Gobiernos, mayor¨ªas, hegemon¨ªas
La incorporaci¨®n de Ferran Mascarell al nuevo Gobierno de CiU ha dado lugar a un debate tan previsible como poco interesante. Se han repetido todos los t¨®picos que acompa?an siempre este tipo de trasvases pol¨ªticos. Con la sensaci¨®n a?adida de que los que ahora han criticado al consejero de Cultura le habr¨ªan defendido si el cambio se hubiese dado en la direcci¨®n contraria y viceversa.
El PSC lleva demasiado tiempo equivoc¨¢ndose sobre las cuestiones que requieren atenci¨®n prioritaria. Por eso llega tarde casi siempre. Y ahora va por el mismo camino: centra la atenci¨®n en un militante que cambia de filas, en vez de fijarse en lo realmente alarmante: los 120.000 ciudadanos que todav¨ªa les votaron en 2006 y que ahora han decidido votar a CiU. Este es su verdadero problema. Y viene de lejos, porque desde que con Pasqual Maragall alcanzaron su mejor resultado, los electores auton¨®micos les est¨¢n abandonando en todas direcciones. Dicho de otra manera, el problema no es que Mascarell se vaya a otra parte para intentar llevar a cabo la pol¨ªtica cultural que no ha podido hacer en el PSC. A lo sumo es un s¨ªntoma. El problema es que el PSC lleve a?os -por lo menos desde que Maragall entr¨® en el silencio- sin ser capaz de pensar y explicar cu¨¢l es su proyecto: como partido de izquierdas y como partido catal¨¢n. Y si no recupera el hilo de la palabra propia y genuina, quedar¨¢ irremisiblemente condenado a las inercias del PSOE, que no est¨¢n precisamente al alza. Toda organizaci¨®n -los partidos pol¨ªticos, tambi¨¦n- tiene pulsiones suicidas que convierten las derrotas en desastres. El PSC parece entregado a ellas, con una actitud pasiva, indolente, que solo puede servir para que crezca la magnitud de la cat¨¢strofe.
Es m¨¢s f¨¦rtil la v¨ªa del acuerdo de investidura entre CiU y el PSC que la entelequia del gobierno de los mejores
El ¨¦nfasis de Artur Mas en el gobierno de los mejores -el t¨ªpico eslogan afortunado que, cuando pasa el estado de gracia, da para todo tipo de chistes y sarcasmos- nos lleva al debate sobre los partidos pol¨ªticos. Las dos principales funciones de los partidos son la representaci¨®n pol¨ªtica y la preparaci¨®n de cuadros para el gobierno de las instituciones. Al creer necesario que una parte del Gobierno venga del exterior de CiU, ?est¨¢ el presidente dando a entender que los partidos ya no sirven para la selecci¨®n del personal adecuado para gobernar? ?Hay que emprender una renovaci¨®n a fondo de la forma partido? En Catalu?a, ha sido Maragall quien ha puesto mayor ¨¦nfasis en esta cuesti¨®n, con la mirada puesta en el partido dem¨®crata americano. De su cr¨ªtica surgi¨® Ciutadans pel Canvi. No ha sido una gran aportaci¨®n al debate.
Al hablar del gobierno de los mejores, Mas capta el malestar de amplios sectores de la ciudadan¨ªa que no entienden que los partidos gasten m¨¢s energ¨ªas en el teatro parlamentario y medi¨¢tico de sus desavenencias y cr¨ªticas que en la acci¨®n pol¨ªtica para resolver los problemas importantes. Y por aqu¨ª se llega a otro debate de calado: ?hay realmente diferencias entre los partidos centrales o la comedia pol¨ªtica es una representaci¨®n que camufla la realidad de que no hay margen para pol¨ªticas realmente diferentes?
La ideolog¨ªa econ¨®mica dominante exige que los poderes pol¨ªticos se plieguen a las exigencias del poder financiero (los llamados mercados). Y en este sentido, Mas ha dispuesto un equipo econ¨®mico en perfecta sinton¨ªa con la ortodoxia del momento. Va cuajando en la ciudadan¨ªa la idea de que la pol¨ªtica no es resolutiva y que ser¨ªa mejor formar gobiernos de expertos, consejos de administraci¨®n que gestionaran el pa¨ªs como una empresa.
La respuesta a esta idea de tecnocratizaci¨®n y subordinaci¨®n de la pol¨ªtica al poder econ¨®mico, que va siempre acompa?ada del falso discurso del fin de las ideolog¨ªas (pocas veces ha habido un marco ideol¨®gico tan claramente dominante en el mundo), solo puede ser una: que la izquierda ponga sobre la mesa proyectos s¨®lidos y claramente diferenciados que realmente sean capaces de atraer y activar a una mayor¨ªa. Pero el intento de construir un proyecto de izquierda catalana plural ha fracasado por completo. Y Mas tiene el campo libre para extender su hegemon¨ªa.
Catalu?a, sin embargo, por su precariedad institucional necesita ineludiblemente acuerdos suprapartidarios. Solo sumando a los principales actores se pueden conseguir las mayor¨ªas necesarias para las reformas b¨¢sicas que el pa¨ªs necesita. Para ello me parece m¨¢s interesante y m¨¢s f¨¦rtil la v¨ªa del acuerdo de investidura entre CiU y PSC (que curiosamente ambos partidos han defendido con la boca peque?a) que la entelequia del gobierno de los mejores, que inevitablemente se deshace con el tiempo.
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