerosas ocasiones que el azote se puede dar siempre que sea en el momento oportuno y con la intensidad adecuada. Lo del momento y la intensidad adecuados pueden resultar conceptos un poco et¨¦reos, pero, en general, quien defiende o, al menos, no rechaza de plano el azote desde un punto de vista estrictamente pedag¨®gico dice que ha de ser el ¨²ltimo recurso, que debe ir acompa?ado de calma, de reflexi¨®n, de cari?o y de di¨¢logo.
El problema es que es muy dif¨ªcil que esos contextos se den. Seg¨²n el trabajo de G¨¢mez, los cachetes suelen ir acompa?ados -en nueve de cada 10 casos- de "agresiones psicol¨®gicas", es decir, de "gritos, de amenazas, de intentos de humillar al menor", dice el investigador.
"El cachete explicita la impotencia y la incapacidad del adulto", dice el pedagogo y doctor en Ciencias de la Educaci¨®n Joan Josep Sarrado. As¨ª lo percibe el ni?o y, por lo tanto, lo vive como una "venganza" del padre o de la madre, y no puede tener efectos educativos positivos, asegura. Otra cuesti¨®n, aparte del desahogo, es la eficacia inmediata que puede tener el cap¨®n. G¨¢mez explica que pueden tener unos resultados a corto plazo de mayor obediencia, pero "a largo plazo, lo que ocurrir¨¢ es que probablemente el padre tendr¨¢ que aplicarlo cada vez con m¨¢s frecuencia para obtener el mismo resultado", a?ade.
Adem¨¢s, tambi¨¦n hablan muchos expertos de los efectos negativos a largo plazo -insensibilizarle ante el dolor ajeno y ense?arle a resolver sus problemas con violencia-, y a corto, causarle una enorme desorientaci¨®n si el padre o la madre se sienten tan culpables despu¨¦s que tratan de compensarlo de manera exagerada.
En el lado contrario, muchas veces el argumento es: conmigo funcion¨®, no me he traumatizado y tengo una vida normal, as¨ª que no est¨¢ tan mal. Para G¨¢mez, alguien al que le dieron azotes tiene m¨¢s posibilidad de d¨¢rselos a sus hijos y, por otro lado, tambi¨¦n tiene sentido que se justifique si se utilizan por falta de estrategias alternativas o para justificar el comportamiento familiar que tuvieron con ¨¦l.
El profesor de Psicolog¨ªa de la Universidad de Navarra Gerardo Aguado asegura que "se exagera, ya que tampoco se traumatiza a los ni?os para toda la vida". La cuesti¨®n, sin embargo, es que conviene descartar castigos f¨ªsicos, simplemente, porque "son innecesarios, no tienen ning¨²n objetivo educativo", y "no funcionan", es decir, no van a corregir el comportamiento del menor.
Pero las otras herramientas requieren tiempo, esfuerzo y paciencia. "En educaci¨®n, nada se improvisa", dice Sarrado. Los procesos de di¨¢logo, de comunicaci¨®n, de respeto deben empezar muy pronto, cuanto antes, a?ade. Y tambi¨¦n la utilizaci¨®n de castigos no f¨ªsicos o no agresivos. Es muy importante poner l¨ªmites, acostumbrar a los ni?os tambi¨¦n a lidiar con la frustraci¨®n, porque las familias tienden a "sobregratificar" a los menores, a?ade.
Mucho se ha hablado, cuando se trata de educaci¨®n, de que el final de una sociedad represiva en Espa?a dio paso a otra mucho m¨¢s permisiva que ha acabado experimentando graves problemas a la hora de ejercer la autoridad y de poner l¨ªmites a los ni?os. Pero la respuesta, dice Pedro Rasc¨®n, presidente de la confederaci¨®n de padres de alumnos Ceapa, nunca puede ser volver a f¨®rmulas autoritarias y represivas del pasado.
As¨ª, esas alternativas pueden incluir castigos no agresivos -aunque sobre el tema del castigo tambi¨¦n hay muchas teor¨ªas encontradas- que van desde quitar alg¨²n privilegio (te quedas sin televisi¨®n o sin juguete), a arreglar el da?o causado (pedir perd¨®n, arreglar o pagar con los ahorros lo que se ha roto). Pero siempre debe ser, seg¨²n Sarrado, un castigo inmediato, coherente -es bastante malo que los padres se contradigan-, justo, ajustado y mantenerse en el tiempo. "Puede que alguien llegue a la conclusi¨®n de que se ha equivocado con la respuesta al hijo, pero no debe cambiar de criterio hasta que el ni?o o la ni?a deje de presionar", para que no piense que el cambio se debe a esa presi¨®n. Y a?ade que solo si se han establecido antes unos h¨¢bitos de di¨¢logo y unos compromisos funcionar¨¢ en la adolescencia la v¨ªa de la negociaci¨®n.
G¨¢mez, por su parte, tambi¨¦n insiste en que todas esas pautas deben establecerse desde el principio. Pero tambi¨¦n habla de la necesidad de manejar la atenci¨®n parental, es decir, no es una buena idea que el ni?o perciba que su padre o su madre solo le hacen caso cuando hace las cosas mal, y nunca cuando hace las cosas bien, dice el profesor.
La cuesti¨®n es que los padres no tienen por qu¨¦ ser pedagogos y todas esas herramientas no son f¨¢ciles. "Hoy en d¨ªa hay muchos recursos, hay escuelas de padres, se puede hacer un seguimiento muy de cerca con los profesores de los centros educativos", contesta Sarrado.
El debate sigue y seguir¨¢ abierto y los padres tambi¨¦n tienen derecho a equivocarse sin que se les culpabilice, lo cual no quiere decir que, como se?ala Sarrado, "cuanto menos cachetes, mejor, y si puede ser, nada". Y as¨ª, sin f¨®rmulas que den respuestas exactas, lo que queda es un enorme espacio entre el sentido com¨²n al que apela Marina y las respuestas cient¨ªficas. G¨¢mez admite que alguien al que le han dado cachetes es muy posible que no quede traumatizado, que no le queden secuelas en su autoestima, que no golpee a su vez a su hijo cuando sea mayor, que no genere conductas que incluyan la violencia en la resoluci¨®n de conflictos... Puede que eso no le ocurra, dice, pero desde luego, seg¨²n numerosos estudios cient¨ªficos, tiene muchas m¨¢s posibilidades que un chaval que no recibi¨® cachetes.
Las alternativas al coscorr¨®n
- El di¨¢logo. Aunque pueda antojarse in¨²til, es importante empezar a explicar las decisiones que
se toman a los ni?os desde que son peque?os, aunque tengan siete u ocho a?os, para ir poniendo los cimientos de una relaci¨®n de di¨¢logo, dice el pedagogo Joan Josep Sarrado.
- La firmeza. Es mucho m¨¢s interesante decir las cosas con firmeza que gritando, dice Aguado.
- El castigo. El castigo debe estar pegado a la acci¨®n, no esperar, y debe ser contundente desde el principio; castigar si se decide castigar sin amenazar durante mucho tiempo, a?ade Aguado. Adem¨¢s, debe ser ajustado y mantenerse a pesar de la presi¨®n del hijo, apunta Joan Josep Sarrado. Puede ser desde mandarle de cara a la pared o a otra habitaci¨®n, hasta privarle de la tele o de un juguete.
- La atenci¨®n. Los padres deben procurar dedicarle atenci¨®n al ni?o cuando haga las cosas bien, no solo cuando las haga mal. Hay que saber ignorar algunos comportamientos con los que el menor solo quiere llamar la atenci¨®n, dice el psic¨®logo Manuel G¨¢mez.
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