"De pronto, tanta suciedad"
El Papa asume que los esc¨¢ndalos de pederastia han sido "como el cr¨¢ter de un volc¨¢n del que sali¨® una nube de inmundicia que ensuci¨® a la Iglesia"
As¨ª habla el papa Benedicto XVI sobre las crisis que le abruman desde que lleg¨® al cargo, hace algo m¨¢s de cinco a?os: "S¨ª, hay que decir que es una gran crisis. Ha sido estremecedor para todos nosotros. De pronto, tanta suciedad. Realmente ha sido como el cr¨¢ter de un volc¨¢n, del que de pronto sali¨® una nube de inmundicia que todo lo oscureci¨® y ensuci¨®".
La frase aparece en la p¨¢gina 36 del libro Luz del mundo, publicado en Espa?a por la editorial Herder. Se refiere a la crisis de la pederastia. Es solo una de las congojas que sufre el Papa. Se lo dice al escritor alem¨¢n Peter Seewald. El Pont¨ªfice no est¨¢ amenazado por los mercados, ni necesita el rescate de autoridad alguna, pero vive "acongojado por las nubes m¨¢s negras".
"Algunos sacerdotes han afirmado que ya no se atreven a dar la mano a un ni?o"
"En la Iglesia hay muchas personas dentro que parecen estar fuera"
"S¨ª. Es una gran crisis. Ha sido estremecedor para todos nosotros"
"El asunto no lleg¨® de modo inesperado, pero su magnitud fue un 'shock"
Seewald se lo dice como pre¨¢mbulo a una de sus preguntas: "Las nubes arrojan su sombra tambi¨¦n sobre la sede de Pedro. Ya nadie habla m¨¢s de la condici¨®n de instancia moral para el mundo, reconocida por lo com¨²n a un Papa. ?Qu¨¦ tan grande es esta crisis? ?Es realmente, como hemos podido leer en ocasiones, una de las mayores en la historia de la Iglesia?"
La respuesta del Papa ha sorprendido. Ning¨²n otro mandatario -el Papa es jefe de Estado, adem¨¢s de l¨ªder religioso- se atrever¨ªa con esa sinceridad. Para redondear su visi¨®n demoledora sobre los esc¨¢ndalos de pederastia, Benedicto XVI a?ade: "[Esa gran crisis] afecta sobre todo al sacerdocio, que apareci¨® de pronto como un lugar de verg¨¹enza. Cada sacerdote se vio bajo sospecha. Algunos han manifestado que ya no se atreven a dar la mano a un ni?o, ni a hablar de hacer un campamento de vacaciones con ni?os. Ver de pronto enlodado al sacerdocio y, con ¨¦l, a la misma Iglesia era algo que, realmente, primero hab¨ªa que asimilar. El asunto no lleg¨® para m¨ª de forma inesperada, pero en esta magnitud fue un shock inaudito".
Nunca antes el Pont¨ªfice romano hab¨ªa respondido a preguntas sobre la actualidad en forma de entrevista. Nunca ocurri¨® tal cosa en la historia de la Iglesia cat¨®lica. Sucedi¨® el verano pasado en el palacio de Castelgandolfo, a unos 20 kil¨®metros de Roma, donde pasa sus vacaciones el Papa. Hab¨ªa antes dos libros a modo de entrevista con el cardenal Ratzinger, el primero hace 14 a?os con el t¨ªtulo La sal de la tierra. Pero fueron conversaciones con un ser que, al fin y al cabo, no era m¨¢s que uno de los 150 cardenales, m¨¢s o menos, que hay en el mundo, entre activos y em¨¦ritos.
Esta vez, Ratzinger habla como Pont¨ªfice m¨¢ximo, con la firmeza de sentirse con plena y m¨¢xima autoridad. En realidad, la tiene desde que el 18 de julio de 1870 los cardenales reunidos en concilio (el Vaticano I) proclamaron el dogma de la infalibilidad y convirtieron al Papa -entonces, P¨ªo IX- en un vicedi¨®s en tierra, rodeado de lujos y poder, tan alejado de Pedro, el nazareno que calzaba sandalias de pescador.
Benedicto XVI niega a Seewald que tenga ese poder, pese a que el entrevistador le califica como "el Papa m¨¢s poderoso de todos los tiempos". Se refiere el periodista al n¨²mero de fieles y a la extensi¨®n cat¨®lica (universal) de la Iglesia romana. El Papa habla de 1.200 millones de bautizados, pero reconoce que "hay muchos que no acompa?an interiormente su condici¨®n". Citando a san Agust¨ªn, a?ade: "Hay muchos fuera que parecen estar dentro; y muchos dentro que parecen estar fuera".
Se mofaba Stalin de los tanques del Papa, advertido por sus asesores del poder f¨¢ctico de la Iglesia latina. Desde la desaparici¨®n de los Estados Pontificios, en 1870, el Papa no tiene ej¨¦rcitos ni fusiles, afortunadamente. Cu¨¢ntas guerras de religi¨®n, cu¨¢nto sufrimiento al mundo causado por los pont¨ªfices. Cu¨¢ntas hogueras para herejes y brujas. Voltaire calcul¨® al cristianismo un mill¨®n de muertos por siglo. Este Papa, en cambio, subraya su faceta como hombre de paz, y como autoridad moral universal.
"Por supuesto, es verdad que en la historia ha habido tambi¨¦n guerras por causa de la religi¨®n, que la religi¨®n ha llevado tambi¨¦n a la violencia...", reconoce. Inmediatamente, detesta que se le confunda con los emperadores romanos, por la parafernalia que le rodea. Lo dice as¨ª: "El Papa es un hombre totalmente impotente, aunque tiene una gran responsabilidad. Es significativo que todos los Papas de la temprana Iglesia fueran m¨¢rtires. Ser Papa no implica poseer se?or¨ªo glorioso, sino dar testimonio de aquel que fue crucificado. Hay una lecci¨®n en lo que escribi¨® san Bernardo: 'Recuerda que no eres el sucesor del emperador Constantino, sino el sucesor de un pescador'. El Vaticano II ense?¨® con raz¨®n que la colegialidad es constitutiva para la estructura de la Iglesia, que el Papa solo puede ser el primero dentro del conjunto, y no alguien que, como un monarca absoluto, tome decisiones solitarias".
Benedicto XVI calific¨® de "bendici¨®n" la p¨¦rdida de su poder terrenal, los llamados Estados Pontificios. Lo dijo en la anterior entrevista con Seewal, publicada en 2005 con el t¨ªtulo Dios y el mundo. Dec¨ªa: "El Estado Pontificio trajo consigo muchas e infaustas confusiones y se perdi¨® finalmente, gracias a Dios, hemos de decir hoy". Ahora, lo que reclama como jefe de Estado "simb¨®lico" es un "espacio de libertad" para ejercer su misi¨®n religiosa.
Hay en el libro declaraciones que han causado estupor en sectores del catolicismo m¨¢s conservador, anclado en Trento m¨¢s que en el Vaticano II. Benedicto XVI no se ha convertido de pronto a la modernidad, pero su idea, por ejemplo, de que "la Iglesia no debe esconderse" le permite abordar asuntos que otros prelados consideran vedados.
Un ejemplo -hay muchos en el libro- es el asunto de los preservativos. Benedicto XVI se declara sin duda partidario de su uso "en algunos casos", y explica con claridad c¨®mo y cu¨¢ndo. La idea ha sido rechazada o matizada con energ¨ªa por los obispos espa?oles, e incluso por el portavoz oficial del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi. El Papa, impert¨¦rrito, seguro de s¨ª mismo, se ha debido divertir zanjando la pol¨¦mica con la afirmaci¨®n de que lo dicho por ¨¦l a Peter Seewald no necesita aclaraciones.
Pese a todo, Benedicto XVI no deja de reconocer que un Papa "puede tener tambi¨¦n opiniones privadas err¨®neas", salvo cuando habla "como pastor supremo en la consciencia de su responsabilidad".
La entrevista tambi¨¦n se despacha con detalles de la vida privada del Pont¨ªfice, muchas veces con desparpajo. Por ejemplo, reconoce con iron¨ªa que sus fuerzas "decaen" (ya tiene 83 a?os); que no hace deporte -"No me alcanza el tiempo, y por el momento tampoco lo necesito, gracias a Dios"-; que no tiene cartera ni cuenta corriente a su nombre, y que no se quita nunca la sotana blanca, salvo para dormir, porque un antiguo segundo secretario de Juan Pablo II le advirti¨® cuando entr¨® en la Curia vaticana: "El Papa lleva siempre la sotana; usted tambi¨¦n debe hacerlo".
Tambi¨¦n opina sobre Dios. Cuando era cardenal -nada menos que el encargado de velar por la pureza de la fe cat¨®lica, el Gran Inquisidor-, Ratzinger le reconoci¨® a Peter Seewal que hablaba con Dios como por tel¨¦fono.
Pregunta de Seewald: "Para usted, que habla personalmente con Dios, ?es tan natural como hablar por tel¨¦fono?".
Respuesta de Ratzinger: "En cierto modo, es una posible comparaci¨®n. Yo s¨¦ que ¨¦l est¨¢ siempre ah¨ª. Y ¨¦l sabe sin duda qui¨¦n y qu¨¦ soy. De ah¨ª que aumente la necesidad de llamarle, de comunicarme, de hablar con ¨¦l. Con ¨¦l puedo intercambiar tanto lo m¨¢s sencillo e ¨ªntimo, como lo m¨¢s agobiante y trascendental. Para m¨ª, en cierto sentido, es normal tener la posibilidad de hablarle en la vida cotidiana".
Eso dec¨ªa cuando era cardenal. Ahora que es Papa, a la misma pregunta, con el a?adido de si hay "mejores conexiones con el cielo o algo as¨ª como una gracia del oficio", Benedicto XVI contesta: "S¨ª, a veces percibo eso. Se da sin duda la experiencia de la gracia del oficio".
Pese a todo, cuando Seewal le pregunta si es un m¨ªstico, el Papa responde:
-M¨ªstico no soy.
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