Georges Perec en el laberinto
Todav¨ªa no alinean a Perec al lado de Proust y de C¨¦line en el gran canon de la literatura francesa del siglo pasado. Est¨¢ demasiado vivo. Todav¨ªa hoy genera ideas, quiz¨¢s incluso las genera m¨¢s que antes, y mueve a los esp¨ªritus. Adem¨¢s, ¨¦l no quer¨ªa ser importante, hu¨ªa de toda la parafernalia de lo solemne. Todav¨ªa hoy, cualquier l¨ªnea suya da trabajo feliz a sus lectores. Es como si estuviera dici¨¦ndoles todo el rato que abran puertas, bajen escaleras, interroguen a todo aquello que les parezca que ha dejado de sorprenderles para siempre. Perec es un genio. Tiene una p¨¢gina de Tentativas de agotar un lugar parisino que puede perfectamente resumir su mundo: est¨¢ sentado en un caf¨¦ de la plaza de Saint-Sulpice y se dispone a inventariar todo lo que ve all¨ª (es decir, se prepara para agotar todo aquello que tiene delante, o al lado, en cualquier parte) y nos previene de que no est¨¢ interesado en las estatuas de los cuatro grandes oradores cristianos de la plaza (Bossuet, F¨¦nelon, Fl¨¦chier y Massillon) porque ya han sido suficientemente registradas y fotografiadas; quiere, en cambio, ocuparse de "lo que generalmente no se anota, lo que no se nota, lo que no tiene importancia, lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, autos y nubes".
No quer¨ªa ser importante, hu¨ªa de la parafernalia de lo solemne
La muestra incluye manuscritos, bocetos, pel¨ªculas y obras de arte
Experto en esquivar la grandeza, fue un maestro del arte de la atenci¨®n a lo min¨²sculo. En ese descenso al territorio de lo peque?o reside parad¨®jicamente su grandeza, que tambi¨¦n se apoya en otra paradoja, su af¨¢n de que perdure el vac¨ªo de la vida: "Escribir es tratar meticulosamente de retener algo, de hacer que algo de todo esto sobreviva: arrancar algunos pedazos precisos al vac¨ªo que se forma, dejar en alguna parte, un surco, una huella, una marca, o un par de signos".
Sus padres, jud¨ªos polacos que emigraron a Francia, murieron muy j¨®venes, su madre en Auschwitz. Esto condiciona posiblemente su visi¨®n de la literatura que, aparte de un juego, es tambi¨¦n una lucha tr¨¢gica contra el olvido. Y al lado de esto, como una emoci¨®n a?adida, ese frenes¨ª encantado, esa pulsi¨®n por agotarlo todo. Creo que para comprender el providencial papel que en la historia m¨¢s reciente de la literatura juega su obra conviene que viajemos hasta el contexto de la crisis de la gran literatura narrativa del siglo pasado. Terminada la ¨¦poca de las grandes novelas exhaustivas y extenuantes (las de Joyce, Proust, Thomas Mann o Robert Musil especialmente), la literatura narrativa se encontr¨® en un callej¨®n sin salida: mientras los ingleses, por ejemplo, mirando como siempre por encima del hombro, se refugiaron en los grandes modelos narrativos, que son extraordinarios, de sus siglos XVIII y XIX, los franceses se inclinaron por las formas experimentales (auge del Nouveau Roman y posteriormente Tel Quel), formas que no llegaron a cuajar, pero terminaron por crear las condiciones para la aparici¨®n de un aut¨¦ntico artista contempor¨¢neo, Perec, Georges Perec, que se alz¨® contra las pretensiones de los nost¨¢lgicos y, girando la espalda a lo supuestamente importante, se ocup¨® de lo peque?o: "?Cu¨¢ntos gestos hacen falta para marcar un n¨²mero de tel¨¦fono? ?Por qu¨¦?".
Ahora, transformado en un cat¨¢logo exhaustivo de gestos -que es lo que, a fin de cuentas, podr¨ªa ser esta sorprendente y brillante muestra perecquiana que acaba de inaugurase en A Coru?a-, el autor de Las cosas y de La vida, instrucciones de uso se encuentra ante la hipot¨¦tica oportunidad tard¨ªa y extra?a de pasear por parajes gallegos inesperados por los que sin duda cruza todas las noches, sin yelmo ni protecci¨®n alguna, con un peque?o ciclomotor de manillar cromado, contagiando de euforia inesperada a todo el barrio viejo de la ciudad de A Coru?a. Hasta un bar pr¨®ximo a la Fundaci¨®n Luis Seoane, donde se presenta la gran exposici¨®n dedicada a la dimensi¨®n visual de su literatura, se ha sumado a la fiesta y promete servir muy pronto creps de Perec, y tambi¨¦n Perec Decrep, un c¨®ctel nuevo. El casco antiguo de A Coru?a se ha vuelto ¨²nico, tan impar como el se?or del manillar cromado. Y hasta se ha visto reforzado en su rebeld¨ªa por la calma tensa que ha venido a sustituir a la potente tempestad de los pasados d¨ªas. Como si se esperara un acontecimiento.
Recorr¨ª la exposici¨®n en compa?¨ªa de Hermes Salceda y Alberto Ruiz de Samaniego. A Hermes (que ha colaborado en la zona dedicada a OuLiPo dentro de la muestra y tradujo no hace mucho con Marisol Arbu¨¦s el perecquiano ?Qu¨¦ peque?o ciclomotor de manillar cromado en el fondo del patio?) le parece que hay que ir a la Fundaci¨®n a centrarse en el ojo de Perec, en las cosas que ¨¦l miraba y en la forma que ten¨ªa de hacerlo: "Uno de los aciertos de la exposici¨®n es la continua presencia de textos perecquianos que en algunas piezas permite apreciar el aspecto visual de la forma de escribir de este autor, y en otras el traslado de las t¨¦cnicas de escritura al lenguaje visual y viceversa: listas, trampantojos, letan¨ªas, heterogramas...".
Alberto Ruiz de Samaniego es director de la fundaci¨®n, comisario de la exposici¨®n y autor de una interesante obra ensay¨ªstica que parece fundada por la Orden de Maurice Blanchot. Ha destacado en la Seoane por la osad¨ªa de sus magn¨ªficas y originales propuestas, que se rebelan contra una supuesta grisura de la provincia. Pienso ahora en su muestra sobre Michelangelo Antonioni como pintor, en la de Fritz Lang como escultor, y en esa inquietante muestra, Atlantikwall, impresionante recorrido por los b¨²nkers nazis anclados en el norte de Europa.
Pere (t) c -el t¨ªtulo de la exposici¨®n- juega con el verdadero apellido del escritor, Peretz, y con la expresi¨®n latina que significa "lo dem¨¢s", que en singular podr¨ªa servir como referencia a la inmersi¨®n del escritor en mundos m¨¢s o menos ajenos a la literatura.
La muestra incluye una selecci¨®n de fondos de la Association Georges Perec y una serie de obras realizadas por artistas nacionales e internacionales. A lo largo del asombroso itinerario por el laberinto perecquiano, el espectador se encuentra con manuscritos y fragmentos de sus principales obras literarias, a los que se suman algunas de sus famosas listas y enumeraciones, una selecci¨®n de los bocetos preparatorios que, a modo de story board, dibujaba para planificar libros como La vida, instrucciones de uso. Entre otras sorpresas, el visitante encontrar¨¢ un cuadro que quiz¨¢s crey¨® alg¨²n d¨ªa que no exist¨ªa: el que est¨¢ en la portada de El gabinete de un aficionado y que solo se vio en la edici¨®n espa?ola de Anagrama; es una pintura de Isabelle Vernay-Lev¨ºque, que ha cedido el cuadro por primera vez en su historia.
Ya solo La vida, instrucciones de uso contiene mil referencias al arte de la pintura. Hay tambi¨¦n pel¨ªculas, m¨ªticas para los perecquianos, como El hombre que duerme, y la que realiz¨® sobre Ellis Island y la emigraci¨®n europea de principios del siglo pasado a Estados Unidos.
Si algo claro tiene el visitante que recorre esta exposici¨®n es que acabar¨¢ agotado antes de agotar la infinita, laber¨ªntica, ilimitada muestra de c¨®mo trabajaba uno de los m¨¢s grandes artistas del siglo pasado. Y lo que en cambio ignora -aunque ahora va a enterarse- es que si visita la toilette femenina, podr¨ªa esperarle una sorpresa de ¨®rdago, diab¨®lica para ser m¨¢s preciso, aunque no sigo, porque, adem¨¢s, no sabr¨ªa explicarla, quiz¨¢s porque pertenece a la estirpe de "lo que no se nota".
Babelia
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