Gran met¨¢fora
Cualquiera con un m¨ªnimo de sensibilidad intelectual, incluso est¨¦tica, no puede dejar de sentir un sobresalto cada vez que pasa zapeando por donde estuvo en su d¨ªa CNN+ y se encuentra con lo que ahora ocupa su lugar. Este malestar seguramente deriva del hecho de que sabemos que aqu¨ª se ha producido algo m¨¢s que un mero intercambio de canales. Estamos ante un caso de libro de la fagocitaci¨®n de una cadena de informaci¨®n seria y de rigor por parte de una de las manifestaciones m¨¢s burdas de la novedosa "cultura popular". Es dif¨ªcil encontrar un ejemplo tan gr¨¢fico de la lucha darwinista por las audiencias bajo el signo de la nueva sociedad de masas. Lo que hemos perdido y lo que lo ha sustituido se ha convertido, de golpe, en una met¨¢fora extraordinaria de lo que de una forma m¨¢s pausada ha venido pasando en nuestro pa¨ªs -y no s¨®lo- a lo largo de los ¨²ltimos a?os: la progresiva e implacable banalizaci¨®n del espacio p¨²blico.
La creaci¨®n de individuos aut¨®nomos y cr¨ªticos es un recurso m¨¢s escaso cada vez
El problema es que cuando estos escasos oasis medi¨¢ticos se secan, como acaba de ocurrir con CNN+, ya nada o casi nada puede impedir la propagaci¨®n del desierto. Con la digna excepci¨®n de algunos medios p¨²blicos, si consiguen sobrevivir. Como muestra la oferta que encontramos en la multiplicidad de canales de TDT, la nueva pluralidad televisiva no ha aumentado un ¨¢pice el acceso a alg¨²n programa que fomente el desarrollo de una cultura p¨²blica cr¨ªtica y exigente. Como en su d¨ªa ocurriera en Italia, este proceso de gradual banalizaci¨®n se ha ido implantando de forma silenciosa y en nombre de valores tan dignos como el entretenimiento y la diversi¨®n. Poco a poco, sin embargo, se ha logrado laminar las fuentes que manten¨ªan viva lo poco que quedaba de la cultura pol¨ªtica tradicional, casi de la cultura a secas. En una deliciosa iron¨ªa del destino, y por seguir en ese mismo pa¨ªs, el empresario que se encarg¨® de empujar a los m¨¢rgenes medi¨¢ticos a quien no participara de su filosof¨ªa acab¨® de primer ministro, e incluso se permiti¨® gobernar como un entertainer, con velinas incluidas.
El resultado, lo sabemos tambi¨¦n por Italia, es la progresiva infantilizaci¨®n y despolitizaci¨®n de la sociedad. Es una sociedad de la distracci¨®n, en su doble sentido, el de esparcimiento, y el de la falta de atenci¨®n, sobre todo hacia lo que debiera importarnos como ciudadanos. Lo p¨²blico, nuestro mundo com¨²n, ya no gira predominantemente en torno a la discusi¨®n de las cuestiones pol¨ªticas, sino hacia personajes populares que exhiben imp¨²dicamente su vida privada. El escenario p¨²blico se llena de trivialidades; se fomentan los t¨®picos y todo lo que alimenta el morbo. Lo malo es que, por el camino, estas l¨®gicas del espacio p¨²blico televisivo acaban colonizando al final a la discusi¨®n pol¨ªtica misma. Lo importante es captar la atenci¨®n de estos ciudadanos distra¨ªdos, aunque para ello haya que ir a La Noria. Es el signo de los tiempos.
Se dir¨¢, y no es un argumento balad¨ª, que esto es lo que la gente quiere ver, y que qui¨¦nes somos nosotros, sus cr¨ªticos elitistas, para imponer nada. Ahora que tanto se habla de los mercados, esta ser¨ªa otra de sus manifestaciones: el ajuste perfecto entre oferta y demanda televisiva. Lo malo, como ya observar¨ªa Tocqueville cuando se refer¨ªa a la "tiran¨ªa de la mayor¨ªa", es que esta siempre tiene la tendencia a arrogarse la raz¨®n, a presentarse como el poder moral supremo. Y la consecuencia es la presi¨®n hacia la conformidad, con las elecciones de los muchos, la anulaci¨®n del juicio individual diferente, la homogeneizaci¨®n de los gustos y la imposibilidad de imaginar algo distinto de lo dado, de lo que se nos ofrece como normal.
Tampoco cabe confiar demasiado en el sistema educativo como factor de resistencia y como esperanza en un cambio de tendencia. Entre otras cosas porque hoy los valores, el conocimiento y la visi¨®n general de la realidad nos los transmiten sobre todo los medios de comunicaci¨®n. El papel de la educaci¨®n sigue siendo central, pero no debe ser nada f¨¢cil para los educadores competir con un mundo en el que aquello que ense?an a sus alumnos y se supone importante apenas tiene despu¨¦s alg¨²n reflejo en el espacio p¨²blico m¨¢s amplio. Ocurre m¨¢s bien al rev¨¦s: aquello de lo que all¨ª se empapan, de lo que all¨ª consumen, condiciona despu¨¦s su rendimiento escolar. La distracci¨®n acaba predominando tambi¨¦n aqu¨ª sobre el esfuerzo, el esfuerzo de pensar. Y la creaci¨®n de individuos aut¨®nomos y cr¨ªticos con capacidad para resistirse a las pulsiones de la masa se convierte en un recurso m¨¢s escaso cada vez.
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