Galer¨ªa al sol de Poniente
Se podr¨ªa pensar que un hombre tan premiado por su escritura, le¨ªdo y halagado por una sociedad global de la que no cree que sea demasiado buena para la "literatura", pudiera tener un despacho de abogado de prestigio, al menos grande y amplio, donde extender a sus anchas los apuntes luego convertidos en obras de arte de la literatura castellana. Nada m¨¢s alejado de la realidad. El casi octogenario Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) se refugia para escribir donde lo ha hecho desde hace 26 a?os, en un peque?o rinc¨®n de la galer¨ªa de su casa de Le¨®n que mira a Poniente, dando la espalda a la imponente catedral. En apenas dos metros cuadrados guarda toda una vida de trabajo y recuerdos, numerosos manuscritos, dos retratos de sus padres j¨®venes; un lienzo de Esteban de la Foz, un paisaje de Alejandro Vargas y un peque?o "lujo" de Lucio Mu?oz. M¨¢s de 4.000 vol¨²menes, "perfectamente desordenados" en la biblioteca, y en un poyete, a modo de s¨ªmbolo, una granada seca de la casa de Garc¨ªa Lorca, en Valderrubio.
Aquel ni?o que aprendi¨® a leer con el ¨²nico libro que escribi¨® su padre tiene muy presente de d¨®nde viene y ad¨®nde va. Quiz¨¢ por ello vive de alquiler desde hace m¨¢s de dos d¨¦cadas en la casa m¨¢s humilde que hizo el prestigioso arquitecto C¨¢rdenas, un antiguo albergue propiedad del Obispado, destinado finalmente a los ex gerentes de la Fundaci¨®n Sierra Pambley, de la que forma parte. Cuadros y libros son los ¨²nicos lujos. El ordenador est¨¢ en un segundo plano en la mesa, porque al premio Cervantes le sigue gustando el olor a tinta. "Cuando escribo, me hago mi pitillo, me tomo un caf¨¦..., pero no son las man¨ªas las que interfieren, sino las p¨¦rdidas, la tinta y el papel que no encuentro, me paso la mitad del tiempo buscando cosas", se lamenta.
Pero Gamoneda no tiene en la actualidad todo el tiempo que quisiera para escribir. Ser premio Cervantes 2006 le ha convertido tambi¨¦n en uno de los conferenciantes m¨¢s requeridos por universidades e instituciones p¨²blicas y privadas. "Todos los d¨ªas tengo la voluntad de escribir, pero no escribo todos los d¨ªas, tengo una vida muy movida, trabajo 15 horas, puedo empezar a las cinco de la ma?ana o terminar a esa hora y no llego a hacer nada. Quiero que me dejen seguir siendo un escritor provinciano", se queja.
Su sordera en cierta medida le ayuda a autoaislarse cuando quiere escribir, y no solo para buscar refugio en la literatura. "Con las 500 procesiones pasando delante de casa, apago el aparato y ya est¨¢"...
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