Arrastre xen¨®fobo
Partidos democr¨¢ticos europeos disputan a los populistas su agenda contra los inmigrantes
Los duros efectos de la crisis econ¨®mica sobre el d¨¦ficit p¨²blico y el empleo han propiciado un retorno del debate europeo en torno a la inmigraci¨®n. No porque se trate de una consecuencia inevitable, sino porque las dificultades que atraviesan la mayor parte de los pa¨ªses de la Uni¨®n han creado un caldo de cultivo favorable a la expansi¨®n de las propuestas populistas y xen¨®fobas.
Los partidos democr¨¢ticos, por su parte, no han intentado contenerlas y combatirlas, sino que han preferido disputar electoralmente en el mismo terreno que estas fuerzas emergentes, y ateni¨¦ndose a la misma agenda. Medidas contra los inmigrantes que cosechaban una amplia condena hasta fechas recientes se incorporan ahora a los programas electorales y de Gobierno de los partidos democr¨¢ticos. Y tambi¨¦n la Uni¨®n Europea (UE) se est¨¢ dejando arrastrar por esta peligrosa corriente, como ha quedado de manifiesto en el intento felizmente abortado de aprobar la Directiva del permiso ¨²nico en el Parlamento de Estrasburgo.
El regreso de la inmigraci¨®n al primer plano pol¨ªtico no deber¨ªa ocultar el cambio de sentido que ha experimentado el debate. Si durante los tiempos de bonanza se centraba en las medidas para canalizar o ralentizar los flujos de trabajadores extranjeros, invocando los supuestos desaf¨ªos que su sola presencia representaba para las culturas o identidades nacionales, en estos momentos lo que se discute es c¨®mo privarlos de sus derechos. Y no de los que les corresponden como a cualquier persona -que, por lo dem¨¢s, no siempre est¨¢n siendo respetados-, sino de los que han adquirido por haber trabajado legalmente y, por consiguiente, haber cotizado por sus prestaciones y pagado sus impuestos.
En tiempos de ajuste presupuestario y de recortes sociales, el populismo y la xenofobia proponen excluir a los trabajadores extranjeros de los beneficios que les corresponden como f¨®rmula para aliviar el esfuerzo que se exige a los nacionales. Y seg¨²n demuestran algunas medidas de la Directiva del permiso ¨²nico, como la de la no exportaci¨®n de las pensiones, es una tentaci¨®n a la que no parecen resistirse los partidos democr¨¢ticos.
Si algo diferencia a estos es que, al contrario que las fuerzas populistas y xen¨®fobas, no se atreven a proponer por s¨ª solos los recortes a los derechos de los trabajadores extranjeros y prefieren recurrir a la UE para que les sirva de coartada. En vez de asumir la ignominia de lo que proponen, buscan descargar la responsabilidad en las instituciones europeas y presentarse como disciplinados ejecutores de sus directrices.
Con esta estrategia allanan el camino al populismo y la xenofobia, al otorgar un marchamo democr¨¢tico a su agenda y a sus iniciativas. Pero, adem¨¢s, desvirt¨²an el proyecto de la Europa unida, que va dejando de ser un instrumento en favor de las libertades civiles y el respeto a la ley para convertirse en lo contrario. No basta con que Europa avance hacia cualquier unidad. La ¨²nica unidad que merece la pena es la que se articula en torno a aquellos principios que est¨¢n siendo vulnerados para tratar la inmigraci¨®n.
El n¨²mero de extranjeros trabajando en la Uni¨®n se ha estancado como consecuencia de la crisis. El balance entre los que regresan a sus pa¨ªses de origen y los que llegan se ha equilibrado, y podr¨ªa inclinarse hacia el descenso de la poblaci¨®n inmigrante si persisten las dificultades. Por eso, el retorno del debate sobre la inmigraci¨®n al primer plano pol¨ªtico es un c¨ªnico se?uelo que esconde lo que de verdad se est¨¢ jugando la Uni¨®n. Por una parte, el principio de igualdad ante la ley; por otra, la universalidad de los derechos sociales. Vulnerados ambos principios, nada impedir¨ªa que, tras los trabajadores extranjeros, se discriminara a otros colectivos desfavorecidos.
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