Romance de Rodrigo y Jimena

Arriesga mucho la joven compa?¨ªa Galo Real, especializada en teatro cl¨¢sico, al montar un t¨ªtulo como Las mocedades del Cid en lugar de un shakespeare, que tiene mejor prensa, y al hacerlo con solo cuatro actores, a¨²n siendo estos capaces de asumir a cara descubierta personajes no necesariamente de su edad ni de su sexo. Gustavo Galindo, su director y adaptador, deja el original en una hora de acci¨®n, sin tiempos muertos.

El amante de las versiones ¨ªntegras echar¨¢ en falta largos di¨¢logos, pero hallar¨¢, a cambio, una puesta en escena ¨¢gil y unas interpretaciones sin ret¨®rica. Este espect¨¢culo es al original de Guill¨¦m de Castro lo que un buen boceto respecto a un cuadro: da una idea cabal de su composici¨®n, a falta de color y detalles.

Galindo ha eliminado las subtramas para contarnos la forja del h¨¦roe y sus amores con Jimena, a cuyo padre mata en un duelo donde pelean sin espadas mientras una actriz en penumbra entrechoca dos aceros. Esta teatralidad rotunda del espacio vac¨ªo y del objeto sugerido impregna todo el montaje. La art¨²rica escena donde Rodrigo le habla a una espada mientras una actriz frota un cuenco de bronce que produce un sonido agudo continuo, es pura sinestesia: vemos con el o¨ªdo el acero que no hay.

Lejos de la hagiograf¨ªa original, aqu¨ª se nos muestra en un espacio simb¨®lico, fuera de la historia, a un Cid capaz de un crimen cobarde. La interpretaci¨®n, de buen nivel, tiene momentos de brillo y una dicci¨®n del verso clara. En el papel del rey se turnan republicanamente los cuatro actores.