'Agost' Baby Jane ha vuelto
?Qu¨¦ fue de Baby Jane?, se preguntaba Robert Aldrich, director de la pel¨ªcula que supuso para Bette Davis una nominaci¨®n como mejor actriz a los Oscar de 1962. Pues parece haber vuelto encarnada en la Violet Weston de Anna Lizaran, la protagonista indiscutible de Agost, el megamontaje que acaba de estrenar el Teatre Nacional de Catalunya, por su gran presencia esc¨¦nica, su enorme fuerza, sus muchos matices y su buena dosis de mala leche. La platea entera se puso en pie en cuanto ella sali¨® a saludar con los aplausos. El personaje de la Lizaran es sin duda el eje que vertebra tanto la trama de Tracy Letts como el montaje que firma Sergi Belbel. La secundan muchos y lo hacen bien, pero cuando ella no aparece en escena, la cosa pierde fuelle. Y es que aguantar una funci¨®n que, con los entreactos, se va a casi cuatro horas y media no es f¨¢cil para el espectador ni debe de serlo para los int¨¦rpretes. Argumento y puesta en escena tienen que enganchar, y mucho. Aqu¨ª tenemos una historia que engancha por la v¨ªa del culebr¨®n y una exhibici¨®n esc¨¦nica que lo hace desde que se despliega la impresionante escenograf¨ªa de Max Glaenzel marcada por el mismo autor de la pieza: una formidable casa de campo de tres plantas en Oklahoma que viene a ser como una gigantesca casa de mu?ecas con todos sus accesorios.
AGOST
De Tracy Letts. Traducci¨®n: Joan Sellent. Direcci¨®n: Sergi Belbel. Int¨¦rpretes: Carles Velat, Anna Lizaran, Emma Vilarasau, Abel Folk, Clara de Ramon, Rosa Renom, Montse German, Maife Gil, Jordi Banacolocha, Albert Triola, Almudena Lomba, ?scar Molina, Manuel Veiga. Escenograf¨ªa: Max Glaenzel. Vestuario: Antonio Belart. Iluminaci¨®n: Kiko Planas. Sonido: Pepe Bel. Canci¨®n original: Albert Guinovart.
Teatre Nacional de Catalunya, Sala Gran. Barcelona, 25 de noviembre.
La platea entera se puso en pie cuando Anna Lizaran sali¨® a saludar
El dramaturgo Tracy Letts (Tulsa, 1965) gan¨® el Tony y el Pulitzer a la mejor obra teatral en 2008 con August: Osage County, una tragicomedia que re¨²ne en el seno de una familia de la Am¨¦rica profunda los elementos propios de una temporada entera de cualquier culebr¨®n que se precie, de manera que el espectador asiste, cual voyeur, a la exposici¨®n de los trapos sucios de los Weston: suicidio, divorcio, adulterio, incesto, malos tratos, pedofilia y adicciones varias.
Citas de T. S. Elliot y Emily Dickinson, o la alusi¨®n sobre la culpa colectiva de la poblaci¨®n estadounidense por cuanto respecta al genocidio del pueblo nativo, personificada en la criada india, quieren elevar el tono del conjunto de lo que, dividido en episodios, no pasar¨ªa de ser un follet¨ªn que mezcla h¨¢bilmente la tragedia con la farsa. Y aunque los trapos se van ventilando de manera un tanto previsible y las escenas grotescas son a veces algo forzadas, Agost funciona. Y el montaje de Belbel tambi¨¦n, sobre todo si uno sabe a lo que va.
Si les gusta espiar por la mirilla, aqu¨ª podr¨¢n ver, entre otras cosas, c¨®mo la Lizaran y la Vilarasau (en el papel de Barbara, la hija mayor) se tiran de los pelos; c¨®mo la presi¨®n familiar hace tartamudear a Rosa Renom (Ivy, la hija mediana); c¨®mo Montse German (Karen, la peque?a) excusa con aplomo a su prometido ped¨®filo; c¨®mo este (?scar Molina) engatusa a la joven Jean, la nieta (Clara de Ramon); c¨®mo Jordi Banacolocha (el cu?ado de Violet) planta cara a su mujer (Maife Gil) y c¨®mo al torpe hijo de ambos (Albert Triola) se le cae el estofado de mam¨¢.
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