?A qui¨¦n hay que matar?
Nada retrata mejor a una crisis que otra crisis, y lo que est¨¢ sucediendo en nuestros d¨ªas encuentra su memorable espejo en la c¨¦lebre adaptaci¨®n de la novela de Steinbeck Las uvas de la ira dirigida por John Ford. Durante la Gran Depresi¨®n, tras el crack del 29, muchas familias de granjeros de Oklahoma son expulsadas de su tierra, incapaces de hacer frente a la subida de precios, sin trabajo y con muchas bocas que alimentar. En una escena inolvidable, un encargado (con su traje impoluto y sin bajarse del coche) viene a informar de su inminente desahucio a una de esas familias. ?Quiere decir que me echa de mi tierra?, inquiere el granjero. No hay por qu¨¦ enfadarse conmigo, yo s¨®lo cumplo ¨®rdenes, no tengo la culpa, le responde. ?Pues qui¨¦n la tiene? Ya sabes que el due?o de la tierra es la Compa?¨ªa Sonvilland. ?Y qui¨¦n es esa Compa?¨ªa?, pregunta el campesino con rabia contenida. No es nadie, es una Compa?¨ªa. Y sigue el encargado: Hijo, ellos no tienen la culpa. El Banco les dice lo que tienen que hacer. Muy bien, ?y d¨®nde est¨¢ el Banco? En Tulsa, pero no vas a resolver nada. All¨ª s¨®lo est¨¢ el apoderado, y el pobre s¨®lo trata de cumplir las ¨®rdenes de Nueva York. Ante eso, el granjero lanza la gran pregunta, mezcla de impotencia y exasperaci¨®n: Entonces, ?a qui¨¦n hay que matar?
?A qui¨¦n hay que matar? La pregunta queda en el aire como un cuchillo sin destinatario. La responsabilidad est¨¢ tan diferida, diluida, desva¨ªda, que no parece poder asign¨¢rsele a nadie. Al menos a nadie con nombre, rostro o conciencia. Los principales actores de nuestra crisis (bancos, organismos financieros y agentes pol¨ªticos) muestran ese mismo desparpajo a la hora de acometer la transferencia de responsabilidades: al final, la culpa siempre es del "sistema". O sea, de nadie.
Y la deriva pol¨ªtica que padecemos no es que ayude mucho a paliar esa sensaci¨®n de desamparo. V¨¦ase, sin ir m¨¢s lejos, la campa?a para las elecciones catalanas de este domingo. Videojuegos con candidatos haciendo de superh¨¦roes, supuestos videos porno, videos con orgasmos, y todo el resto de parafernalia: candidatos que aparecen en programas de humor de la televisi¨®n, cocinando una tortilla de patatas y hablando de nimiedades, o contando chistes y haciendo el payasete. O que van a La Noria, ese nuevo "Parlamento del pueblo" (m¨¢s bien, como indica su nombre, una feria o un parque de atracciones). Todo ello marca una tendencia que, seg¨²n todos los expertos, va a ir a m¨¢s (?hasta d¨®nde, hasta que surja entre nosotros el gran showman, el perfecto demagogo?) ?Y qui¨¦n tiene la culpa de esa perversi¨®n de la pol¨ªtica? Nadie, por supuesto: es el "sistema", nos dir¨¢n. El sistema de la sociedad de la imagen en que el lenguaje audiovisual (y sus mecanismos de entretenimiento y provocaci¨®n) sustituye a la ideolog¨ªa. Entonces, ?a qui¨¦n hay que matar?
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