Ultim¨¢tum africano
La fuerza militar debe ser el ¨²ltimo argumento para conjurar la crisis de Costa de Marfil
Ha pasado un mes desde la segunda vuelta de la disputada elecci¨®n presidencial de Costa de Marfil y en el dividido pa¨ªs de ?frica Occidental crecen las probabilidades de un nuevo enfrentamiento civil, como el que en 2002-2003 ocasion¨® su actual escisi¨®n en norte y sur. Tan seria es la situaci¨®n, jalonada ya por dos centenares de muertos (soldados leales al presidente derrotado, pero que permanece en el poder, contra partidarios del aspirante victorioso) y por la huida de miles de personas a la vecina Liberia, que se anuncia la llegada a la ex colonia francesa de tres dirigentes regionales con un ultim¨¢tum para Laurent Gbagbo: o abandonar el poder o ser desalojado por la fuerza; amenaza m¨¢s notable por provenir de vecinos como Benin, Sierra Leona o Cabo Verde.
El pulso que se libra en Costa de Marfil, primer productor mundial de cacao, donde se hallan desplegados 10.000 soldados de la ONU, es consecuencia directa de 10 a?os de violencia y enconada lucha pol¨ªtica. Y se ha convertido en term¨®metro de hasta d¨®nde est¨¢ dispuesta a llegar la comunidad internacional -firme y un¨¢nimemente alineada con el ganador de los comicios, Alassane Ouattara- para resolver una contienda caracter¨ªstica en ?frica durante d¨¦cadas. En juego est¨¢ el devenir del pa¨ªs y el mensaje hacia un continente con escaso respeto por los procesos democr¨¢ticos, donde el a?o entrante se celebrar¨¢n casi una veintena de elecciones nacionales.
La presi¨®n debe redoblarse. Las t¨ªmidas sanciones personales decretadas por Washington y la UE y la presi¨®n concertada occidental y de los vecinos africanos no han movido hasta ahora al desafiante Gbagbo y a su clan, con mucho que perder despu¨¦s de una d¨¦cada de mangoneo. B¨¢sicamente porque el presidente derrotado controla los hilos de la exportaci¨®n del cacao y a un ej¨¦rcito cuya lealtad depende casi por entero de la regularidad con que reciba su paga. Una situaci¨®n que podr¨ªa cambiar r¨¢pidamente con el cierre del grifo anunciado por el Banco Mundial y el Banco Central regional.
El ¨²nico desenlace razonable de la crisis de Costa de Marfil es la renuncia de Gbagbo. Una intervenci¨®n militar -por la que nadie, comenzando por Francia, tiene el menor inter¨¦s- es una apuesta demasiado arriesgada en un pa¨ªs en vilo de 20 millones de habitantes en el que tanto el Gobierno como sus adversarios han estado rearm¨¢ndose durante a?os.
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