La legitimidad de los sindicatos
Las dificultades para la acci¨®n sindical en momentos de crisis son ya conocidas. La inseguridad en el empleo genera incertidumbre y miedo; la escasez de recursos agudiza la disputa por los mismos; la sicosis real o inducida sirve de coartada patronal a la hora de negociar los convenios o a la hora de aplicar los acordados... Todo esto lo hemos vivido ya otras veces. Pero en esta ocasi¨®n, hay una dificultad a?adida que se est¨¢ materializando con una sa?a y virulencia desconocidas hasta el momento. Es la feroz campa?a de ataque al movimiento sindical que se est¨¢ dando desde sectores econ¨®micos, pol¨ªticos y medi¨¢ticos y no s¨®lo los ultraconservadores. Y que desgraciadamente en Euskadi, tambi¨¦n encuentra eco, incluso en parte del sindicalismo vasco.
Hay cierto inter¨¦s en hacer desaparecer la funci¨®n de los sindicatos como representantes colectivos
Conviene no enga?arse. M¨¢s all¨¢ del discurso zafio, manipulado y falso sobre el particular, la pretensi¨®n ¨²ltima de ciertos pol¨ªticos, opinadores, odiadores y enteradillos en general es clara: hacer desaparecer la funci¨®n de los sindicatos como representantes colectivos de los trabajadores y trabajadoras.
Esta es una campa?a que tiene varios frentes. El primero pretende cuestionar la legitimidad del sindicalismo: "?A qui¨¦n representan estos?", suelen preguntarse ardorosos sabelotodos. Nuestra respuesta es clara. Tenemos la legitimidad que nos confiera la legalidad vigente para representar los intereses de los trabajadores, empezando por la Constituci¨®n en su T¨ªtulo Preliminar y en el articulado referido a los Derechos Fundamentales. Representamos a los millones de personas que participan en los procesos electorales: en Euskadi, algo m¨¢s del 70% de los trabajadores cuya dimensi¨®n de empresa lo permite (m¨¢s de 6 empleados) tiene representaci¨®n sindical elegida, con una participaci¨®n de voto entorno al 74% de censo electoral. Tenemos los ¨ªndices de afiliaci¨®n m¨¢s altos que existen entre las organizaciones pol¨ªticas y sociales. De largo. CC OO de Euskadi, por ejemplo, tiene 56.000 personas afiliadas y en Espa?a m¨¢s de 1.200.000.
?A qui¨¦n representa un partido pol¨ªtico? ?A sus afiliados? (normalmente, pocos) ?A sus votantes? ?A la ciudadan¨ªa? En efecto, en el ejercicio de su labor institucional a la ciudadan¨ªa, y nadie pone en cuesti¨®n esa legitimidad (y CC OO, menos que nadie). Pero tampoco vamos a permitir que se nos cuestione a nosotros. Porque es antidemocr¨¢tico, am¨¦n de un germen de neo-autoritarismo. ?C¨®mo se calificar¨ªa a alguien que dijera que el Grupo Parlamentario X ¨® Y representa a los mil, treinta ¨® cien mil afiliados del partido X ¨® Y, y no al conjunto de la sociedad y a sus votantes cuando aprueba una ley? Obvio la respuesta.
El segundo frente que se ha abierto se refiere a la financiaci¨®n de las organizaciones sindicales, a los llamados "liberados sindicales" y a las supuestas "prebendas" que algunos pretenden atribuir a los sindicatos. Podemos decir sin ning¨²n complejo que el nivel de subvenciones p¨²blicas que recibe el sindicato supone una parte menor de nuestro presupuesto. Defendemos adem¨¢s que esas subvenciones deben estar fijadas con luz y taqu¨ªgrafos en las normas vigentes y afirmamos sin complejos que tienen una perfecta justificaci¨®n. Abogamos por una Ley de Participaci¨®n Institucional que ponga negro sobre blanco en qu¨¦ ¨¢mbitos, con qu¨¦ competencias y con qu¨¦ financiaci¨®n se sit¨²a la participaci¨®n sociolaboral de las organizaciones sindicales. Cuando CC OO de Euskadi, cuando (por ejemplo) participa en los organismos sociolaborales, o cuando CC OO de Espa?a negocia la viabilidad presente y futura del Sistema P¨²blico de Pensiones, est¨¢ ejercitando una acci¨®n sindical que beneficia al conjunto de la poblaci¨®n, no s¨®lo a nuestros afiliados. Y por cierto, esa actividad que genera numerosos gastos al sindicato, no ser¨ªa justo que los pagaran s¨®lo los afiliados con sus cuotas. ?Ser¨ªa eso justo? Por eso las subvenciones (repetimos, escasas y fiscalizadas) son perfectamente l¨®gicas. El otro sistema que algunos proponen con inconsciente alegr¨ªa por parte de algunos, es que los sindicatos se financien ¨²nicamente con las cuotas de sus afiliados; esto podr¨ªa tener el siguiente corolario: la acci¨®n colectiva de los sindicatos (convenios colectivos, incrementos salariales, pensiones p¨²blicas, etc.) se aplicar¨ªan s¨®lo a las personas afiliadas a los sindicatos. El sindicalismo "corporativamente" hablando, saldr¨ªa muy beneficiado, porque se habilitar¨ªa un sistema que incentivar¨ªa la afiliaci¨®n de aquellos que quisieran beneficiarse de los frutos de la acci¨®n sindical. El sindicalismo entendido como sindicalismo de clase, con una voluntad de vertebrar una sociedad cohesionada en el plano laboral y social, evidentemente no. Las partes m¨¢s d¨¦biles de la sociedad quedar¨ªan infinitamente m¨¢s desprotegidas. ?Alguien ha reparado en el tama?o medio de las empresas en Euskadi o Espa?a, y la situaci¨®n en la que quedar¨ªan millones de trabajadores sin las referencias sectoriales de los convenios colectivos?
El rancio discurso de los liberados es otra de las mentiras de moda. La figura legal del liberado no existe. Los representantes de los trabajadores disponen de un cr¨¦dito de horas establecido por la ley o por los acuerdos y convenios colectivos para realizar su actividad sindical. En algunos ¨¢mbitos (normalmente empresas de cierto tama?o o Administraciones P¨²blicas) esas horas se ceden de unos representantes a otros para que uno o m¨¢s, puedan dedicarse en exclusiva a la actividad sindical (dentro o fuera de la empresa). Resulta rid¨ªculo, como pretenden algunos, tratar de vincular esto con la crisis o el d¨¦ficit p¨²blico.
M¨¢s all¨¢ de estas aclaraciones, conviene no perder la perspectiva de las cosas. Lo que se est¨¢ dando no es ning¨²n calent¨®n de mangantes ultraderechistas (que tambi¨¦n); quiere ser un ataque a la l¨ªnea de flotaci¨®n de la ¨²ltima trinchera que les queda por derribar a los grandes lobbys econ¨®micos. Los que pretenden eliminar los derechos laborales y sociales de la gente cuestionando a los sindicatos, a su papel de interlocutores sociales y a su poder contractual expresado a trav¨¦s de la negociaci¨®n colectiva y el di¨¢logo social. En el fondo, tratan de abrir un camino de v¨ªa r¨¢pida para mercantilizar lo que de social tenga el poder p¨²blico y lo que de garantista y distribuidor tenga el sistema de relaciones laborales.
Unai Sordo es secretario General de CC OO Euskadi.
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