De clase de yoga a la esclavitud
Las v¨ªctimas de una presunta secta de Granada relatan c¨®mo eran sometidas por su gur¨²: "Dorm¨ªamos de tres a cuatro horas, y un d¨ªa a la semana, nada"
Las v¨ªctimas de la comunidad hinduista de Granada Vaidika Partisana Sangha, cuyo gur¨² ha sido denunciado por la fiscal¨ªa por asociaci¨®n il¨ªcita y delitos contra la integridad moral, llevan a?os luchando. "A m¨ª me destroz¨® la vida", asegura uno de los primeros adeptos, que entr¨® con 20 a?os y sali¨® ocho despu¨¦s, en 1988, sin familia, trabajo, amigos ni dinero. "Aunque ten¨ªa cierto contacto con el mundo, ni sab¨ªa qu¨¦ era Mecano", precisa para explicar c¨®mo el denunciado, Antonio Javier R. P., controlaba absolutamente toda su vida. "Secuestra voluntades y su manipulaci¨®n es tan grande que es pr¨¢cticamente imposible penetrar en la conciencia de una persona que est¨¢ dentro".
Prefiere que, de momento, no se haga p¨²blico su nombre y pertenece a la asociaci¨®n de v¨ªctimas constituida este a?o. Ahora est¨¢ casado, vive en Algeciras (C¨¢diz), y tiene dos hijos. Es uno de los que ya denunci¨® el caso, junto a otros tres afectados en Valencia, en 1989. Entr¨® en contacto con el maestro por sus problemas con los estudios. Supuestamente, el denunciado le iba a ayudar a superarlos, aunque ¨¦l, en realidad, le ayud¨®, sin saberlo, "a montar parte del tinglado". Gestion¨® la puesta en marcha de Casa Yoga, en Armilla (Granada), donde luego vivi¨® como monje, hac¨ªa labores de mantenimiento y trabajaba sin descanso. "Dorm¨ªa tres o cuatro horas, y un d¨ªa a la semana, nada de nada. Eso mina la voluntad de cualquiera, era un zombi". Cuando estaba dentro pesaba 48 kilos pese a medir 1,70.
La fiscal¨ªa acusa al l¨ªder de asociaci¨®n il¨ªcita y delitos contra la integridad moral
Se han detectado 22 afectados, pero una asociaci¨®n dice que son muchos m¨¢s
Los adeptos ofrecen trabajo continuo, dinero e incluso favores sexuales
Cualquiera puede caer en un momento de debilidad, dice un especialista
A ra¨ªz de los pocos contactos que ten¨ªa fuera de la casa, pasados cinco a?os empez¨® a ver "la realidad". Sus dudas hicieron que el gur¨² le "invitara" a casarse con una de las integrantes de la comunidad, que todav¨ªa est¨¢ dentro. "Lo hizo para manipularme m¨¢s". Tres a?os despu¨¦s logr¨® salir. "Sent¨ªa verg¨¹enza por lo que me hab¨ªa pasado. No ve¨ªa futuro, no ten¨ªa dinero, pero poco a poco vi que hab¨ªa algo m¨¢s. Salir fue como un suicidio, crees que lo que ¨¦l dicta es la ¨²nica forma posible de actuar", explica. Le cost¨® a?os recuperar la seguridad, la conciencia plena y la salud f¨ªsica. "Qu¨ªtale las horas de sue?o a una persona y dale una dieta pobre, ver¨¢s qu¨¦ f¨¢cil es de manipular".
Hay m¨¢s casos, como el del ingeniero Lisardo S¨¢nchez que, aunque no lleg¨® a fijar su residencia en la casa de Armilla, porque trabaja en Madrid, pasaba all¨ª los fines de semana y vacaciones, hasta 2008. "Ten¨ªa una relaci¨®n muy estrecha con ¨¦l, cre¨¦ una empresa y he perdido 300.000 euros". Mantiene un pleito por eso.
Desde comienzos de los ochenta, cuando empez¨® la actividad de la casa, se han puesto algunas denuncias, pero ha sido este a?o cuando familiares de afectados han ido al defensor del ciudadano de Granada, Melchor Saiz-Pardo, quien llev¨® el caso a la fiscal¨ªa. As¨ª, se inici¨® una investigaci¨®n en junio que ahora ha concluido con una denuncia contra el gur¨² por asociaci¨®n il¨ªcita y delitos contra la integridad moral. La Fiscal¨ªa de Granada ha detectado 22 afectados, pero la asociaci¨®n dice que son muchos m¨¢s, en todo el pa¨ªs.
Puede resultar dif¨ªcil de creer que personas con formaci¨®n, de distintas edades y procedencia sacrifiquen su vida por los intereses de un supuesto maestro, pero lo cierto es que cualquiera en un momento de debilidad puede ser "esclavizado", dice el autor del informe psicol¨®gico que ha evaluado en el ¨²ltimo a?o a 16 ex adeptos, Jos¨¦ Miguel Cuevas, profesor de la Universidad de M¨¢laga, experto en sectas explica que "los cambios de conducta son muy sutiles y largos en el tiempo" y que las t¨¦cnicas de control empleadas logran "someter totalmente al individuo; solo vale el pensamiento del grupo". El maestro hace creer a sus ac¨®litos que les "ha salvado la vida" y de ah¨ª que le sirvan con trabajo continuo, recompensa econ¨®mica e incluso favores sexuales, en el caso de adeptas. Tambi¨¦n "ha inducido a algunas a mantener relaciones l¨¦sbicas en su presencia", relata la fiscal.
Pero, ?c¨®mo comienza el contacto? La cultura y religi¨®n hind¨² constituyen el principal reclamo. S¨¢nchez, como muchos otros, acudi¨® a una asesor¨ªa vital. Las clases de yoga, conocer una cultura milenaria, vivir en una comunidad espiritual, viajar a India para "conocerla de verdad", cursos sobre alimentaci¨®n saludable o c¨®mo hablar en p¨²blico son sus "cartas de presentaci¨®n".
Un cuestionario sobre profesi¨®n, ingresos, inquietudes, etc¨¦tera, y un seguimiento le ayudan a decidir. Usa "t¨¦cnicas de persuasi¨®n coercitiva en el grupo" y logra controlar y alterar la personalidad de quienes forman parte de la comunidad. Pablo Ib¨¢?ez es uno de los familiares afectados. Su hermana, que trabaja en la universidad, vive en Casa Yoga. Como sostiene el resto de adeptos, lo hace "por voluntad propia, como adulta que es y con todo el derecho a tener sus creencias religiosas", cuenta su familia, que apenas la ve. "Los de fuera son ignorantes y lo que no entiendes al principio, te dicen que ya lo comprender¨¢s. Lo integras todo como algo normal", explica S¨¢nchez.
Los estudiantes universitarios, atra¨ªdos por las clases de yoga, son parte fundamental de su particular cantera. Una de las chicas que pas¨® por Casa Yoga recuerda que lleg¨® "a pensar que era una mala persona si no hac¨ªa lo que le dec¨ªa". La mayor¨ªa de los que han salido han necesitado tratamiento. Ella tampoco quiere que trascienda su nombre. "Yo ten¨ªa depresi¨®n y ¨¦l me fue conociendo hasta que me manej¨®", cuenta
Contratos de esclavitud, una comida vegetariana al d¨ªa, tres o cuatro horas de sue?o, actividad fren¨¦tica, humillaciones p¨²blicas, insultos y aislamiento generan "miedo a dejar el grupo" y dan al gur¨², seg¨²n la denuncia, "numerosos beneficios de car¨¢cter personal, sexual y econ¨®mico". La asociaci¨®n para la prevenci¨®n de manipulaci¨®n sectaria, RedUNE, conf¨ªa en que la denuncia sirva de revulsivo en la lucha contra estos grupos. Se va a personar como acusaci¨®n popular en la investigaci¨®n que seguir¨¢ un juzgado.
Inter¨¦s econ¨®mico
El nombre v¨¦dico del l¨ªder Antonio Javier R. P., de 51 a?os, es Shri Swami Shankara Tilakananda y se form¨®, seg¨²n la asociaci¨®n, en India bajo la tutela de otro monje hind¨² hasta que, en 1978, se convirti¨® en monje-maestro. Su objetivo, sostienen, es difundir y fomentar las sabidur¨ªas de los vedas (libros sagrados que constituyen el fundamento de la tradici¨®n religiosa de India) y su tradici¨®n milenaria. A juicio de la Fiscal¨ªa de Granada, hay un claro inter¨¦s econ¨®mico.
Sus m¨¦todos le permiten disponer de los bienes de sus disc¨ªpulos. Ha conseguido que se desprendan, mediante la venta, de muchos de ellos. Y la finalidad es "integrarlo a su propio patrimonio o de testaferros", ya que hay transmisiones efectuadas a las cuentas de titularidad de su madre. Actualmente, hay pendientes transmisiones de inmuebles que pueden producirse "en breve".
No se han hecho p¨²blicos sus bienes, pero el maestro, del que aseguran que es "un comprador compulsivo, contaba en julio con cinco coches y cuatro motos de gran cilindrada". Adem¨¢s, tiene cuentas en 10 entidades financieras espa?olas y relaciones con bancos de India. "En una empresa empez¨® a cobrar 300 euros y pas¨® a 6.300 mensuales por poner su energ¨ªa", argumenta un ex socio.
Un instructor de yoga "captado" en un curso de verano ni ve¨ªa los 1.000 euros de sueldo que le correspond¨ªan por dar clases y, adem¨¢s, acumulaba una deuda cada mes de unos 600 euros. Y siempre ten¨ªa que limpiar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.