Sakineh y la batalla de los s¨ªmbolos
La campa?a de desprestigio emprendida por las autoridades iran¨ªes contra Sakineh Ashtian¨ª, adem¨¢s de aterrorizar a la v¨ªctima, trata de ridiculizar a Occidente y de poner a prueba la firmeza de la opini¨®n p¨²blica
Esta semana hubiera querido repetir por qu¨¦ Marine Le Pen no es menos radical que su padre, sino infinitamente m¨¢s peligrosa. O por qu¨¦ Jean-Luc M¨¦lechon es la mejor carta de Sarkozy, pues es el mejor medio, llegado el momento, de debilitar a su adversario y de eliminarlo -como a Jospin- de la segunda vuelta de las presidenciales. Hubiera querido tratar a fondo el extra?o asunto Wikileaks y todas las cuestiones pol¨ªticas y filos¨®ficas que plantea u obliga a plantear. Pero esperar¨¦ para hacerlo. Habr¨¢ otras ocasiones y, por tanto, esperar¨¦, pues no puedo dejar de volver, una vez m¨¢s, sobre el caso Sakineh y sobre la alocada semana que acabamos de dejar atr¨¢s.
Primero lleg¨® la falsa noticia de su posible liberaci¨®n, que, en unos minutos, recorri¨® todas las redacciones, invadi¨® los medios de comunicaci¨®n del planeta -tanto escritos como audiovisuales- e inflam¨® la blogosfera. El que en La R¨¨gle du Jeu olfate¨¢ramos enseguida la trampa no es el problema (ni tampoco es especialmente meritorio, dada la red de informadores, blogueros y twitteros iran¨ªes que hemos conseguido "monitorizar" desde hace un a?o en torno a Armin Arefi). El problema es la barbarie del procedimiento. Su insondable crueldad. Es ese arte consumado de dar una de cal y otra de arena, de dosificar el terror y la esperanza, en el que los iran¨ªes, como todos los totalitarios, se est¨¢n convirtiendo en maestros. Los nazis hac¨ªan simulacros de ejecuci¨®n. Ellos organizan simulacros de liberaci¨®n. Pero, en el fondo, es lo mismo. Con un triple objetivo. Aterrorizar a la v¨ªctima -imagino que fue el caso-. Ridiculizar a Occidente: "all¨¢ donde hay cabrones, siempre hay tontos; nosotros tal vez seamos unos cabrones, pero ustedes seguro que son nuestros tontos ¨²tiles" -desgraciadamente, se trata de un mensaje recibido-. Y, sobre todo, poner a prueba a la opini¨®n p¨²blica, tomarle la temperatura, comprobar si a¨²n nos sentimos concernidos por el asunto o si nuestra versatilidad legendaria ha dado cuenta de nuestra pasi¨®n y ya hemos pasado a otra cosa; y aqu¨ª, en cambio, el resultado no ha sido el esperado, pues la reacci¨®n a la noticia, la ola de emoci¨®n que ha recorrido el mundo, ha tenido al menos el m¨¦rito de demostrar que la movilizaci¨®n no se ha debilitado.
Los nazis hac¨ªan simulacros de ejecuci¨®n. Las autoridades iran¨ªes organizan simulacros de liberaci¨®n
Las mujeres son la imagen del Ir¨¢n fan¨¢tico y oscurantista de hoy. Pero tambi¨¦n son su futuro
Despu¨¦s lleg¨®, y esto fue m¨¢s abyecto a¨²n, la verdadera falsa reconstrucci¨®n del asesinato del marido, difundida en la cadena de televisi¨®n iran¨ª destinada al p¨²blico extranjero en general y anglosaj¨®n en particular. En ella se ve¨ªa a Sakineh entrando en escena al son de una m¨²sica melodram¨¢tica. Luego se acercaba a un armario de cocina del que sacaba una jeringa que llenaba con un l¨ªquido extra?o. A continuaci¨®n se la ve¨ªa inyect¨¢rselo a un cuerpo tendido, que simulaba dormir, en el que se reconoc¨ªa f¨¢cilmente la silueta de Sajad, su hijo. La ignominia llegaba a su culmen. Cuesta imaginar -o, por el contrario, lo imaginamos demasiado bien- qu¨¦ "argumentos" debieron de emplear para hacer que el adolescente desempe?ase as¨ª, en una puesta en escena destinada a confundir a su madre, el papel de su padre muerto. Pero, una vez m¨¢s, la maniobra ha fracasado. Se trataba de desacreditar a Sakineh. Se trataba de decirnos: "Ustedes creen defender a una v¨ªctima, a una madona de los derechos humanos, un icono, cuando en realidad se trata de una criminal". Salvo que, en este terreno, los iran¨ªes a¨²n tienen que tomar algunas lecciones. La pr¨®xima vez tendr¨¢n que producir im¨¢genes m¨¢s convincentes que este docudrama grotesco que no consigue hacer olvidar ni sus entresijos ni todo lo que se adivina "fuera de campo". Y m¨¢s teniendo en cuenta que cierto n¨²mero de signos (la voz, su silueta, ese lunar nuevo sobre la mejilla, la nariz, el hecho de que hablase un persa impecable, cuando Sakineh, que es azer¨ª, domina mal la lengua oficial del pa¨ªs) suger¨ªan que se hab¨ªan buscado una falsa Sakineh para, excesivamente maquillada, con las cejas h¨¢bilmente depiladas y una sonrisa p¨ªcara en los labios, hacerle representar el papel de la verdadera. Lamentable. Diab¨®lico, pero lamentable.
A estas alturas, y aunque el despliegue de estratagemas destinadas a desacreditarla no ha tenido el efecto esperado, es evidente que las autoridades iran¨ªes han hecho de Sakineh el objetivo de una batalla que va m¨¢s all¨¢ de su modesta persona. ?Por qu¨¦? ?Con qu¨¦ finalidad? ?Y qu¨¦ sentido tiene este misterio de iniquidad que convierte a un ser simple, inocente en todas las acepciones de la palabra, en la apuesta de este pulso planetario? Cuando llegue el momento, tendremos que plantearnos esta pregunta y darle respuesta. Por ahora, la realidad es esta. Hemos hecho de ella un s¨ªmbolo. Y ahora tenemos que ganar, sin m¨¢s demora, esta batalla de s¨ªmbolos. Porque, seg¨²n la misma justicia iran¨ª que, con ocasi¨®n de su proceso, hace cuatro a?os, la declar¨® libre de toda sospecha, Sakineh no tiene nada que ver con el crimen que hoy intentan cargarle para derrotar a Occidente. Y porque detr¨¢s de su rostro, su verdadero rostro, no el de las marionetas que nos presentan en su lugar, est¨¢ esa noche iran¨ª en la que decenas, tal vez centenares, de mujeres son v¨ªctimas de la misma injusticia que ella y en la que las dem¨¢s, todas las dem¨¢s, son tratadas como cosas, menos que nada, animales, y por eso se rebelan. Las mujeres son la imagen del Ir¨¢n fan¨¢tico y oscurantista de hoy. Pero tambi¨¦n son su futuro.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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