Keith Richards

En las ¨²ltimas semanas, desde que aparecieron en el Reino Unido sus memorias bajo el t¨ªtulo de Life, Keith Richards (Dartford, 1943) se ha mostrado muy fiel a su personaje. Por momentos, el guitarrista de The Rolling Stones, m¨²sico salvaje a quien ni siquiera han acabado por el momento de domar sus tres nietos, parec¨ªa tan pronto iracundo, como a ratos, encantador. Pero siempre directo, transparente, de vuelta de todo, poni¨¦ndose el mundo por montera cuando hablaba de su turbia relaci¨®n con las drogas, de su amistad con Mick Jagger o de sus sentidos de culpa. As¨ª es que la pregunta que uno se hace cuando espera su turno en la antesala del hotel Meurice, en Par¨ªs, 45 minutos antes de la hora pactada -aunque luego todo vaya con retraso- es c¨®mo le encontrar¨¢.

"Mick Jagger ha le¨ªdo el libro. Brenda es un mote de hace tiempo"

"Utilizaba la hero¨ªna porque nunca afront¨¦ bien la fama"

"No creo en muchas cosas, sinceramente. Creo en dios cuando me corro"

En la habitaci¨®n aguarda otro periodista. En concreto, Markus Larsson, un sueco que, medio ahogado en un t¨¦, pregunta: "?Est¨¢s nervioso?". Nervioso, nervioso, no, responde uno. A lo que ¨¦l contesta: "Yo s¨ª".

No es para menos. El tipo hab¨ªa pu-blicado hac¨ªa tres a?os una cr¨ªtica demoledora del ¨²ltimo concierto del grupo por Goteborg. Se pregunt¨® si val¨ªa la pena gastarse 100 euros para escuchar a unos t¨ªos que de mala manera controlaban el riff de Brown Sugar. Uno se muestra esc¨¦ptico ante la probabilidad de que Richards se acuerde del agravio. Incluso de que a estas alturas lea las cr¨ªticas. Pero el colega dice que s¨ª, que lo ley¨® y que hab¨ªa jurado machacarle. Demasiado riesgo por un simple sueldo prestarse a un duelo as¨ª.

Tampoco parece que Richards ande demasiado soliviantado. Ya a solas, el m¨²sico entra en la lujosa habitaci¨®n con vistas al Louvre y a la Torre Eiffel, tan pancho, acompa?ado de una copa de vodka con naranja en la mano y despreciando el agua que nos han servido. Llega con su fular estampado de calaveras, haciendo gala de su imagen corsaria que le ha valido el papel de padre de Jack Sparrow en Piratas del Caribe, un elegante sombrero beis y sus anillos dignos de un legendario adepto al vud¨² en los dedos.

La promoci¨®n de un libro poco tiene que ver con el circo del rock. Sus editores lo han padecido. Ha querido viajar en jet privado, alojarse en hoteles de cinco estrellas, algo que, junto a los minutos de promoci¨®n, costean cada uno de los sellos que publican el libro por todo el mundo -en Espa?a aparece como Vida (Global Reading)-, aunque el negocio empiece a notar los estragos de la crisis.

El caso es que no decepciona. Cuando uno lee esta descarnada y abundante autobiograf¨ªa escrita a medias con su amigo James Fox -por la que dicen que ha cobrado casi cinco millones de euros- espera encontrar la crudeza de Richards en relaci¨®n a sus constantes bajadas al infierno. Pero tambi¨¦n le ve subir a la Tierra y a veces tocar el cielo. Sobre todo cuando se trata de la familia: su madre, sus hijos, sus mujeres y sus nietos. En Vida, aparte del cr¨¢pula, adem¨¢s del confeso adicto a la hero¨ªna, a la coca¨ªna y los ¨¢cidos, camello de John Lennon, uno encuentra el autorretrato de un padrazo orgulloso que presume de haber criado una prole de descendientes muy sana.

El repaso es hondo, sincero, violento, hosco, radical y entra?able con los seres a los que admira y adora, que son muchos. No enga?a a nadie, y menos a s¨ª mismo. Igual entona un dram¨¢tico mea culpa por la muerte de su hijo Tara cuando este apenas contaba dos meses, que acusa a Mick Jagger de?intentar traicionar al grupo.

Fue cuando el cantante intent¨® negociar, aparte de un nuevo contrato para los Stones, uno paralelo que le permitiera lanzar su carrera en solitario. No les dijo ni mu. "Fue una pu?alada por la espalda", escribe Richards. En esa ¨¦poca se gan¨® el apelativo de la "puta de Brenda", o "su majestad", adem¨¢s de ridiculizar el tama?o de su pene, para enfatizar el delirio egomaniaco en el que su amigo del alma hab¨ªa ca¨ªdo. Al parecer, Jagger ha le¨ªdo el libro. Pero no se ha quejado especialmente. Esas supuestas declaraciones en las que contestaba que nadie puede imaginarse lo que es viajar con un yonqui fueron un bulo que circul¨® por Internet y que Jagger desminti¨® m¨¢s tarde.

Aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria. Todo sea por preservar el negocio del rock and roll unos cuantos a?os m¨¢s. Al fin y al cabo, estos chicos londinenses nunca se metieron en esto para cambiar el mundo, como muchos pueden llamarse a enga?o, sino para hacerse millonarios. Y lo consiguieron.

En este libro ha ido usted a tumba abierta. No tengo nada que esconder. Tambi¨¦n ten¨ªa el tiempo, encontrarlo era dif¨ªcil. Despu¨¦s de la ¨²ltima gira que hicimos se dio la posibilidad, iba a tener tiempo. No fue idea m¨ªa, me lo sugirieron, adem¨¢s, dici¨¦ndome que James Fox se prestaba a colaborar en ello. Somos amigos de hace a?os, luego te planteas: es la oportunidad y si no lo hago ahora?

?Qui¨¦n sabe? Eso, qui¨¦n sabe. La vida es un misterio.

Le advierto una cosa. Todo este lujo de promoci¨®n, con los editores pagando para que les concedan entrevistas, pertenece m¨¢s al circo del rock que al negocio editorial. Estos son m¨¢s modestos. Si tienen que gastarse la pasta en esas cosas, acabar¨¢n por no publicar nada, y?libros como el suyo no los leer¨¢ nadie. ?Es consciente? Mucho, es mi primera experiencia en este mundo. Aunque hay muchas similitudes entre vender discos y libros. Claro que, un libro es un libro y necesitas m¨¢s argumentos para animar a la gente a leerlo. Pero, al final, no tiene nada que ver con el marketing, es una cuesti¨®n de afinidad. Hago lo que puedo.

?Se centra en su criatura? S¨ª y pienso ir a librer¨ªas por todo el mundo y conseguir que la gente se lo lea.

Veo entonces que est¨¢ como un ni?o con la idea de haber publicado un libro. ?Lo siente como algo m¨¢s propio? Pues s¨ª. Al principio pensaba, bueno, tengo cosas que contar, as¨ª que no ser¨¢ tan dif¨ªcil. Pero cuando lo veo ahora, en perspectiva, revivir tu vida dos veces, con la memoria, volver a experimentar ciertas emociones? Mira, las cosas en la vida van pasando, y en la m¨ªa todo ha ido muy r¨¢pido, he estado a punto de morir, he sufrido accidentes, me he pasado el tiempo muy pendiente de sobrevivir m¨¢s que de sentir miedo, de hacer, afrontar las cosas sin temor. Pero luego veo que han quedado experiencias muy dolorosas dentro de m¨ª. La muerte de mi hijo...

Terrible. Y no se lo perdona, aunque fuera un accidente. Es natural la muerte, sabes que llegar¨¢, tratas de prepararte. Pero aquello fue muy duro.

De hecho, Richards trata de hacer un exorcismo en su confesi¨®n. Una buena ma?ana, el beb¨¦ apareci¨® muerto en la cuna. ?l estaba de gira. Anita Pallenberg, la pareja del guitarrista entonces y madre de su hijo mayor, Marlon, lo encontr¨®: "Decid¨ª no hacer preguntas en su d¨ªa. Solo Anita sabr¨¢. En cuanto a m¨ª, nunca deb¨ª haberla abandonado. No creo que fuera culpa de ella. Pero dejar a mi reci¨¦n nacido es algo que no me perdonar¨¦ jam¨¢s. Es como si hubiera desertado de mi puesto", confiesa.

Si le digo Doris, ?qu¨¦ viene a su memoria? La m¨²sica. Ni siquiera madre: m¨²sica. Encend¨ªa la radio y la m¨²sica nos envolv¨ªa, si no sonaba nada en la casa, mis alarmas se disparaban. ?D¨®nde est¨¢ mam¨¢? Luego es que hab¨ªa ido a hacer la compra, pero me inquietaba que no sonara la m¨²sica.

?Y si le digo Brenda?? Bueno, pues ese es Mick. Un mote de camerinos. No significa nada especial, son cosas de la trastienda. Como los soldados y las barricadas. Son bromas.

Es que no me puedo imaginar a usted dirigi¨¦ndose a Mick Jagger dici¨¦ndole: Brenda, esto; Brenda, aquello. No, no, es un mote de hace tiempo.

?Y c¨®mo se lo ha tomado ¨¦l? Bueno, ¨¦l ha le¨ªdo el libro. Se lo di antes de que apareciera. La ¨²nica queja que tuve por su parte ?sabe cu¨¢l fue?

No? Que contara que hab¨ªa tenido un maestro de canto. Mira, no es nuevo, todo el mundo lo sabe, le dije.

Y otro de baile. S¨ª, est¨¢ rodeado de entrenadores, por eso su camerino queda tan alejado del m¨ªo. Tiene otra manera de prepararse para salir a escena. Pero no me importa nada de eso, lo que de verdad me interesa es lo que la gente retenga del libro, no an¨¦cdotas que tengan que ver con buscar divisiones entre ¨¦l y yo. Esas bromas no lo conseguir¨¢n.

Puede que las bromas no, pero algunos pasajes sobre su amigo son crudos: "Padece el s¨ªndrome del solista vocal". "No formamos este grupo para apu?alarnos por la espalda". "Cuando echas ¨¢cido, todo se corroe"?

Pero con esas an¨¦cdotas, un poco fuertes, uno piensa que no queda apenas nada aut¨¦ntico de lo que fueron The Rolling Stones; que son m¨¢s una empresa que un grupo de 'rock and roll'. Existe ese aspecto, pero a la hora de la verdad, en el momento en que estamos en nuestros camerinos y tenemos que saltar al escenario, estamos Mick, Charlie, Ronnie, yo, y a eso se reduce. Te une mucho exponerte ante decenas de miles de personas, es un intercambio de energ¨ªa muy poderoso. Se abre la jaula y saltamos?

Como leones? Como tigres? Una histeria.

?Justo como lo cont¨® Martin Scorsese en 'Shine a light'? No siento mariposas en el est¨®mago, eso hace mucho tiempo que pas¨®. Pero me encuentro como un tigre enjaulado al que acaban de soltar, lo que probablemente es una variaci¨®n de lo de las mariposas?

Ustedes, lo que siempre quisieron ser fue millonarios. Nada de cambiar el mundo, como The Beatles. ?Y qui¨¦n no? ?Qui¨¦n no quiere ser millonario? Nuestra dimensi¨®n se sali¨® de madre muy r¨¢pidamente. Y nos dimos cuenta de que merec¨ªa la pena disponer de dinero para crecer. Cinco chicos que se meten en un negocio que aumenta y aumenta. Te planteas qu¨¦ hacer con ¨¦l, c¨®mo invertirlo para superar tus propias barreras. El dinero tiene sus ventajas y sus desventajas. No te dir¨ªa que podr¨ªa vivir sin ello. No lo pienso, sencillamente. Soy un tipo generoso, si alguien me pide algo, lo presto sin pensar cuando me lo va a devolver.

En el libro aparecen constantemente The Beatles. No s¨¦ si es algo consciente o inconsciente. Esas comparaciones, para usted, ?qu¨¦ significan? Desde nuestro punto de vista, todo era muy obvio. Cuando escuchamos a The Beatles tocar en clubes antes de que se convirtieran en un fen¨®meno, para nosotros estaba claro algo: nos aliviaba saber que ¨¦ramos la ¨²nica banda inglesa que hac¨ªa cosas distintas. Sentimos tambi¨¦n una afinidad por ellos. Aunque vinieran de Liverpool y nosotros les mir¨¢ramos despectivamente desde nuestro origen londinense.

?Como si fueran unos pueblerinos del norte? S¨ª, pero eso tambi¨¦n nos sirvi¨® de acicate. En el sentido de que ve¨ªamos que si unos chavales de Liverpool pod¨ªan hacerlo, ?c¨®mo no ¨ªbamos a ser capaces nosotros, que viv¨ªamos en Londres? Si esos t¨ªos hab¨ªan grabado un disco, ?c¨®mo nosotros no ¨ªbamos a conseguirlo? Meternos en un estudio y gozar de la oportunidad de explorar, trabajar y transformar lo que toc¨¢bamos en un disco. Grabar era el mayor deseo de cualquier banda. Sent¨ªamos celos, pero tambi¨¦n nos inspiraron.

?Qu¨¦ aportaron ustedes de m¨¢s a esa revoluci¨®n moral y de las costumbres en los sesenta con respecto a ellos? Para empezar, hab¨ªa una cuesti¨®n de imagen. Ellos aparec¨ªan con sus trajecillos, sus corbatas, repeinados, muy monos, muy limpios. En Londres nos propusimos ser m¨¢s aut¨¦nticos. Durante algunas semanas intentamos lo de los trajes. Pero fue un fracaso: los perd¨ªamos, los dej¨¢bamos por ah¨ª. En cierto sentido todo se convirti¨® en una especie de pel¨ªcula del Oeste. The Beatles eran los buenos? Pero, ?qu¨¦ sentido tiene que existan si no aparecen los malos?

Quiz¨¢ ustedes iban m¨¢s all¨¢ a la hora de describir cierta desesperaci¨®n en canciones como 'Mother's Little Helper', 'Paint it black' o 'Satisfaction'. 'Sympathy for the Devil' ten¨ªa una clara intenci¨®n de socavar la moral imperante. Quer¨ªamos provocar, destruir clich¨¦s y colocar el espejo real enfrente de la sociedad con canciones as¨ª. En los sesenta ocurr¨ªan muchas cosas, deb¨ªamos reflejar un estado de ¨¢nimo, m¨¢s en nuestro pa¨ªs. Ve¨ªamos que Par¨ªs experimentaba la locura, hab¨ªa energ¨ªa por todos lados, pero sin direcci¨®n concreta, que nosotros utiliz¨¢bamos para canciones como Street Fighting man. ?Cu¨¢l es el papel de un artista, aparte de reflejar lo que ocurre a su alrededor? Captar visiones, sentimientos? Es lo que han hecho toda la vida?

Pero, ?eso se asemeja m¨¢s a la ambici¨®n de un escritor que a la de un m¨²sico de rock? En ese aspecto, ?fueron voluntariamente m¨¢s all¨¢ que otros? Nos d¨¢bamos cuenta de que el arma de hacer canciones no era una tonter¨ªa. Que a trav¨¦s de ellas pod¨ªas cargar muchas cosas, proponer ideas contundentes, otras visiones, otras formas de ver la vida y la sociedad. Tampoco ser revolucionarios, eso nos aburr¨ªa. Pero nos dimos cuenta de lo que pod¨ªamos significar no gracias a nuestras intenciones, sino cuando el establishment empez¨® a ponerse nervioso. Y luego te parabas a observar, ve¨ªas a The Beatles y pensabas: ?C¨®mo es posible que el Gobierno se sienta amenazado por cuatro t¨ªos que tocan la guitarra?". ?Era alucinante! Y nos animaba. Era la propia reacci¨®n de las autoridades la que nos mosqueaba. Pod¨ªamos dedicarnos a cantar pamplinas de amor todo el tiempo, era m¨¢s f¨¢cil. Pero esto nos motiv¨®.

Tuvo una gran idea Andrew Oldham al meterles a Jagger y a usted en aquella cocina para que compusieran su primera canci¨®n. ?C¨®mo fue aquello? Andrew era nuestro primer m¨¢nager y productor. El vio un potencial que nosotros ignor¨¢bamos. Nunca nos hab¨ªamos planteado escribir canciones. Hab¨ªa demasiados temas de rythm and blues que ven¨ªan desde Estados Unidos y quer¨ªamos interpretarlos. Pero Andrew hab¨ªa trabajado con The Beatles y entend¨ªa la fuerza de la creaci¨®n propia, la personalidad que daba a un grupo, era lo ideal. As¨ª que nos dijo: "Meteros en la cocina con una guitarra y salid con una canci¨®n". Nos sentamos un par de horas, nos hicimos t¨¦, pedimos vino y pensamos que nos aburrir¨ªamos un huevo si no sal¨ªamos con algo. Nos pusimos a trabajar y la canci¨®n sali¨® naturalmente: As tears go by. Cuando ten¨ªamos dos o tres estrofas est¨¢bamos deseando largarnos al bar y tocamos la puerta para que nos soltaran.

Quien no llev¨® nada bien que lo suyo cuajara fue Brian Jones? Es cierto, pero la verdad es que si Brian se hubiese presentado un d¨ªa con una canci¨®n, la habr¨ªamos tocado, o Bill Wyman, o Charlie Watts bueno, creo que en el caso de Charlie eso no ser¨ªa posible, aunque estar¨ªamos abiertos.

Era una cuesti¨®n de ponerse, de voluntad. Exactamente, el problema es que ¨¦l crey¨® que durante un tiempo iba a ser el l¨ªder de la banda, incluso lleg¨® a cobrar 50 libras m¨¢s a la semana por ello. Pero nuestro grupo era muy democr¨¢tico, con un toque comunista, y no le sali¨® bien.

De drogas tambi¨¦n habla a fondo en el libro. Ah, s¨ª. He tratado ser muy directo en ese asunto. Es una tentaci¨®n muy f¨¢cil para los m¨²sicos caer en ese mundo. Cuando yo empec¨¦ era un h¨¢bito muy escondido, de trastienda. Aquello de ver a los m¨²sicos negros y plantearse c¨®mo se lo hac¨ªan era normal. Estaban tan frescos a los 40, y yo, con 20, hecho polvo. Hab¨ªa que ver a los m¨²sicos negros de jazz con la corbata, el traje. Les preguntaba: ?C¨®mo aguant¨¢is el ritmo?". Y respond¨ªan: "Mira, chaval, te tomas un poco de esto, un poco de aquello, te fumas tal?". Era el comienzo y, adem¨¢s, pensabas que acababas de entrar en una especie de hermandad secreta.

?Una secta? Casi. Pero pronto acab¨®, r¨¢pidamente se empez¨® a comentar y a saber, era dif¨ªcil mantener el secreto. Yo utilizaba la hero¨ªna porque nunca me vi capaz de afrontar bien la fama. Sab¨ªa que para ser feliz y hacer lo que quer¨ªa, m¨²sica, la fama era uno de los precios a pagar, y no me acostumbraba. Era m¨¢s f¨¢cil meterse hero¨ªna y utilizar eso como una forma de distanciarse que afrontar la presi¨®n exterior.

?Pero tambi¨¦n habr¨ªa otras razones? Obviamente, era un experimento, con mi propio cuerpo, que siempre control¨¦ bien, aunque bueno, el experimento nunca acababa: segu¨ªa, segu¨ªa? Lo termin¨¦ en 1977.

La verdad es que sobre ese tema, yo creo que ha exagerado bastante. No se le ve nada mal. Es que no estoy seguro de que las drogas afecten tanto como dicen.

?Ni siquiera al trabajo, como inspiraci¨®n? Tampoco. Hay dos maneras de verlo. El s¨ªmbolo fue Charlie Parker. Tocaba como los ¨¢ngeles, pero era un yonqui. Y eso afect¨® a muchos saxofonistas. Cre¨ªan que la droga les har¨ªa mejores, pero era mentira. El enorme talento que ten¨ªa no se agrandaba por tomar drogas. Con esas cosas te das cuenta de que est¨¢s empujando a otra gente, pero lo que en realidad les dir¨ªa es: No os met¨¢is en esto solos. En mi caso fue una decisi¨®n personal y no quer¨ªa arrastrar a nadie con mi ejemplo. No aumenta tu habilidad, ni tu inspiraci¨®n, nada. Y si tienes un buen metabolismo tampoco te lo destroza.

Entonces, ?decepcionado con su experiencia? Lo que s¨ª me parec¨ªa estupendo era la percepci¨®n del tiempo. Corre de otra manera. El reloj anda, pero a otro ritmo.

El tiempo para cada uno de nosotros es relativo, como todo. Verdaderamente.

Otra cosa que me sorprende de usted es que parece un padrazo. Un hombre de familia. Si uno se detiene a ver las fotos de su libro, en la mayor¨ªa aparecen sus padres, sus hijos, sus mujeres. Me llama la atenci¨®n c¨®mo ellos han llevado las zonas m¨¢s oscuras de su vida. Su relaci¨®n con las drogas, su nomadismo como estrella del rock. ?Muchos traumas? Para m¨ª ha resultado f¨¢cil ser un buen padre. Ten¨ªa 26 a?os cuando naci¨® Marlon, r¨¢pidamente cay¨® sobre m¨ª la responsabilidad. Me met¨ªa caballo, pero responsablemente. Deb¨ªa cuidar a aquella criaturita. Pero no me planteaba grandes cosas. Nunca pens¨¦ que fuera para tanto. Depend¨ªa de cada uno. No era tan determinante. El resultado, al final, ha sido muy bueno. Son muy sanos, tengo tres nietos? Los chicos no se enteraban de nada, est¨¢bamos juntos, siempre les cuidaba con mucha paciencia. ?Dios m¨ªo! ?La cantidad de pa?ales que he cambiado!

?De verdad? ?Con todo el dinero que ha ganado, no le dejaba eso a las ni?eras? Un momento, eh. Cuando son tus hijos no quieres dejarle eso a nadie. Su mierda es la m¨ªa.

?En qu¨¦ cree? No es que crea en muchas cosas, sinceramente. Creo en Dios? cuando me corro.

?En serio? Cuando me corro. Es el momento en el que exclamo: ?Oh, Dios m¨ªo! ?Ay, Dios m¨ªo!".

Nos ocurre a muchos. Lo m¨¢s cercano a la m¨ªstica. Cierto, esa es la ¨²nica vez que hablamos directamente con un ser superior.

Me lo imagino. Pero tambi¨¦n creo en m¨ª, en mis amigos, en la gente, creo que la buena gente tiene muchas salidas, muchas respuestas. Creo en la vida y en vivirla intensamente, en hacer lo que te apetece y no lo que debes solamente, aunque s¨¦ que ese es muchas veces un sue?o imposible de cumplir, que hay que buscarse la vida en lo que se puede y no en lo que uno quiere. Pero, m¨¢s all¨¢, creo en que hay que abordar la vida con pasi¨®n, como yo le he hecho, aunque los grados de eso var¨ªen. Imag¨ªnate: ?hay t¨ªos apasionados con el trabajo!

Rarezas. Cada uno deber¨ªamos seguir lo que nos interesa, en la medida en que la libertad nos lo permita. Lo ideal es que todo el mundo sienta en lo m¨¢s hondo la libertad y que sepa qu¨¦ co?o hacer con ella.

Y tanto. Comenta en su libro que ni The?Beatles ni The Rolling Stones hubiesen durado m¨¢s de dos a?os si no existieran los discos. ?Qu¨¦ hubiese sido de ustedes hoy en d¨ªa? Todo habr¨ªa sido distinto con tanta tecnolog¨ªa. Quiz¨¢ todav¨ªa es pronto para calibrar cu¨¢nto nos va a afectar. La verdad es que el formato disco nos daba tiempo para explorar, expandirnos, ser muy creativos. El p¨²blico buscaba un ¨¢lbum completo, como una obra, no una sola canci¨®n. Todos aprovechamos mucho esa manera de trabajar. La tecnolog¨ªa ha cambiado los ritmos de las grabaciones.

?Volveremos a verles por ah¨ª? Espero. Yo no paro de componer, la mayor¨ªa son malos temas. Una idea, un esbozo.

Lo que s¨ª he visto que le trae buenos recuerdos es Espa?a. Valencia, las naranjas, su primera noche con Anita Pallenberg? Y tanto, Anita? Era primavera, y cada kil¨®metro que avanzabas hacia el sur todo parec¨ªa m¨¢s exuberante, hasta que llegamos a Algeciras.

Eran los sesenta, por aquellos tiempos, The Rolling Stones no hab¨ªan aparecido por Espa?a. Nos encant¨® hacerlo m¨¢s tarde, pero en esa ¨¦poca ten¨ªan un r¨¦gimen que? Apartaba al pa¨ªs de nuestro recorrido. Pero despu¨¦s hemos vuelto a menudo. Aquel concierto en Madrid cuando cay¨® la tormenta. Ha sido otra de las veces en las que he exclamado: "?Oh, Dios m¨ªo!".

Pasado el tiempo pactado, Richards sale encantado de la vida con el aroma de las naranjas valencianas y el recuerdo de Anita Pallenberg en la cabeza hacia su pr¨®xima cita. Parece incapaz de matar una mosca. D¨ªas despu¨¦s salta la noticia: "Keith Richards golpea a un periodista". El pobre cr¨ªtico sueco ten¨ªa sus razones para andar nervioso. En cuanto se enter¨® de que hab¨ªa sido ¨¦l le atiz¨® en la cabeza. Ya saben, Doctor Jeckyll y Mr. Hyde. A m¨ª me toc¨® el primero, el padrazo, el que cambiaba los pa?ales. Luego se transform¨®.