Malos humos
Desde hace alg¨²n tiempo y trazando un s¨ªmil parece que se ha instalado en nuestra sociedad la sensaci¨®n de que las jirafas presentan la especialidad del cuello alto de tanto alimentarse en las copas de los ¨¢rboles o de que los ciclistas tienen los gemelos desorbitados de tanto ejercitarlos con los pedales. En estos ¨²ltimos d¨ªas con el endurecimiento de la Ley antitabaco alguno podr¨ªa pensar lo mismo con los fumadores. No saben hacer otra cosa. Seg¨²n los datos del Instituto de Estudios Econ¨®micos (IEE) la nueva norma provocar¨¢ una ca¨ªda de las ventas de bares, restaurantes y cafeter¨ªas de hasta un 10%. O lo que es lo mismo 350 millones de euros en el conjunto del sector en Euskadi y una p¨¦rdida de 2.500 empleos de los 72.000 que ocupa la hosteler¨ªa en nuestra comunidad. A las estad¨ªsticas como siempre, han seguido las declaraciones. Las de la consejera de Asuntos Sociales apelando a que "si los bares cumplen la ley ninguno saldr¨¢ perjudicado". Sin embargo, si nos fijamos en Reino Unido, donde la norma desembarc¨® en 2007, vemos c¨®mo seg¨²n la consultora Corporate Responsability Consulting, el 11% de los pubs cerr¨® sus puertas en los cuatro a?os posteriores a la prohibici¨®n. Declaraciones de la consejera vasca o de la ministra de Sanidad, Leire Paj¨ªn recordando "que cualquiera puede denunciar a quien est¨¦ incumpliendo la ley". Una encuesta realizada el pasado mes de julio por el Gabinete de Prospecci¨®n Sociol¨®gica, ya apuntaba que el 61% de los vascos apoyaba prohibir fumar en todos los espacios p¨²blicos cerrados pero nada dec¨ªa de implicarse en una delaci¨®n an¨®nima. De la criminalizaci¨®n conceptual a la que se est¨¢ sometiendo a los fumadores.
La industria tabaquera necesita captar al d¨ªa 480 fumadores para sobrevivir
Se mire por donde se mire, adem¨¢s de la aplicaci¨®n de una norma siguiendo la l¨ªnea de los pa¨ªses m¨¢s vanguardistas en esta materia como Italia, Francia o Estados Unidos, hablamos de convivencia. S¨®lo en el primer d¨ªa de aplicaci¨®n 35 ciudadanos vascos formularon otras tantas denuncias por la presencia de personas que fumaban en locales donde no est¨¢ permitido y aunque todav¨ªa no se pueden abrir expedientes sancionadores, el Gobierno vasco ya advierte que no caer¨¢n en saco roto.
Hablamos de convivencia s¨ª. De nada sirve que los hosteleros opten por lanzar un mensaje al Gobierno mediante la retirada de las m¨¢quinas expendedoras de tabaco de sus establecimientos donde se recauda una parte importante de sus impuestos. No podemos olvidar que el ejecutivo central obtuvo en 2009 m¨¢s de 9.450 millones de euros por la venta de tabaco y que la industria tabaquera necesita captar cada d¨ªa en Espa?a 480 fumadores para poder mantener su negocio, reemplazando as¨ª a los fallecidos y los que abandonan este h¨¢bito. S¨®lo hace ahora cuatro a?os, el Centro de Estudios sobre Promoci¨®n de la Salud calcul¨® que necesitaban m¨¢s de 175.000 consumidores, ya que las muertes por enfermedad asociadas al tabaquismo superaban las 55.000 anuales. En la actualidad, en Euskadi el 75% de la poblaci¨®n no es fumadora. De hecho, cada a?o, cerca de 5.600 fumadores abandonan el h¨¢bito. Gastarse m¨¢s de tres euros en un paquete de tabaco es demasiado y las tabaqueras lo saben. Adem¨¢s, son conscientes de que si no consiguen retener a los adolescentes como semillero de nuevos fumadores (la edad media de inicio es de 13 a?os) el negocio se les viene abajo.
Hablamos de convivencia s¨ª porque tampoco podemos obviar que el sistema sanitario espa?ol dedica cada a?o alrededor de 4.000 millones de euros en atender enfermedades causadas por el tabaquismo. Y en este punto, como dec¨ªamos anteriormente, lo parad¨®jico es la forma en la que el Estado decide declarar la guerra total a los fumadores sin renunciar a la vez a los suculentos beneficios econ¨®micos que esta adicci¨®n produce para las arcas p¨²blicas. De cada cajetilla que se vende, un 71,42% de su precio son impuestos. En el mercado espa?ol existen 14.500 expendedoras de tabaco, todas ellas con concesi¨®n administrativa. De ellas, 8.500 son de car¨¢cter general (s¨®lo son estancos) y algo menos de 6000 son de car¨¢cter complementario. De su montante, Hacienda y las administraciones auton¨®micas perciben miles de millones de euros directamente de este vicio con el que se ha decidido acabar.
No se han hecho bien las cosas. No se ha sabido garantizar la eficacia de la norma. Y lo peor de todo no se ha velado por la convivencia en una sociedad donde las relaciones cada vez son menos jer¨¢rquicas, menos r¨ªgidas y menos formales que en la primera mitad del siglo pasado. La sociedad postmoderna que nos est¨¢ tocando vivir pone m¨¢s ¨¦nfasis en el desarrollo personal y en la libertad del individuo, lo que a su vez, deber¨ªa implicar una mayor responsabilidad de cada uno en la convivencia, aunque cada vez m¨¢s se cae en el ego¨ªsmo y en el hedonismo.
La pol¨¦mica del tabaco como muchos ya la han bautizado, posee un incuestionable poder de movilizaci¨®n, derivado de su gran impacto cotidiano. Es adem¨¢s uno de los pocos debates realmente transversales que est¨¢ viviendo nuestro pa¨ªs por encima de los ajustes presupuestarios. Al fin y al cabo, se trata de un problema de ordenaci¨®n de la convivencia en el que todos estamos involucrados de una manera o de otra. Y en la que da la sensaci¨®n de que con la nueva norma y las declaraciones de algunos dirigentes se da?a a la normal cohabitaci¨®n de los ciudadanos al establecerse sobre los fumadores un aura de culpabilidad y al tejer sobre la atm¨®sfera social un cierto ambiente de culpables y absueltos. Ya lo vivimos en Euskadi con experiencias tan particulares como el tel¨¦fono de denuncia contra el fraude fiscal que puso en marcha la Diputaci¨®n de Gip¨²zcoa en 2009 o con la posibilidad que brindaba el ayuntamiento de Hernani de delatar al vecino que no colaborase con el sistema de recogida de basuras bautizado como puerta a puerta. No es el camino y por eso, ahora, una vez aplicada la norma, el gran reto de las instituciones y de la sociedad en general deber¨ªa ser el de apostar por la convivencia. El de aparcar los malos humos. No los ambientales sino los psicol¨®gicos. S¨®lo as¨ª podremos tejer las bases para construir una sociedad arm¨®nica. Fracasar o cometer un error enorme es mejor que no haberlo intentado. Hag¨¢moslo.
Andoni Orrantia es periodista.
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