El padre Ubach, las t¨²nicas sagradas y la momia maldita
Mart¨ª Gironell convierte al monje de Montserrat en protagonista de su nueva novela, 'L'arque¨°leg'
?Dom Bonaventura Ubach personaje de novela? ?Por qu¨¦ no?: pocos catalanes habr¨¢n tenido una vida tan aventurera y viajera como el p¨ªo monje de Montserrat, que recorri¨® Oriente Pr¨®ximo a principios del siglo XX para escudri?ar los escenarios de la Biblia y recolect¨® esforzadamente los objetos arqueol¨®gicos del museo de la abad¨ªa. El padre Ubach (Barcelona, 1879-Montserrat, 1960) es el protagonista de L'arque¨°leg (Columna y, a partir de marzo, Suma en castellano), la nueva novela del periodista y escritor Mart¨ª Gironell, autor de la exitosa El pont dels jueus.
El novelista, que se ha basado en los dietarios del propio Ubach y la biograf¨ªa obra de Dom Romuald M. D¨ªaz, ha tratado con enorme respeto la figura del monje; es decir, que nadie espere que por tratarse de una ficci¨®n el respetable religioso tenga una aventura con una bailarina de la danza del vientre, encuentre el arca perdida y acabe alist¨¢ndose en la Legi¨®n Extranjera. No, L'arque¨°leg sigue con notable rigor hist¨®rico las peripecias reales de Ubach juntando en el tiempo dos de sus principales viajes: el que realiz¨® a la Arabia P¨¦trea, incluido el Sina¨ª, y el que le llev¨® a la antigua Mesopotamia, tras los b¨ªblicos pasos, respectivamente, de Mois¨¦s y Abraham.
El novelista inventa un encuentro entre el p¨ªo viajero y Lawrence de Arabia
Gironell ofrece un retrato del monje tan fidedigno que es casi fotogr¨¢fico; podr¨ªa decirse que el que atraviesa las p¨¢ginas de la ficci¨®n es el verdadero Ubach: curioso, entusiasta, intr¨¦pido, frugal, tenaz, observador, un punto temerario, sorprendentemente ecum¨¦nico, algo pesetero -l¨®gico si viajas con la escasa bolsa de un monje-, muy catal¨¢n en lo de "a ver c¨®mo pagamos esto" (aunque se trate del peaje a un peligroso caudillo beduino o del precio de un sarc¨®fago fara¨®nico) y algo pillastre, incluso ocasionalmente gamberro. Un tipo realmente simp¨¢tico.
Es en el entorno del monje y en su aventura donde Gironell fabula. El relato del viaje real de Ubach se cruza con la pesquisa en torno a tres t¨²nicas sagradas desaparecidas -que en la trama el piadoso coleccionista querr¨ªa, por supuesto, para el museo b¨ªblico montserratino-, una antigua y misteriosa hermandad secreta tipo los Medjai de The mummy, y un par de cr¨ªmenes. Uno de ellos es el intento de asesinato del gran arque¨®logo Leonard Woolley ?con una cobra! El novelista le inventa tambi¨¦n a Ubach un encuentro con Lawrence de Arabia, muy jovencito (pero no teman, el chico a lo suyo, que era entonces dibujar las fortalezas en poder de los turcos para el espionaje brit¨¢nico, bajo la tapadera de la labor arqueol¨®gica). La cuota er¨®tica que ha de tener toda novela de aventuras que se precie se la endosa el autor al acompa?ante de Ubach en su primer viaje, un monje belga. El personaje sufre en la novela una crisis de fe en buena medida causada por una despampanante bailarina profesional de caderas a lo Shakira con la que los viajeros topan en un campamento beduino y cuya danza convierte la tienda en una sauna. Gironell dice que el trance del belga no ha sido ¨®bice para que la novela haya sido bien recibida en Montserrat (claro, como era belga: otra cosa hubiera sido que el deslumbrado fuera Dom Ubach). El autor se la dio a leer al padre Pius-Ramon Tragan, que conoci¨® a Ubach y colabor¨® con ¨¦l y que ha ayudado al novelista. "Ha gustado, 'espl¨¦ndido', me ha dicho el padre Pius-Ramon". Con el nihil obstat oficioso de la abad¨ªa en el bolsillo, Mart¨ª Gironell va a tratar ahora de que Ubach, un personaje que considera que se ha explotado poco -"si fuera brit¨¢nico o franc¨¦s, habr¨ªa pel¨ªculas sobre ¨¦l"- , un verdadero catal¨¢n universal, d¨¦ el salto al gran p¨²blico.
Algunos episodios de la novela que parecen inventados son completamente reales, como los viajes en camello y Ford T, y el de la visita al santuario de los adoradores del diablo, donde parece que el padre Ubach se nos transmute en el padre Merrin de El exorcista (aunque al final resulten los satanistas buena gente), o la compra de antig¨¹edades fara¨®nicas en el Museo Egipcio de El Cairo. De all¨ª obtuvo Ubach una momia ptolemaica que puede verse en Montserrat, aunque no es verdad (confiemos) que se la dejaran barata porque estaba maldita...
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