Octavio P¨¦rez-Vitoria, noble maestro de la criminolog¨ªa
Hemos perdido, el 22 de octubre, a Octavio P¨¦rez-Vitoria, que durante 40 a?os fue catedr¨¢tico de Derecho Penal de la Universidad de Barcelona, a la vez que insigne abogado penalista. Ten¨ªa 98 a?os. Hacer una semblanza de su vida p¨²blica requerir¨ªa una extensi¨®n inviable, y resumirla es tarea que puede caer en una injusta simplificaci¨®n. Hay sobrados datos objetivos importantes en su trayectoria, pero otros solo est¨¢n al alcance de los que lo tuvieron como profesor o que, como mi caso o, antes de m¨ª, el de Juan C¨®rdoba, entramos en la docencia universitaria por la puerta de su c¨¢tedra y con su ayuda.
Era un se?or de Barcelona en el m¨¢s noble sentido de la palabra, y representaba a una generaci¨®n ciudadana y acad¨¦mica que con su fallecimiento, ya casi centenario, desaparece definitivamente. Su apego a su ciudad y a su universidad comenz¨® cuando, siendo casi un ni?o, curs¨® sus estudios de bachiller en un instituto que estaba instalado en el edificio de la propia universidad, de la que solo sali¨® los pocos meses en que fue catedr¨¢tico de la Universidad de Oviedo.
La primera escuela
Sabido es que en su estancia en Italia, en tiempos de la Rep¨²blica, ampli¨® su formaci¨®n con dos personajes antag¨®nicos pero complementarios: Arturo Rocco, fundador de la direcci¨®n t¨¦cnico-jur¨ªdica y padre del C¨®digo italiano de 1930, y Di Tullio, padre de la moderna criminolog¨ªa italiana. La atracci¨®n por la criminolog¨ªa hab¨ªa comenzado ya en la c¨¢tedra de Eugenio Cuello, quien por cierto hab¨ªa reunido la mejor biblioteca de Espa?a sobre el positivismo naturalista y la Terza Scuola. Esa atracci¨®n le llevar¨ªa en su d¨ªa a fundar la Escuela de Criminolog¨ªa de Barcelona, la primera de Espa?a, y a dar en sus lecciones un espacio sobresaliente a la dimensi¨®n criminol¨®gica de los problemas. Basta leer su programa para captar la fuerte presencia del positivismo y de la sociolog¨ªa criminal.
Acabada la Guerra Civil, don Octavio, ya en la c¨¢tedra de Barcelona, comenz¨® su ejercicio docente, del que disfrutaron 42 promociones de licenciados. Siempre respet¨® a su maestro, Eugenio Cuello; recomendaba su manual, a pesar del abismo ideol¨®gico que los separaba, tan grande como el que hubo entre el propio Cuello y su maestro Dorado Montero. Esa idea de respeto hacia los maestros la aplic¨® tambi¨¦n a la relaci¨®n con sus disc¨ªpulos, a los que nos dej¨® en libertad total de pensamiento y de creaci¨®n, pues abominaba de las c¨¢tedras entendidas como c¨¦lulas/clan de pensamiento obligado, tan extendidas en la Universidad espa?ola y en su tradici¨®n tribal, que ¨¦l conoci¨® con alguna triste an¨¦cdota, cual la relativa desconsideraci¨®n con la que le trat¨® Jim¨¦nez de As¨²a, durante su doctorado en Madrid, por el mero hecho de ser disc¨ªpulo de Cuello.
Esa lecci¨®n permanente de respeto y tolerancia hacia la diferencia de ideas, tan poco usual en Espa?a , sobre todo en la ¨¦poca en que le toc¨® vivir, era una traducci¨®n ¨¦tica de su concepci¨®n de la vida universitaria. Aun pareciendo a veces alejado de su devenir cotidiano, amaba a la facultad como su casa, y nada le era indiferente, y no hubo una sola ocasi¨®n de aquellos tantos agitados a?os en que faltara la serena presencia de don Octavio en juntas que se celebraban en ambiente de m¨¢xima tensi¨®n. La preservaci¨®n de la dignidad de la instituci¨®n universitaria frente a los malos tratos pol¨ªticos que recib¨ªa fue una constante en su vida.
Ojal¨¢ hubiera hoy, en cada facultad de nuestra postrada Universidad, al menos un profesor como ¨¦l.
Gonzalo Quintero Olivares es catedr¨¢tico de Derecho Penal en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona.
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