Morente en Madrid
Hay momentos en la vida en que cualquier cosa que se diga suena antigua, pasada, ret¨®rica. Hay un momento en que las palabras no sirven porque la persona a quien van dirigidas ya no las oye ni las piensa. Unas son de compromiso y benevolentes, otras sentidas, pero todas caen en el mismo lado. Por muy afiladas y bonitas que sean, no son capaces de atravesar la barrera de la muerte. Hay momentos en los que cualquier cosa que se haga ya no es por el que se ha ido, sino por el que se queda. El que se ha ido no necesita nada de nosotros, est¨¢ en una dimensi¨®n en que no existe el azar, ni las apariencias, un sitio desde donde se ve claramente separado el grano de la paja y los sentimientos verdaderos. Al que se ha ido ya nadie puede herirle, ni halagarle, ni utilizarle. All¨ª Enrique Morente se ha llevado todo lo que esta vida fangosa, enredada y emocionante le ha ense?ado, all¨ª se ha llevado lo mejor: el amor de los suyos. Pero nos ha dejado 67 a?os de existencia que ha influido y enriquecido la nuestra, porque Enrique fue generoso con su arte y con su tiempo, con la amistad. Y sus seguidores lo percib¨ªan como se ha demostrado en su tierra, Granada, pero tambi¨¦n en Madrid con esa largu¨ªsima cola frente a la SGAE, que el martes esper¨® pacientemente horas para poder darle el ¨²ltimo adi¨®s. La mayor¨ªa llevaba una rosa en la mano, otros llevaban un cuadro con el rostro del maestro, otros le cantaban. Mientras tanto, los famosos y VIP se saltaban el tr¨¢mite de la espera, del aut¨¦ntico homenaje de entregarle generosamente un poco de su tiempo sin esperar nada a cambio, demostrando un absoluto desprecio al pueblo, que es el que le compra sus discos y llenaba sus conciertos.
Tuve la suerte de asistir a la ceremonia en la que se cas¨® con Aurora en la iglesia de San Gin¨¦s
Madrid ha sido su segundo hogar. Aqu¨ª tiene casa y aqu¨ª se cas¨® con Aurora en la iglesia de San Gin¨¦s, a cuya ceremonia tuve la suerte de asistir, uno de los recuerdos m¨¢s bonitos que tengo. Enseguida se vincul¨® al colegio mayor San Juan Evangelista y al grupo de estudiantes formado por Paco Guti¨¦rrez, Andr¨¦s Raya, Jos¨¦ Luis Ortiz Nuevo, Rafael ?lvarez (El Brujo), que ya lo admiraban como uno de los mejores. Sus inicios fueron en Zambra y en las c¨¢tedras del flamenco como Gayango o la Pe?a El Charlot, cuyas reuniones presid¨ªa su maestro Pepe el de la Matrona.
A¨²n tengo sobre la mesa la invitaci¨®n de la Embajada francesa para asistir el pasado viernes a la imposici¨®n de la Legi¨®n de Honor, uno de sus ¨²ltimos reconocimientos. Pero llegar a este punto no le result¨® f¨¢cil. Lo conoc¨ª en unos tiempos en que no era tan jaleado, en que algunos santones no entend¨ªan la renovaci¨®n que estaba introduciendo en el cante. Fue el primero en abrir el flamenco a la Universidad y al futuro, porque no solo cantaba, sino que investigaba y siempre estaba buscando nuevas formas. No se dej¨® presionar por el purismo para poder expresar el tiempo que le toc¨® vivir. Music¨® desde a Miguel Hern¨¢ndez a Leonard Cohen, tambi¨¦n a San Juan de la Cruz o Alberti, Lorca y Pedro Garfias. Pero sin perder su esp¨ªritu, su estilo que ¨¦l explicaba as¨ª: "Como dec¨ªa mi madre al rev¨¦s de la gente es mi mar¨ªo", en una de sus ¨²ltimas entrevistas (septiembre de 2010, Revista Mercurio). Cuando aqu¨ª se le pregunta "hacia d¨®nde va el flamenco, hacia d¨®nde vamos", contesta con esta letra: "Lo de ayer ya se pas¨® / lo de hoy ya va pasando / ma?ana nadie lo ha visto / mundillo, vamos andando".
Gracias, Enrique, por este consejo, que no ha sido el ¨²nico, porque para m¨ª su trayectoria, su confianza en s¨ª mismo, sus ansias de renovaci¨®n y de no bajar la guardia para dar lo mejor de s¨ª mismo han sido una lecci¨®n continua. Se convirti¨® en mi modelo cuando su amigo Paco Guti¨¦rrez Carbajo me lo descubri¨® hace muchos a?os, cuando me lo se?al¨® y me hizo fijarme en la paciencia de Morente para ir arranc¨¢ndose su mejor veta, como si la ansiedad fuera cosa de mediocres. Siempre ha estado m¨¢s preocupado por dar calidad que por recibir el aplauso. Jam¨¢s ha perdido la compostura. Hasta que todo el mundo ha acabado rendido a la evidencia. Pero no ha sido cosa de un d¨ªa. Han sido muchos d¨ªas y muchas ganas, muchos incondicionales, mucho talento, curiosidad y un sexto sentido para explorar en el flamenco y en el alma. Ahora nos queda Estrella. Pero no hay palabras para consolarla a ella ni a su madre, Aurora, ni a sus hermanos Sole¨¢ y Enrique. No hay palabras.
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