Los muertos del c¨®lera no descansan
El cementerio principal de la capital haitiana rechaza los cad¨¢veres infectados - Los vecinos temen que las lluvias hagan aflorar los restos
Para quedarse en el cementerio principal de Puerto Pr¨ªncipe o pasar un rato en la Funeraria-Capilla Marcellus -que ofrece "servicio de morgue 24 horas"- es indispensable estar bien muerto. A los que mueren por causa del c¨®lera no se les permite entrar. Porque ellos, dicen los funerarios, los sepultureros y los vecinos del barrio, llevan a¨²n consigo un pedazo de "vida".
El cuerpo de una v¨ªctima de c¨®lera que no haya sido tratado adecuadamente puede transmitir la enfermedad hasta 15 d¨ªas despu¨¦s de su fallecimiento. Y en este pa¨ªs, donde el Ministerio de Salud y Poblaci¨®n ha mostrado ninguna probidad para ocuparse de los vivos, tampoco se le presta ninguna atenci¨®n al destino final de los muertos.
Los despojos humanos transmiten la enfermedad durante 15 d¨ªas
Hay gente en Puerto Pr¨ªncipe que apedrea el cami¨®n que recoge los cuerpos
Solo en los centros de tratamiento del c¨®lera de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) lavan con agua clorada los cad¨¢veres, los amortajan en bolsas pl¨¢sticas, y dan un margen de 24 horas para que sus familiares decidan si desean reclamarlo o no. A las familias que los llevan consigo, les entregan guantes, algod¨®n y cloro para prevenir una nueva infecci¨®n. "Una vez que se trata de esta forma al cad¨¢ver se puede llevar sin ning¨²n riesgo al cementerio", dice Stefano Zannini, jefe de la misi¨®n de MSF. Pero ese protocolo no es el que se suele seguir en las morgues de Puerto Pr¨ªncipe. Y los vecinos de las calles Allert y Fleury Bathear, que rodean el cementerio, lo saben bien.
"La gente no quiere a esos muertos aqu¨ª porque puede ser malo para ellos, sobre todo cuando llegue la temporada de lluvias", explica Auguste Alexandrix, quien durante los ¨²ltimos 12 a?os ha sido el inspector del camposanto. Entre el portal principal del cementerio y las primeras tumbas corre el r¨ªo Bois de Ch¨¦ne, que nace en la Montagne Noir de Petionville y desemboca en el Atl¨¢ntico. Cada vez que llueve, el r¨ªo inunda el barrio con su carga de aguas negras, huesos humanos, basura, escombros y restos de ata¨²des. Eso es lo que la comunidad teme: que las lluvias rieguen sus casas con las bacterias que tanto se han esforzado por mantener fuera.
Tirados por el suelo del cementerio hay tibias, v¨¦rtebras sueltas, f¨¦mures, como si las tumbas hubiesen hecho erupci¨®n, como si la tierra hubiese escupido todo lo que durante a?os le han hecho tragar. En algunos panteones asoman las urnas, trozos de ropa del difunto. "Ha sido culpa del terremoto, que no perdon¨® ni a los m¨¢s ricos", dice Alexandrix, y se?ala el mausoleo de la familia Codasco, el m¨¢s grande y orlado del cementerio y el primero en venirse abajo. El se¨ªsmo, en cambio, no ha hecho da?o a la cripta de Fran?ois Duvalier: el dictador que impuso el terror en Hait¨ª entre 1957 y 1971, y que se atribu¨ªa a s¨ª mismo los poderes de un hougan, de un sacerdote vud¨². Fue el pueblo de Puerto Pr¨ªncipe el que demoli¨® a martillazos la tumba. Ocurri¨® el 7 de febrero de 1986, cuando cay¨® el r¨¦gimen que hered¨® su hijo, Jean-Claude Duvalier: el dictador m¨¢s joven que conozca la historia moderna, adicto a las joyas y a los trajes, y recordado por todos como el terrible Baby Doc.
Los haitianos van al cementerio principal a pedirle a los esp¨ªritus del Baron y de su esposa, madame Brigitte (los primeros cuerpos que fueron enterrados all¨ª), que espanten la desgracia, a cambio de sopa, ron y tabaco. Que se lleve el c¨®lera, las balas y los desastres y les devuelva el don de la muerte natural. La alcald¨ªa de Puerto Pr¨ªncipe concede a medias el milagro: todas las ma?anas env¨ªa un cami¨®n a recorrer los barrios, a tocar puertas de casa en casa, para recoger a los que han muerto en su cama o en cualquier parte. La gente recibe su paso a pedradas, porque tambi¨¦n temen que en un descuido quieran enterrar alguno all¨ª mismo. Si el cami¨®n logra completar el camino, su destino final es Totanyen: un campo de fosas comunes, adonde tambi¨¦n fueron llevadas las v¨ªctimas del terremoto que no encontraron lugar en el cementerio.
S¨ª han logrado cruzar el portal los amantes, que han dejado de recuerdo envoltorios de condones de los que reparte Naciones Unidas. Tambi¨¦n cruz¨® la puerta N'zou Naya Belange, el candidato a diputado para las pr¨®ximas elecciones que forr¨® con sus fotos los mausoleos de la calle central. A los vivos solo se les pide una cosa: "Souviens toi que tu es poussi¨¨re" (recuerda que eres polvo). Es lo que se lee en el arco de entrada del camposanto de esta ciudad hecha polvo.
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