Negros de color blanco
La nueva vida de los hermanos Kamdem, dos albinos de Camer¨²n que emigraron a Madrid para sentirse a gusto en su piel y lejos de la supercher¨ªa
En un patio de un barrio de Yaund¨¦, capital de Camer¨²n, todav¨ªa deben de quedar enterrados pelos rubios, casi blancos, de Calvin Wemegne Kamdem, un vecino de Alcobendas (en las afueras de Madrid). Cuando era ni?o, en su pa¨ªs, siempre iba a la peluquer¨ªa acompa?ado de un amigo. Al acabar recog¨ªan entre los dos el pelo de Calvin y este se lo llevaba a casa. Sol¨ªa cavar un hoyo en el patio y dejarlo ah¨ª tapado, o tirarlo en la fosa s¨¦ptica que compart¨ªa el vecindario.
Su hermano Charles, Charles Fotso Kamdem, estudiante de Econ¨®micas en la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia (UNED), dejaba el pelo en la peluquer¨ªa.
-A m¨ª no me importaba -dice el camerun¨¦s.
-?Pero qu¨¦ es lo que deb¨ªa importarle?
Calvin tiraba a una fosa s¨¦ptica su pelo por miedo a que lo usasen en brujer¨ªa
"All¨ª nos consideran medio mito, medio cosa rara", afirma Charles, el menor
"En mi pueblo, a los que son como t¨² los matamos", le dec¨ªan en clase al mayor
El peque?o tiene una novia espa?ola (blanca) desde hace varios meses
Calvin empez¨® a trabajar en Madrid de pe¨®n, al sol, y ahora es contable
"Al principio en el metro iba con la cabeza agachada, como si durmiese"
-Hombre, en principio nada, pero si sabes que van a usar tu pelo para hacer brujer¨ªa, da un poco de mal rollo, ?sabes?
Tiene las cejas rubias, las pesta?as rubias; el cabello y la barba rubios, cortos, rizados, como su hermano, que tiene blancas las pesta?as y las cejas. Los dos tienen los ojos azules. Y los rasgos negros. Calvin, de 26 a?os, es m¨¢s serio. Charles, de 23, es sonriente. "Somos negros", dice el peque?o. "Somos negros de color blanco". Y se r¨ªen los hermanos Kamdem.
No tienen melanina (el pigmento de color negro que oscurece la piel), tienen sentido del humor y una vida rara que contar para que muchos otros albinos, negros o blancos, dejen de sentirse raros, y para que los ciudadanos de colores dejen de mirarlos a todos ellos, dicen, como si fuesen "extraterrestres", o guingnerous.
"Significa albino, falso blanco, en un dialecto camerun¨¦s", traduce Charles.
- El gen sagrado. Un d¨ªa Charles F. Kamdem estaba bailando con una chica espa?ola, blanca, en una discoteca africana de Madrid. Llevaban un rato juntos, hablando, tomando algo, pas¨¢ndoselo bien, ligando. Y ella le pregunt¨®.
-Oye, ?de d¨®nde eres?
-De Camer¨²n.
-?Como Samuel Eto'o?
-S¨ª, como Eto'o -confirm¨® Charles.
-Anda hombre, y yo soy china, ?no te jode!
Calvin W. Kamdem fue el primero en llegar. En 2003 emigr¨® en avi¨®n a Madrid, donde ya viv¨ªa un hermano suyo, Roger. Dos a?os despu¨¦s lleg¨® Charles, otro de los 10 hijos de su padre, un comerciante modesto con dos esposas. Una de ellas tiene el gen del albinismo, una mutaci¨®n que comparte con su marido; esa coincidencia gen¨¦tica entre hombre y mujer es la f¨®rmula necesaria para que -en un 25% de los casos- nazca un beb¨¦ albino. Tuvieron cuatro hijos, dos negros, como ellos, y dos "de color blanco".
Calvin tiene una quemadura vieja en el dorso de la mano derecha, la misma en la que lleva su anillo de matrimonio (su esposa es camerunesa, negra; a¨²n no han tenido hijos). Sus padres no sab¨ªan a ciencia cierta qu¨¦ era un ni?o albino, en la familia solo se recordaba que una t¨ªa paterna hab¨ªa sido as¨ª, pero se sab¨ªa poco de ella, o se hablaba poco de ella. La madre de Charles y Calvin aplicaba medidas oscurantistas que alguien le murmur¨® cuando nacieron, como que no tomasen sal ni comiesen gambas, pero los pod¨ªa mandar a por el pan a pleno sol, sin temor. Hoy Calvin tiene la mano quemada y come gambas.
En Yaund¨¦, los otros ni?os les llamaban fantasmas. "All¨ª al albino se le considera medio mito, medio cosa rara", dice Charles, que quiere ser analista financiero, algo parecido a un fantasma, pero mejor pagado.
En el oeste y en el centro de Camer¨²n, donde viv¨ªan los hermanos Kamdem, se cree que el albinismo es una condici¨®n sagrada, seg¨²n explican. "Piensan que si te acuestas con una chica, le das suerte", comenta Calvin, lo que no significa (al menos lo niegan) que ellos hayan intentado sacar partido del enga?o. Charles, que sale con una espa?ola desde hace unos meses, suelta una carcajada. Calvin mira para otro lado, pero luego se pone serio y advierte de que esa "suerte" tambi¨¦n es peligrosa. "Se han dado casos de albinos a los que les han cortado el pelo o les han arrancado las u?as para d¨¢rselas a los brujos".
Calvin dice que en las zonas urbanas de su pa¨ªs, como su ciudad de origen, Yaund¨¦, la situaci¨®n ha mejorado en los ¨²ltimos a?os; que los albinos ya no llaman tanto la atenci¨®n como cuando ¨¦l era peque?o: los ni?os de un barrio no lo consideraban tan sagrado y le tiraban piedras al pasar; sus compa?eros de clase tampoco, y lo dejaban solo en un banco corrido.
La peor situaci¨®n para los albinos de Camer¨²n, supuestamente, se da en tres provincias del norte. Charles y Calvin conocen una ONG de su tierra que trata de saber qu¨¦ ocurre en esa regi¨®n. "Es sospechoso, all¨ª no se encuentran albinos", afirma Calvin, que recuerda lo que le dec¨ªan en el colegio los ni?os de aquella zona: "En mi pueblo, a los que son como t¨² los matamos". Charles asiente, pero no se encuentra c¨®modo con el tema: "Bueno, ¨²ltimamente han aparecido en los peri¨®dicos albinos que dicen que son de all¨ª".
- ?Y t¨² qu¨¦ eres? Una de las cosas que extra?an al encontrarse por primera vez con los hermanos Kamdem es que te miran como si hubiese algo que no acabasen de captar. Luego se entiende por qu¨¦. "Yo tengo un 10% de visi¨®n", dice Charles. No es ciego, ve mal, pero seg¨²n el baremo t¨¦cnico de discapacidades se le reconoce una capacidad ocular muy corta. Calvin tambi¨¦n ve mal, es el problema m¨¦dico m¨¢s grave de los albinos, independientemente de su raza, m¨¢s que la sensibilidad cut¨¢nea, que puede derivar en quemaduras serias si tu madre te manda a coger el pan a mediod¨ªa en un pa¨ªs tropical, por ejemplo, o incluso en c¨¢ncer de piel, cosa com¨²n si eres africano, albino y pobre, pero que se combate con eficacia si tienes dinero para comprarte cremas solares.
Calvin dej¨® de quemarse en Espa?a, a medida que cambi¨® de condici¨®n social. Empez¨® quem¨¢ndose alguna vez en las obras donde trabaj¨® de pe¨®n, al llegar; sin papeles, 18 euros al d¨ªa. Vivi¨® con otros africanos en un piso de Vallecas. M¨¢s tarde estuvo en un centro de acogida. Hizo dos cursos de contabilidad. Ahora vive con su hermano en un piso de Alcobendas, con papeles, es contable de una empresa inform¨¢tica y cobra unos 1.000 euros al mes. "En Camer¨²n", dice, "ten¨ªa para comer, pero no para cremas". Ya no se quema.
Una situaci¨®n figurada: 15 de julio en Madrid, 38 grados a la sombra, el cielo despejado. ?Qu¨¦ opinan dos albinos cameruneses del sol de la meseta?
"Son solo tres meses al a?o. En nuestro pa¨ªs son nueve, como en Canarias", razona Charles, al que sus amigos, durante el verano, prefieren llamarle "zombi", porque solo sale a la calle por la noche, o procura pisar la acera lo m¨ªnimo durante el d¨ªa, cubierto de crema, con gafas de sol y ropa que no absorba los rayos ultravioletas (blanca, naranja, amarilla), arrim¨¢ndose a las paredes con sombra.
Durante la entrevista, en el vest¨ªbulo de una biblioteca p¨²blica de Alcobendas, da la sensaci¨®n de que la gente pasa sin fijarse en los dos negros albinos que charlan en un banco. Debe de ser solo una impresi¨®n. Charles cuenta que suelen notar curiosidad a su alrededor: "Algunos con mucho coraje se atreven y me preguntan '?y t¨² qu¨¦ eres?'. Otros se van sin saber qu¨¦ soy".
El metro es el lugar donde m¨¢s miradas atraen. Los ni?os se quedan at¨®nitos, seg¨²n dicen, y hay adultos que son como ni?os, curiosos e indiscretos. "Al principio me molestaba mucho", recuerda Calvin; "iba con la cabeza agachada, haci¨¦ndome el dormido. Al final me cans¨¦ y me lo tom¨¦ como un juego. Ahora me divierte notar c¨®mo me miran, juego con eso. Giro la cabeza, la vuelvo r¨¢pido y ellos se llevan un susto al ver que los veo".
Entre negros tampoco pasan inadvertidos. "Algunos morenos", dicen, los paran por la calle para preguntarles de d¨®nde son, o los confunden con otros negros albinos, hasta con dominicanos albinos.
- Todos somos mutantes. Charles Fotso Kamdem trae un libro en la mano. Lo deja en el banco. Cuando cree que hay algo que no se est¨¢ entendiendo, lo coge. Se titula Albinismo. Una condici¨®n gen¨¦tica, dos realidades: Espa?a y Senegal, editado este a?o por ALBA, una asociaci¨®n de ayuda a albinos. A veces lo abre y salta de una foto a otra para ilustrar sus explicaciones.
En el pr¨®logo, Llu¨ªs Montoliu, un cient¨ªfico que lleva 18 a?os investigando el albinismo, define con una an¨¦cdota la verdad sin pigmentos: "El a?o pasado tuve ocasi¨®n de visitar una exposici¨®n sobre el origen del hombre en Houston, Tejas. Hab¨ªan logrado que Lucy, uno de los restos f¨®siles m¨¢s famosos de nuestros antepasados que vivi¨® en ?frica hace m¨¢s de tres millones de a?os, viajara a Estados Unidos. Pero lo que m¨¢s me impact¨® no fue ver por primera vez el esqueleto de Lucy sino el c¨¢rtel de bienvenida de la exposici¨®n: we are all mutants (todos somos mutantes)".
Lucy fue descubierta en 1974 en Etiop¨ªa, a unos 5.500 kil¨®metros de Yaund¨¦, algo m¨¢s lejos de Alcobendas.
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