Rendici¨®n de cuentas
El panorama de la cooperaci¨®n internacional -y especialmente su objetivo m¨¢s simb¨®lico, la reducci¨®n de la pobreza- est¨¢ marcado por un rasgo b¨¢sico contradictorio que mantiene el statu quo y solo permite avances lentos y limitados. Esta contradicci¨®n fundamental es el escandaloso abismo entre la inmensa capacidad material existente (t¨¦cnica, financiera, log¨ªstica) para abordar el problema y la muy escasa voluntad pol¨ªtica de los grandes decisores para resolverlo. En la pr¨¢ctica, seguimos con m¨¢s de lo mismo y con poco o nada de lo necesario. Aqu¨ª, al contrario de la reflexi¨®n gramsciana, el optimismo procede del conocimiento, existen los medios y se sabe c¨®mo hacerlo, mientras el gran d¨¦ficit de voluntad decisoria inclina al pesimismo.
Existe un alto riesgo de que la crisis global cause un nuevo retraso en la lucha contra la pobreza
Desde una actitud esc¨¦ptica, o simplemente c¨ªnica, podr¨ªa argumentarse que despu¨¦s de m¨¢s de medio siglo de cooperaci¨®n para el desarrollo lo ¨²nico que ha cambiado es el lenguaje y el horizonte de las metas, que ha ido introduciendo modificaciones sem¨¢nticas en las propuestas y posponiendo temporalmente las fechas de los compromisos. ?Se acuerdan ustedes de los objetivos de educaci¨®n y salud para todos en el a?o 2000? ?O de la promesa de destinar el 0,7% del PNB de los pa¨ªses desarrollados a la ayuda internacional? Aunque los ejemplos de promesas incumplidas abundan, por primera vez existe informaci¨®n, conocimiento y capacidad de movilizaci¨®n a escala global para poder aspirar con fundamento a que se produzcan los cambios necesarios congruentes con la magnitud del problema y que por fin la pobreza sea de verdad un asunto del pasado en el curso de esta generaci¨®n.
Adem¨¢s de seguir llamando la atenci¨®n con campa?as de sensibilizaci¨®n, hace falta construir y poner en pr¨¢ctica instrumentos de vigilancia social multinivel, a escala local, nacional e internacional, para influir en la toma de decisiones y cambiar a los responsables pol¨ªticos que no cumplan. Es decir, hay que introducir en la nueva arquitectura de la cooperaci¨®n internacional y de la gobernanza democr¨¢tica de calidad, instituciones y mecanismos p¨²blicos de seguimiento y rendici¨®n de cuentas, que permitan un escrutinio continuo y una amplia participaci¨®n ciudadana (no solo en las citas electorales), tanto en los pa¨ªses donantes como en los pa¨ªses receptores, para forjar coaliciones y espacios de concertaci¨®n internacional.
La cooperaci¨®n internacional dispone de una agenda y unas metas espec¨ªficas para el a?o 2015, plasmada en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Se trata, desde luego, de una agenda de m¨ªnimos, pero al ritmo actual de avance ni siquiera esas metas modestas y asequibles hay garant¨ªa de que se puedan cumplir en un grupo numeroso de pa¨ªses y una parte significativa de la poblaci¨®n mundial.
Hasta ahora los resultados son ambivalentes. Mientras se avanza en lo que podr¨ªa denominarse las metas blandas (escolarizaci¨®n b¨¢sica, mortalidad infantil, agua y saneamiento), importantes sin duda, pero con peque?a incidencia en la modificaci¨®n del statu quo, el camino hacia el n¨²cleo "duro" permanece lejano y lleno de obst¨¢culos: la situaci¨®n de la pobreza, el hambre, el sida, el acceso a un trabajo digno, contin¨²a pr¨¢cticamente estancada. La incidencia relativa de la pobreza y el hambre se est¨¢ reduciendo ligeramente en algunas regiones, en especial en el Sureste Asi¨¢tico por el peso del auge econ¨®mico de China e India, pero en conjunto el n¨²mero de pobres y hambrientos sigue aumentando, en parte por el todav¨ªa alto crecimiento de la poblaci¨®n en muchos pa¨ªses en desarrollo. Hay que tener en cuenta que, a pesar del descenso en el ritmo de crecimiento de la poblaci¨®n mundial, en los pr¨®ximos cinco a?os hasta 2015 se a?adir¨¢n alrededor de 400 millones de personas m¨¢s al planeta, en su gran mayor¨ªa en los pa¨ªses m¨¢s pobres.
El epicentro del problema sigue siendo ?frica, donde incluso se est¨¢n produciendo graves retrocesos. En Am¨¦rica Latina, la regi¨®n m¨¢s desigual del mundo, los avances relativos de los indicadores nacionales en algunos pa¨ªses emergentes como Brasil y Chile, encubren todav¨ªa disparidades considerables entre los distintos grupos sociales, seg¨²n el nivel de ingresos. En realidad, para ser congruentes, el avance hacia las metas se deber¨ªa medir en relaci¨®n con la posici¨®n de los grupos de poblaci¨®n m¨¢s rezagados y no con un promedio estad¨ªstico que representa un pa¨ªs virtual inexistente.
La Conferencia y Declaraci¨®n de Par¨ªs (marzo 2005) sobre Armonizaci¨®n y Eficacia de la Ayuda trazaron un nuevo curso, con nuevas orientaciones y procedimientos a la b¨²squeda de una mayor eficacia. No obstante, cualquiera que sea el efecto de estas reformas, el posible impacto global de la ayuda al desarrollo es muy limitado, si se compara con otras magnitudes relacionadas con un mayor acceso, a ser posible de modo simult¨¢neo, a los mercados internacionales de mercanc¨ªas, capital y trabajo, por parte de los pa¨ªses pobres.
Este es el verdadero test de las reformas de la cooperaci¨®n internacional, tal como se establece, aunque sea vagamente, en el ¨²ltimo y m¨¢s importante de los ODM. Mientras tanto, la Ronda Doha sobre nuevas regulaciones comerciales internacionales sigue en el limbo, el G-20 parece tener otras urgencias y existe un alto riesgo de que la crisis global se cobre una gran v¨ªctima simb¨®lica, causando un nuevo retraso en la lucha contra la pobreza.
Tom¨¢s Jim¨¦nez Araya es profesor consultor de Derechos Humanos y Democracia en la Universidad Abierta de Catalu?a.
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