Artistas, herederos, instituciones
El cierre de un museo, de cualquier museo, es una noticia tan mala que deber¨ªa ir en las p¨¢gina de obituarios y no en las de cultura. Con que un solo ciudadano se quede de golpe y porrazo sin su derecho a utilizar la contemplaci¨®n del arte como vacuna frente a la triste sucesi¨®n de los d¨ªas y de las noches, ya tenemos una frustraci¨®n en marcha. En el caso de Chillida-Leku, el fascinante templo de madera y piedra incrustado en las campas de Zabalaga, el n¨²mero de frustraciones se eleva a 810.000: la cifra de visitantes desde su fundaci¨®n hace diez a?os. Diez a?os: menudo cumplea?os. Un ERE de regalo y cerrojazo el 1 de enero. "D¨¦ficit recurrente", seg¨²n el comunicado de la familia Chillida. Apostemos: el cierre no ser¨¢ definitivo, solo temporal. Las instituciones p¨²blicas, en este caso Gobierno Vasco, Diputaci¨®n de Guip¨²zcoa y Ayuntamiento de San Sebasti¨¢n (sin olvidar el de Hernani, t¨¦rmino municipal donde se encuentra Chillida-Leku), no pueden permitir que el museo que alberga el legado del inmenso creador de El Peine del Viento encalle sin remisi¨®n. Si lo hacen -y esto tambi¨¦n le incumbe al Ministerio de Cultura- habr¨¢n fracasado en su funci¨®n: que, entre otras, es proteger y divulgar el acervo cultural. Dicho esto, estamos ante un nuevo caso de divorcio entre los herederos de los artistas y las instituciones. En la base del problema est¨¢ el modelo de gesti¨®n de estos museos familiares. Los pol¨ªticos est¨¢n dispuestos a pagar las facturas (y cada vez menos, con la que est¨¢ cayendo), siempre que se les ceda parte de la capacidad de decisi¨®n. Parece l¨®gico. Nada sale gratis, tampoco en la cultura. Los Chillida llevaban tiempo pidiendo dinero. No ha podido ser. De momento, y como ya ha ocurrido con el Centro Jos¨¦ Guerrero de Granada -salvo milagro cerrar¨¢ por falta de acuerdo entre la Diputaci¨®n y los familiares, con 60 obras del artista saliendo pitando para un guardamuebles- Chillida-Leku nos dice agur.
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