Cadena perpetua
De peque?os nos dec¨ªan que la mentira ten¨ªa las patas muy cortas y que se alcanza antes a un mentiroso que a un cojo. Pero no es cierto. A veces la mentira tiene patas de mil leguas y la verdad no la alcanza. La mentira puede triunfar en muchas circunstancias y no siempre su ¨¦xito es ef¨ªmero, como nos hab¨ªan ense?ado.
Cualquier extranjero que leyese la prensa espa?ola podr¨ªa deducir que vivimos en un pa¨ªs amenazado por la violencia y el crimen de forma tan dura que se hace preciso modificar las leyes e incluso la Constituci¨®n para poder combatirlo. Sin embargo, nada m¨¢s lejos de la realidad. Vivimos en uno de los pa¨ªses m¨¢s seguros del mundo que tiene uno de los ¨ªndices de homicidios y suicidios m¨¢s bajos del planeta, seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. Las cifras de criminalidad en Espa?a nos han dado m¨¢s de una sorpresa en los ¨²ltimos a?os. Era f¨¢cil pronosticar que la crisis econ¨®mica nos trajera un recrudecimiento de las cifras de delitos, sin embargo, hasta la fecha -crucemos los dedos- no ha sido as¨ª y la tasa de delincuencia ha ido en descenso incluso en estos dos ¨²ltimos a?os de hierro.
Estamos tan acostumbrados a analizar los fracasos que se nos olvida sacar experiencias de los datos positivos. La bajada continuada de la delincuencia en nuestro pa¨ªs desde los picos m¨¢ximos de 1989 tiene, quiz¨¢, mucho que ver con el descenso del consumo de crack, pero tambi¨¦n con un sistema social un poco m¨¢s incluyente en el que la educaci¨®n obligatoria hasta los 16 a?os ha jugado un papel fundamental.
Sin embargo, se ha puesto sobre la mesa la vieja idea de establecer la cadena perpetua como una imperiosa necesidad social ante "el aumento de los delitos violentos" y la "tibieza de las leyes estatales". No es extra?o que familiares de las v¨ªctimas de repugnantes cr¨ªmenes, salgan a la calle exigiendo la cadena perpetua o el cumplimiento ¨ªntegro de las condenas. Lo que resulta m¨¢s extra?o es que el PP se encuentre detr¨¢s -o delante- de esta reclamaci¨®n. Como muy bien han argumentado prestigiosos juristas la cadena perpetua (revisable o no) necesitar¨ªa toda una reforma constitucional. Pero es que, adem¨¢s, en el a?o 2003 ya se produjo una modificaci¨®n legal de m¨¢ximo endurecimiento de las penas. Se elimin¨® la redenci¨®n de penas por trabajo, se endurecieron hasta la saciedad las condiciones para acceder a la libertad condicional y se elev¨® hasta 40 el tiempo m¨¢ximo de prisi¨®n. Es decir, que esta reforma -muy discutida desde el punto de vista de la rehabilitaci¨®n de los delincuentes- vino a establecer en la pr¨¢ctica una condena casi perpetua con escasas posibilidades de redenci¨®n.
Sin embargo, el discurso de la derecha pol¨ªtica sigue diciendo que los asesinos "entran por una puerta y salen por otra", "se respetan m¨¢s los derechos de los acusados que de las v¨ªctimas" aunque los datos recientes contradigan este discurso. En el caso de la ni?a Mariluz se cometieron errores judiciales terribles; en el de Marta del Castillo, un fracaso doloroso de la investigaci¨®n policial. Pero jugar con el dolor de las v¨ªctimas y con el miedo de la sociedad no nos conduce a mejores soluciones, sino a un evidente retroceso social. Cost¨® siglos hacer llegar a la legislaci¨®n el concepto de rehabilitaci¨®n de las v¨ªctimas y un sentido de la justicia que combinara castigo con redenci¨®n. Habr¨¢ muchas cosas que mejorar en este camino, pero no nos haremos mejores, ni m¨¢s pac¨ªficos, acerc¨¢ndonos a las viejas m¨¢ximas de la venganza. Y, sobre todo, tengamos presente que en nuestro pa¨ªs podemos retener en nuestra memoria durante a?os los nombres de Marta, de Mariluz o de las ni?as de Alc¨¤sser porque son sucesos excepcionales, mientras que en otros lugares -con cadena perpetua en su legislaci¨®n- los nombres de las v¨ªctimas apenas si se recuerdan porque cada semana se producen nuevos cr¨ªmenes monstruosos.
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